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Perfil Del Agresor De Bullying


Enviado por   •  6 de Julio de 2014  •  3.114 Palabras (13 Páginas)  •  349 Visitas

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Perfiles de los participantes en las agresiones

No es difícil intuir las características de la figura del agresor y de la figura de la víctima en este proceso.

A nivel internacional, la OMS (Organización Mundial dela Salud), dicta tres criterios diagnósticos para categorizar el bullying:

La existencia de una o más de las conductas de hostigamiento internacionalmente reconocidas como tales. (El desprecio, el odio, la ridiculización, la burla, el menosprecio, los motes, la crueldad, la manifestación gestual del desprecio, la imitación burlesca son los indicadores de esta escala).

La repetición de la conducta que ha de ser evaluada por quien la padece como no meramente accidental, sino como parte de algo que le espera sistemáticamente en el entorno escolar en la relación con aquellos que lo acosan.

La duración en el tiempo, con el establecimiento de un proceso que va a ir minando la resistencia del niño y afectando significativamente a todos los órdenes de la vida: académico, afectivo, emocional y familiar.

Participantes

Los participantes de toda situación de Acoso Escolar son tres: los acosadores, la víctima y los espectadores. Se trata del denominado “Triángulo del Bullying”.

Agresor o Victima activa

Cabe aclarar que en la mayoría de los estudios realizados sobre este tema se menciona la necesidad de diferenciar distintos tipos de víctimas, incluyendo como victima al agresor.

Normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente. Posee un modelo agresivo en la resolución de conflictos, presenta dificultad de ponerse en el lugar del otro, vive una relación familiar poco afectiva, y tiene muy poca empatía.

Según los expertos criminalistas y psicólogos (Avilés, J.M.), un niño puede ser autor de Bullying cuando solo espera y quiere que hagan siempre su voluntad, cuando le gusta probar la sensación de poder, cuando no se siente bien o no disfruta con otros niños, si sufre intimidaciones o algún tipo de abuso en casa, en la escuela o en la familia, cuando es frecuentemente humillado por los adultos, o cuando vive bajo constante presión para que tenga éxito en sus actividades. Los agresores ejercen su acción contra su víctima de diversas formas: les golpean, les molestan, provocan, acosan con empujones y golpes, les nombran de una forma desagradable o despectiva, les generan rumores, mentiras o bulos, les aíslan del grupo, les ofenden y les anulan.

Normalmente, los jóvenes agresivos no agreden delante de los adultos, por lo tanto los profesores y padres desconocen la existencia de estos comportamientos agresivos y desafortunadamente no pueden hacer algo para detener a los agresores o ayudar a los jóvenes que están siendo agredidos. El comportamiento agresivo no es normal y no debe ser considerado como que “es cosa de niños.”

Tiene tendencia al abuso de poder y el deseo de intimidar y dominar, apoyados en una sensación de superioridad -sobre todo física hacia la víctima. Esta tendencia es persistente y termina provocando la consolidación de la conducta, con lo que se supera lo que podrían ser situaciones meramente episódicas. Es decir, los alumnos bully se caracterizan por una agresividad estable, que se configura como característica conductual y da como resultado, entre otros, la desadaptación y el distanciamiento de los objetivos escolares.

La materialización de lo anteriormente señalado es muy expresiva: agresiones a estudiantes débiles o indefensos, episodios de intimidación, la colocación de motes, las conductas ridiculizadoras, los golpes y empujones, los daños a las pertenencias de los compañeros. De nuevo debemos advertir que los alumnos bully pueden ser, en muchos casos, los meros organizadores, instigadores u ordenadores para que otros alumnos sean los actores directos de las conductas agresivas (no es impensable que alumnos víctimas se vean obligados a ello, dentro de su proceso de opresión y como búsqueda de un medio que les permita congraciarse con el agresor).

En definitiva, el alumno bully es físicamente fuerte, de igual o mayor edad que la víctima (recuérdese lo señalado acerca de su necesaria conciencia de superioridad cierta); necesita dominar, tener y sentir su poder. Por otra parte, su comportamiento presenta características que también pueden ayudar a su localización: tienen un temperamento fuerte, dado al enojo, poco dúctil al diálogo o a la modificación de pautas (lo asumen como una debilidad que atenta a su posición de dominio), lo que se materializa en una impulsividad que concreta actitudes desafiantes hacia los adultos; baja tolerancia a la frustración (lo que puede provocar un mayor ensañamiento con las víctimas si éstas oponen algún tipo de resistencia); su autoestima es baja, aunque ellos están convencidos de que sus actos les fortalecen y de que persistir en ellos ratifica y potencia su fortaleza, su capacidad de autoafirmación. Todo ello no es de extrañar que provoque otras consecuencias: las víctimas les ven como malvados y duros (en el fondo esto refuerza al alumno bully), es normal su temprana participación en otros comportamientos antisociales ajenos a la agresión concretada sobre una o varias víctimas.

Todo ello les hace poco soportados por el resto de alumnos, aunque su popularidad puede ser variable (no olvidemos que en determinados niveles y en determinados colectivos de alumnos la capacidad de oposición a la jerarquía académica o la capacidad de presión sobre los semejantes de los alumnos bully puede despertar cierta admiración, aunque no se comparta su manera de ser). Además, sobre todo en los cursos elevados de secundaria, una clara actitud negativa hacia la escuela pueda ser apreciada en estos alumnos.

El perfil de un agresor o víctima activa suele ser el siguiente:

Es frecuente que sean repetidores y de edad superior a la media de la clase.

Su rendimiento escolar es bajo.

Muestran una actitud negativa hacia la escuela.

Suelen ser más fuertes físicamente que sus víctimas.

Muestran poca empatía hacia las víctimas.

Presentan altos niveles de impulsividad.

Sienten la necesidad de dominar a otros mediante el poder y la amenaza.

Toleran mal las frustraciones.

Les cuesta aceptar las normas sociales.

Presentan una actitud hostil y desafiante con padres y profesores.

Perciben escaso apoyo y supervisión parental.

Informan de frecuentes conflictos familiares, de autoritarismo y hostilidad.

No acatan las normas sociales.

Tienen una opinión relativamente positiva de sí mismos: presentan una autoestima media o incluso

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