MARCO TEÓRICO EDUCACIÓN AFECTIVO-SEXUAL

4. CONCEPTOS BÁSICOS

Para poder comprender de manera efectiva la propuesta de innovación educativa que planteamos en el presente proyecto es necesario profundizar en algunos conceptos que procederemos a explicar a continuación.

El término “sexualidad” fue empleado por primera vez alrededor del siglo XIX (Lameiras, Carrera y Rodríguez, 2013), desde este momento ha evolucionado hasta definiciones como la que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006), donde sexualidad se entiende como uno de los aspectos más significativos del ser humano, porque se encuentra presente a lo largo de toda la vida. Concentrado factores biológicos, psicológicos, sociales, políticos, económicos, culturales, legales, éticos, históricos, religiosos y espirituales (Álvarez-Conde y Rodríguez-Castro, 2017).

Teniendo en cuenta esto, podemos definir la sexualidad como una dimensión de la personalidad construida y vivida a lo largo de todo el ciclo vital de una persona desde el nacimiento (Bedoya, 2013). Estando compuesta por un conjunto de conceptos, pensamientos, emociones, necesidades, actitudes, sentimientos y comportamientos que conforman el hecho de ser psicológica y físicamente “sexuado” (González y Castellanos, 2003).

Según Bedoya (2013) y Batista (2015), tradicionalmente se han identificado como componentes psicológicos de la sexualidad la identidad de género, los roles de género y la orientación sexual. Por consiguiente, entendemos que la sexualidad implica mucho más que genitalidad o relaciones sexuales. Haciendo pues referencia a la construcción que realiza la persona de sí misma como hombre o como mujer a lo largo de su proceso evolutivo, confeccionando por tanto una condición inherente a todos los seres humanos que constituye un derecho que debemos garantizar a toda costa (Bedoya, 2013).

El género por su parte podemos entenderlo como el conjunto de ideas, formas, destrezas y mandatos sociales que una cultura desenvuelve en torno a la diferencia biológica y anatómica entre mujeres y hombres para figurar lo que es propio de cada uno de ellos (femenino y masculino) (Lamas, 2013). Entendido esto, necesitamos diferenciar el género del sexo, el cual es definido por Rosales y Salinas (2017) como el conjunto de particularidades físicas, biológicas, anatómicas y fisiológicas del ser humano, que asignan éste a uno de los polos dentro de la dualidad hombre-mujer. En definitiva, el sexo se establece de manera natural y conforma una condición biológica con la que nacemos (Mercado, 2018). 

En base a esto y entendiendo que sexo y género conforman dos realidades diferentes, Martell, Ibarra, Conteras y Camacho (2018) diferencian tres categorías en cuanto a la propia identificación con el sexo. En primer lugar, encontramos el sexo biológico que hace referencia a la condición física y corpórea de una persona. En segundo lugar, podemos hablar de sexo psicológico entendido como el proceso en el que la persona toma conciencia de pertenecer a un sexo específico, pudiendo coincidir esto o no con el sexo biológico. Finalmente, el sexo sociológico es aquel que se le atribuye a una persona en el momento de su nacimiento basándose en su sexo biológico.

Tradicionalmente, los llamados roles sexuales de género han sido creados por las culturas tomando como base la sexualidad, traduciéndose esto en una guía comportamental para hombres y mujeres dentro de una sociedad (Bejarano y Mateo, 2014). Actualmente, nuestra sociedad está mucho más concienciada respecto al proceso que supone adquirir la propia identidad independientemente del sexo que se ha adquirido al nacer (Mercado, 2018). Creando una serie de identidades sexual diversas que Granados, Hernández y Olvera (2017) han clasificado en personas cisgénero, transgénero y transexuales.  

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