Historia de la Educación Romana

La educación Romana

La civilización romana se desarrolló en la península itálica  durante el siglo VIII a.c. y se extendió por 12 siglos, la civilización romana transito diversas formas de gobierno  hasta convertirse en un gran imperio que domino Europa occidental y los alrededores del Mar Mediterráneo a través de conquistas y asimilación cultural.

La educación en la Roma Antigua estuvo atravesada por todas estas conquistas y por las políticas e ideales de cada momentos histórico.

En un principio cuando nacía un niño, el padre decidía si este seguiría viviendo o moriría. La educación de esta se le encargaba a la madre la cual gozaba, para esa época, considerables consideraciones y autoridad tutorial sobre el niño, aunque el padre siempre tenía la última palabra. La educación en el seno familiar era moral y religiosa. Se les enseñaba a leer, escribir y cálculos prácticos. Se educaban niños que luego servirían a la patria. Cuando el educando alcanzaba la adolescencia acompañaba a su padre en todas las actividades que realizaba,  tanto sean las faenas del campo, en cenas formales e informales como las asambleas donde se discutían asuntos de interés público. En el transitar de esta etapa el educando vestía una túnica de color, y al finalizar, alrededor de los 16 años, la toga viril de color blanco. La educación en este tramo era encargada a personas particulares expertas en distintos campos, como oratoria, jurídico, política, etc. También podía formarse como militar, ingresando al ejército como soldado raso, independientemente del grado de nobleza o riqueza de su familia, circunstancia que luego incidirá en su posterior carrera.

En este transitar educativo  la música, poesía y arte en general eran de poco interés, la formación era ética, moral, de trabajos manuales en el campo, administrativo.

Luego de la conquista de Grecia, la cultura Helénica influyo sobre la romana y en el ámbito de la educación se incorporaron estudios elevados. Muchos romanos ricos contrataban preceptores griegos para educar a sus hijos, muchos helenos se dedicaban a la poesía, retórica y música e incitaban a los jóvenes a viajar a Atenas y otro centro para perfeccionar sus estudios. Así el helenismo  se introdujo en las altas esferas sociales romanas

La educación en general había cambiado, si bien el niño se educaba con su madre hasta los 6 años, luego ingresaba a escuelas elementales en donde adquiría las primeras letras, ejercitaba la lectura, escritura y computo, la memoria tenía un gran peso en esta etapa. En una segunda etapa se concentraban en la gramática, en donde el maestro enseñaba griego y latín, con autores clásicos, literarios, históricos, biográficos, se apreciaban la crítica del texto, la cual se discutía en términos de valor y estilo, y en caso de ser necesario se corregían. En la tercera etapa se ejercitaba el uso de la palabra en público, la retórica se enseñanza en teoría y práctica en donde las prescripciones técnicas de ña declaración y composición eran minuciosas. A menudo se incitaba a los jóvenes iniciados en el saber patrio, a realizar viajes de estudio a Atenas, Rodas y Alejandría, para complementar su educación.

Los grandes educadores

El primer emperador que legisló en materia de educación fue Vespasiano, quien eximió de impuestos municipales a gramáticos y rétores. Llegó incluso a instituir en Roma dos cátedras oficiales de retórica latina y griega; el primer titular de la cátedra de retórica latina fue Marco Fabio Quintiliano, para quien la educación oratoria es la educación por excelencia. Defendía  la educación pública respecto de la privada (que al parecer en Roma se había afirmado entre los optimates), así como también, en general, sus críticas a la educación demasiado blanda que se daba en el seno del hogar. Condena el uso de los castigos corporales; manifiesta mayor respeto por el niño, pero con una exagerada importancia atribuida a la memoria y a la capacidad imitativa del niño.Por lo que se refiere a los estudios medios y superiores, Quintiliano hace suyo el ideal de Cicerón, que exige del orador una buena base cultural, que incluye historia y filosofía, y una profunda formación moral.

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