Hombre y animal: una redefinición de los elementos salvajes y civilizados
Enviado por Samovar75 • 8 de Septiembre de 2019 • Ensayo • 2.806 Palabras (12 Páginas) • 118 Visitas
Hombre y animal: una redefinición de los elementos salvajes y civilizados
Por Santiago Morales Vargas
¿Qué es lo que nos hace humanos? Uno de los más grandes interrogantes de la filosofía desde que los hombres empezaron a reflexionar sobre sí mismos. Como humanos, no solo hemos tenido la necesidad de definir nuestra propia existencia, sino también de separarla del resto del mundo que habitamos. Sin embargo, aun cuando nos esforzamos por separar la naturaleza humana del mundo salvaje, hay momentos en los que este objetivo se convierte en una tarea borrosa y compleja; pareciera que demostrar una separación completa del entorno que nos rodea fuera una meta imposible, después de todo somos producto de una misma naturaleza que nos atrapa, y esto se hace notar en el instante en que el sentimiento desmesurado se apodera de nuestro ser. Por mucho que nos empeñamos en distanciarnos del mundo primitivo para probar nuestra humanidad, una pregunta se hace recurrente: ¿Qué relación nos mantiene atados a los comportamientos primitivos?
“El llamado de lo salvaje” de Jack London se adentra en el redescubrimiento del instinto primitivo y, aunque toda la historia se centra en el comportamiento de los animales, de maneras sutiles London nos permite ver analogías o similitudes sorprendentes entre estos y los comportamientos humanos. Antes de proceder a ofrecer ejemplos, sería oportuno pensar detenidamente en dos conceptos que serán de gran importancia a lo largo del ensayo: la percepción del sujeto civilizado y el ser salvaje.
El término “civilizado” es definido por el diccionario como el adjetivo que se le da a un ser que es capaz de comportarse de manera educada y correcta. Por lo tanto, entendemos a un ser civilizado como un sujeto que puede vivir en armonía en una sociedad de seres de su misma especie. Sin embargo, la paradoja se encuentra en que el ser más civilizado de todos, el hombre por supuesto, es de las pocas criaturas que, movido por intereses propios, es capaz de afectar a la sociedad que representa para él un ambiente sostenible, apto para su desarrollo. Somos testigos de esto cuando conocemos la existencia de criminales que lastiman a sujetos de su misma especie para su propio beneficio, cuando observamos las pésimas relaciones sociales en entornos laborales (o incluso académicos) altamente competitivos o en núcleos de actividad financiera como Wall Street. Esto nos puede llevar a pensar ¿qué tan civilizado es el sujeto que se define a sí mismo como civilizado? Es decir ¿verdaderamente podemos afirmar que hay valores inherentes a una sociedad civilizada, o debemos empezar a verla más bien como un ecosistema salvaje lleno de competidores que luchan entre ellos por la supervivencia?
Por otro lado ¿Qué es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra “salvaje”? La mayoría de personas, lo relacionará con ideas como el caos y el descontrol, la ferocidad, la crueldad, lo primitivo, o lo ajeno a las normas sociales. Posiblemente lleguen a nuestra memoria un par de dictadores, asesinos, uno que otro boxeador o incluso un conductor descuidado. De una u otra forma siempre que pensemos en lo salvaje llegarán a nuestra mente imágenes de riesgo. Por ejemplo, si nos referimos a un entorno salvaje como una jungla o un bosque, deberemos reconocer que son entornos, peligrosos y ampliamente competitivos. Todos estamos de acuerdo en que las condiciones extremas de estos lugares los hacen merecedores de todas las características que hemos mencionado. Sin embargo, el asunto es distinto cuando nos referimos a seres humanos. Podemos hablar de un animal no domesticado como un ser salvaje, pero no por esto le damos a este las características erráticas que sí le damos a un ser humano con la misma denominación. Cuando pensamos en una manada de lobos, por ejemplo, podemos pensar en un comportamiento agresivo al momento de una cacería, pero somos conscientes de que incluso unos seres tan peligrosos como estos son capaces de formar una sociedad estructurada con jerarquías que son respetadas por la manada. Si esto es así ¿podemos decir que hay aspectos civilizadores en el mundo animal salvaje?
Pareciera que ninguno de los dos conceptos mantiene su significado intacto en cuanto son utilizados para definir a humanos o animales. De hecho podríamos decir que, aun siendo antónimos, pueden llegar a ser parte el uno del otro en algunas ocasiones. A partir de las percepciones populares, y las contradicciones que despiertan, seremos capaces de ahondar en las respuestas que nos da Jack London a lo largo de su obra “El llamado de lo salvaje”. Observaremos entonces la manera en que el autor moldea ambos elementos, el concepto de lo salvaje y lo civilizado, aparentemente contradictorios entre sí, para formar una nueva idea de aquello que denominaremos comportamientos primitivos, o instintos, como factores básicos de la vida humana.
Al hablar de seres civilizados, el autor no reconoce una gran diferencia entre humanos y animales. Tanto si hablamos de Buck en su vida en la finca del juez Miller, como si nos referimos a Charles, Hal y Mercedes, nos daremos cuenta de que todos los personajes que podemos definir como “civilizados” comparten una serie de defectos, principalmente humanos que, situados en un entorno salvaje, se muestran como debilidades o defectos. Como por ejemplo el orgullo y la ira, que de hecho se condenan a lo largo de toda la obra.
Estos personajes son retratados desde el principio mediante un aspecto que define su personalidad: el orgullo. El orgullo es la mayor debilidad de estos personajes pues este sentimiento habitual del ser civilizado es innato y desemboca en otras desventajas que impiden su supervivencia en el mundo salvaje, el único mundo que verdaderamente importa a los ojos de London. Al inicio del libro la voz narrativa describe a Buck, el personaje principal, desde la elevada percepción que tiene de sí mismo. Aunque se salva de ser un consentido perro doméstico gracias al ejercicio, la vida al aire libre y actividades como la caza en compañía de los hijos del juez, también es descrito como un personaje egoísta y orgulloso. En la propiedad del juez Miller se posiciona como un “monarca” sobre todos los demás animales, y el trato preferencial que recibe de todos estos hace que le sea imposible adaptarse al rol un perro del común. Esto es una desventaja cuando se ve obligado a enfrentarse a un mundo que no está dispuesto a tratarlo con respeto, solo por la posición acomodada que ocupa en un espacio en el que vive rodeado de privilegios.
El orgullo desemboca en dos debilidades que dificultan la supervivencia: la ira y la testarudez. Cuando Buck es robado por el jardinero del juez Miller, se ve en una situación en la que es tratado con una rudeza e irrespeto que nunca había creído que tendría que experimentar. Esto despierta en él una ira ciega cuya violencia es más peligrosa para aquel que la siente, que para aquellos que la despiertan. Tenemos como ejemplo de esto el encuentro entre Buck y el que es llamado “el hombre del jersey rojo”:
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