FEDÓN O LA INMORTALIDAD DEL ALMA

INTRODUCCIÓN:

Platón  es una de los principales personajes de la filosofía y al escribir aquellos diálogos dejo una gran herencia para la humanidad, en ellos se discuten diferentes temas a través de un cambio simple de preguntas y respuestas con el fin de llegar a evidenciar el error de una teoría por otro lado podían llegar a la verdad de un principio.

La mayoría de los diálogos escritos por Platón narran las enseñanzas de él padre de la filosofía Sócrates, de mismo modo Platón expone sus diferentes teorías.

El diálogo de “Fedón o la inmortalidad del alma” narra  la conversación filosófica que tuvo Sócrates con sus discípulos, durante las  últimas horas de vida del padre de la filosofía. Este diálogo difiere de  los demás porqué más que comparar ciertas teorías o principios, discuten sobre la  existencia de la inmortalidad del alma un tema muy complicado de tratar algunos podemos estar a favor de que el alma es inmortal y algunos más en contra.

Sócrates al igual que muchos otros personajes de la historia de humanidad han asegurado que  existe  la vida después de la muerte ¿Pero podrá ser esto verdadero? ¿Es posible que el cuerpo muera pero el alma no? En este diálogo Sócrates da argumentos muy convincentes   difíciles de contradecir porque ve este tema desde un punto tanto filosófico como ciertamente religioso.

Tal vez nunca lleguemos a conocer la verdad sobre la inmortalidad del alma o si la llegamos a conocer será algo complicado de compartir  lo que en verdad pasa puesto que la única manera de conocer la verdad seria morir y esperar a ver qué es lo que ocurre primero.

Este diálogo desde el primer momento te captura y no lo puedes dejar de leer hasta terminarlo.

FEDÓN O LA INMORTALIDAD DEL ALMA

Al principio del diálogo se señala como es que Sócrates murió mucho tiempo después de anunciada su sentencia pero como dicen no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague. El diálogo describe las últimas horas de vida de Sócrates, donde están la mayoría de sus discípulos y amigos  tanto extranjeros como de Atenas esperando su ejecución mediante la cicuta que es una planta toxica.

El dialogo entre Sócrates y sus amigos inicia con una pequeña reflexión  sobre el dolor y placer, el cómo  ambos están encadenados a seguir al otro, en este punto tiene razón  no importa cual vaya primero siempre llegara el momento de vivir el otro. Un ejemplo claro de esto los vemos en las relaciones amorosas primero puede llegar la felicidad y el placer de estar junto a una persona que te ama  pero casi siempre e indiscutiblemente  llega  el dolor de terminar esa relación formando un círculo vicioso entre estos dos haciendo imposible la existencia de uno sin el otro.

Sócrates le cuenta a sus amigos sobre como toda su vida ha tenido sueños en los cuales los dioses le dicen que se dedique a las bellas artes y según Sócrates trata de cumplir el mandato de los dioses para poder irse purificado de esta tierra lo cual crea un brecha para centrarse en el tema principal del diálogo que es la inmortalidad del alma. Puesto que Sócrates cree que existe la vida después de la muerte.

Un argumento que llama la atención es sobre el suicidio y como el cuerpo humano es una prisión del alma puesto que él dice lo siguiente: “los mortales están en su vida como en una suerte de "prisión" y no deben intentar escapar de ella. Los dioses son los amos y guardianes de los hombres y conviene no quitarse la vida hasta que el dios lo ordene”

Lo cual si nos vamos en el ámbito religioso la iglesia  ve con malos ojos lo que es el suicidio puesto que ellos dicen que Dios es el único capaz de concedernos la vida y de quitárnosla.

Sócrates lejos de asustarse y entristecerse  debido a su próxima muerte se encuentra  muy tranquilo y en paz, algo que no muchos haríamos en dicha situación pero tal vez los motivos para que el filósofo se encontrara en ese estado anímico  se debe a que el esperaba  encontrarse en el mas allá  con los mejores hombres y los dioses,  de que existe algo para los muertos, de esa forma conocería la verdad que tanto anhelaba.

...