ORNAMENTO Y DELITO

«Hacerlo todo por una razón, hacerlo todo de modo que la razón resulte aparente y se justifiquen los medios en busca del fin es el primer principio del arte, en tanto que el primer principio de la moda es hacerlo todo sin más razón que la de hacer algo diferente»*

Las visiones integradoras de la modernidad han estallado en múltiples estrategias de "bajo perfil", donde el sueño de la comunidad transformada y redimida ya no cuenta. El privilegio de la razón instrumental, no sólo en la era industrial, sino también en las nuevas tendencias, sigue despojando el valor del ornamento en todo sentido.

La debilitación cultural y el tranquilo andar administrativo de las masas, que a su vez son menos pensadas como desafiantes debido a que han creado una situación basada indiscutiblemente en el principio de la moda. El arte parece llamado a ser la punta de este iceberg desorganizado e incomprensible en el que el uso de la ornamentación está situada entre contradicciones que debieran resolverse en pautas, a la apertura de un movimiento que va orientado hacia un nuevo futuro y se mueve con lentitud y rebeldía.

Tomando en cuenta la frase: “El hombre moderno que se tatúa es un delincuente o un degenerado”, surge en mí el siguiente cuestionamiento, ¿Podrá ser el ornamento todavía un instrumento que obligue el cambio en esta civilización? Quizás no. Pero estamos más al comienzo de algo que en el final. La práctica artística en la acción creadora, donde, la mínima acción, consiste en que cualquier movimiento se realice con el mínimo esfuerzo, gastando el mínimo de energía. En la composición arquitectónica, la mínima acción podría significar utilizar lo mínimo para hacer lo máximo, dirigida hacia la esencia de cada concepto y de cada forma.

No solo en la arquitectura sino en cada una de las artes, detrás de su movimiento, de sus formas, sus sonidos, sus colores, se ocultan cantidades que influyen directamente en la belleza y expresión de cada obra.

La ornamentación tal y como se efectúa hoy en día está en entredicho pues no puede sostenerse por mucho tiempo la tendencia a dilatar el presente y cancelar el futuro. El hombre moderno deberá superar sus propios arraigos de individualidad y despojarse en su totalidad para obtener orden y estabilidad.

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