Adrenocromo
Enviado por Edwin Zuñiga • 20 de Abril de 2020 • Resumen • 2.176 Palabras (9 Páginas) • 139 Visitas
El adrenocromo es un producto de la oxidación de la adrenalina. La semicarbazona de adrenocromo también se conoce como carbazocromo y se usa como fármaco para reducir el sangrado capilar. Aunque una leyenda urbana sobre el adrenocromo le achaca propiedades como droga psicodélica, no existe estudio que sostenga tal mito.
Algunos estudios de mediados del siglo XX han indicado que el adrenocromo se metaboliza a partir de una de dos sustancias: el dihidroxi-indol o la adrenolutina. El dihidroxi-indol puede balancear la ansiedad y los efectos depresivos de la adrenalina, para reducir la tensión y la irritabilidad. Sin embargo, el procesamiento defectuoso del adrenocromo favorece la generación de la adrenolutina, sustancia tóxica que se combina con el adrenocromo. La combinación adrenocromo-adrenolutina, que fue hipotetizada por Abram Hoffer y Humphry Osmond, resulta de la interrupción de los procesos químicos habituales del cerebro. Esta interrupción, según su hipótesis, es quizá la responsable de la sintomatología de la esquizofrenia.[cita requerida] Esta teoría ha sido rechazada durante largo tiempo por la industria médica establecida, ya que carece de base alguna que la sustente.
Una solución de adrenocromo puede sintetizarse a través de un proceso que involucra probablemente una suspensión de adrenalina en una solución acuosa (probablemente agua para suspender y trazas de HCl para disolver). Pueden agregarse óxido de plata o catecol oxidasa para el proceso de oxidación requerido, y la solución debe filtrarse, para remover el adrenocromo.
Se dice, se cuenta, se comenta que el adrenocromo no existe, que existe; que produce efectos psicoactivos, que no los produce; que esto, que aquesto y lo de más allá; que ni lo uno, ni lo otro sino todo lo contrario…. ¿Qué será... será, pues, y qué hará o qué dejará de hacer esta sustancia? Sigan ustedes leyendo y, muy pronto, lo sabrán.
El adrenocromo es un producto tan intrigante como inquietante. Su rastro se deja ver en las más variadas ramas de la cultura popular, desde las más freaks y marginales hasta las puramente científicas y académicas; y sus supuestos efectos se asocian, de forma invariable, con los aspectos más perturbadores de nuestra existencia: el delirio, la locura, la violencia extrema, los sacrificios rituales, el canibalismo…
Sigamos, por tanto, la pista de tales referencias culturales y veamos qué podemos concluir en razón de las mismas:
1 – ¿Se acuerdan ustedes de La naranja mecánica, aquella anti-utopía ultra-violenta en la que el malo, el verdugo, es reeducado hasta ser convertido en el chico bueno y, al mismo tiempo, en la víctima final del cuento? Pues, lo recuerden o no, les refrescaremos la memoria haciéndoles saber que así es como comienza la celebérrima obra de Anthony Burgess:
-¿Y ahora qué pasa, eh?
Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco. El bar lácteo Korova era un mesto donde servían leche-plus, y quizás ustedes, oh hermanos míos, han olvidado cómo eran esos mestos, pues las cosas cambian tan scorro en estos días, y todos olvidan tan rápido, aparte de que tampoco se leen mucho los diarios. Bueno, allí vendían leche con algo más. No tenían permiso para vender alcohol, pero en ese tiempo no había ninguna ley que prohibiese las nuevas vesches que acostumbraban meter en el viejo moloco, de modo que se podía pitearlo con velocet o synthemesco o drencrom o una o dos vesches más que te daban unos buenos, tranquilos y joroschós quince minutos admirando a Bogo y el Coro Celestial de Angeles y Santos en el zapato izquierdo, mientras las luces te estallaban en el mosco. O podías pitear leche con cuchillos como decíamos, que te avivaba y preparaba para una piojosa una-menos-veinte, y eso era lo que estábamos piteando la noche que empieza mi historia.
Interesante… ahora bien, el relato sobre las aventuras y desventuras de Alex y sus drugos es pura ficción, de tal manera que de poco más que para abrir boca nos sirve para nuestros propósitos como cazadores de mitos. Pasemos, pues, a la siguiente referencia.
2 – Aquí está. Sin lugar a dudas, la más conocida y renombrada a cerca de esta sustancia y la que más ha contribuido a avivar la mitología que le rodea en el ámbito de la incultura, subcultura o cultura de las drogas –como más gusten ustedes denominarla-:
«Toma un poco de lo que hay en esa botella marrón en mi neceser de afeitado».
« ¿Qué es?»
«Adrenocromo», dijo. «No necesitarás mucho. Te valdrá con un poquito de nada».
Cogí la botella y mojé la cabeza de una cerilla de papel en ella.
«Así está bien», dijo. «Esa mierda hace que la mescalina pura parezca cerveza sin alcohol. Te volverás completamente loco si tomas demasiado».
Lamí la punta de la cerilla.
« ¿Dónde has conseguido esto?» Pregunté. «No se puede comprar».
«No te preocupes», dijo. «Es absolutamente puro».
Sacudí mi cabeza tristemente. « ¡Jesús! ¿Qué tipo de cliente monstruoso has cogido esta vez? Sólo hay una única fuente para esta mierda».
Él asintió.
«Las glándulas de adrenalina de un ser humano vivo», dije. «No hace efecto si lo consigues de un cadáver».
«Lo sé», contestó. «Pero el tío no tenía dinero en efectivo. Es uno de esos freakies del satanismo. Me ofreció sangre humana –me dijo que me colocaría más de lo que lo haya estado jamás en mi vida», se rió. «Pensé que estaba de coña, así que le dije que preferiría una onza o así de adrenocromo puro o, tal vez, una glándula fresca de adrenalina para mascar».
Ya podía sentir la droga haciendo su efecto. La primera oleada se asemejaba a una combinación de mescalina y methedrina. «Quizá debería darme un baño», pensé.
«Si», decía mi abogado. «Empalaron a ese tío por abusar de menores, pero él juraba que no lo había hecho. "¿Por qué iba a follar con niños?", decía; "Son demasiado pequeños"». Se encogió de hombros. «Cristo, ¿qué podía decir? Incluso un maldito hombre-lobo tiene derecho a representación legal…»
«Jesús, esa mierda te está pegando fuerte, ¿no?»
Traté de sonreír.
«Bueno… no hay nada peor… no, esto es lo peor…» Me era difícil mover las mandíbulas; sentía mi lengua como magnesio ardiente. «No… nada de lo que preocuparse», dije entre dientes. «Tal vez si pudieras simplemente… meterme en la piscina o algo así…».
«Maldita sea», dijo, «has tomado demasiado. Estás a punto de explotar. Jesús, ¡mira tu cara!»
No podía moverme. Parálisis total. Tenía cada músculo contraído. Ni siquiera podía mover los globos oculares, menos aún girar la cabeza o hablar.
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