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Derecho Agrario


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  6.193 Palabras (25 Páginas)  •  260 Visitas

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CONSIDERACIONES QUE ATAÑEN A LAS CIENCIAS

El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aún aquellos que son más difíciles de contentar en todo lo demás, no acostumbran a desear más del que tienen.

…la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por distintas vías y no consideramos las mismas cosas.

Así, pues, mi propósito no es enseñar aquí el método que cada cual debe seguir para conducir bien su corazón, sino solamente mostrar de qué manera he tratado yo de conducir el mío. Los que se meten a dar preceptos deben estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan, y si cometen la más pequeña falta se hacen por ella censurables.

Fui alimentado en las letras desde mi infancia, y, como me aseguraban que por medio de ellas se podía obtener un conocimiento claro y seguro de todo lo que es útil para la vida, tenía un deseo extremado de aprenderlas. Pero, tan pronto como hube acabado el ciclo de estudios a cuyo término se acostumbra a ser recibido en el rango de los doctos, cambié enteramente de opinión, pues me encontraba embarazado de tantas dudas y errores que me parecía no haber obtenido otro provecho, al tratar de instruirme, que el de haber descubierto más y más mi ignorancia.

No dejaba, empero, de estimar los ejercicios que se practican en las escuelas. Sabía que las lenguas que en ellas se aprenden son necesarias para el entendimiento de los libros antiguos; que la ingeniosidad de las fábulas estimula el espíritu; que las acciones memorables de la historia lo elevan, y, leídas con discreción, ayudan a fomentar el juicio…etc.

Estimaba mucho la elocuencia y estaba prendado de la poesía, pero pensaba que una y otra eran dones del espíritu más bien que frutos del estudio.

Me complacían, sobre todo, las matemáticas, a causa de la certeza y evidencia de sus razones…

Por lo que respecta a las otras ciencias, por cuanto toman sus principios de la filosofía, juzgaba que no se podría haber edificado nada sólido sobre cimientos tan poco firmes… y lo que yo deseaba siempre extremadamente era aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar co seguridad en la vida.

Pero, después de haber empleado algunos años en estudiar de esta manera en el libro del mundo y en tratar de adquirir alguna experiencia, un día tomé la resolución de estudiar también en mi mismo y de emplear todas las fuerzas de mi espíritu en elegir el camino que debía seguir, lo que conseguí, según creo, mucho mejor que si no me hubiese alejado nunca de mi país y de mis libros.

SÍNTESIS.

Describe cómo luego de terminar sus estudios, descubre que tiene más dudas que certezas, aunque valora las ciencias que se enseñan en la escuela, no logra, por medio de ellas separar lo verdadero de lo falso de modo de descubrir un método que le permita caminar con seguridad por la vida. Decide alejarse de su país y de sus libros para estudiarse a sí mismo y descubrir esas verdades.

SEGUNDA PARTE

PRINCIPALES REGLAS DEL MÉTODO

Estaba yo entonces<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> en Alemania… disponiendo de un completo vagar para entregarme a mis pensamientos. Y uno de los primeros, entre ellos, fue el ponerme a considerar que frecuentemente no hay tanta perfección en las obras compuestas por varias piezas y hechas por la mano de diversos maestros como en las que han sido trabajadas por uno solo.

Así, se ve que los edificios planeados y terminados por un mismo arquitecto son casi siempre más bellos y mejor ordenados que los que han intentado recomponer varios, aprovechando para ello viejos muros que habían sido construidos para otros fines.

Y de la misma manera, pensaba que las ciencias de los libros, al menos aquellas cuyas razones no son más que probables y que carecen de demostraciones, habiendo sido compuestas y acrecentadas poco a poco con opiniones de varias personas diferentes, no se aproximan tanto a la verdad como los simples razonamientos que un hombre solo puede hacer naturalmente acerca de las cosas que se le ofrezcan.

Verdad es que no vemos derribar todas las casas de una ciudad con el único fin de reconstruirlas de otra manera para hacer más bellas las calles; pero sí es frecuente que algunos derriben las suyas para reedificarlas, viéndose, a veces, incluso, obligados a ello, cuando están en peligro de caerse por sí mismas y cuando sus cimientos no son muy firmes. A ejemplo de lo cual me persuadí de que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado cambiándolo todo en él, desde los fundamentos y derrocándolo para volverlo a edificar; ni tan siquiera que intentase reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para enseñarlo; pero, en lo que atañe a las opiniones que había yo admitido en mi creencia, pensé que no podía hacer cosa mejor que intentar por una vez suprimirlas todas, a fin de colocar en su lugar, bien otras mejores, o bien las mismas, una vez ajustadas al nivel de la razón. Y creí firmemente que, por este medio, lograría conducir mi vida mucho mejor que si no edificaba más que sobre viejos cimientos y no me apoyaba más que en los principios que me había dejado inculcar en mi juventud, sin haber examinado nunca si eran verdaderos.

Mi propósito no se extendió nunca más allá del intento de reformar mis propios pensamientos y de edificar en un terreno enteramente mío.

El mundo está compuesto casi exclusivamente de dos clases de ingenios, a los que no conviene en modo alguno, a saber: de los que creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden evitar el precipitar sus juicios, ni tienen bastante paciencia para conducir ordenadamente todos sus pensamientos y los que, poseyendo bastante razón o modestia para comprender que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otros, por los cuales pueden ser instruidos, deben conformarse con seguir las opiniones de estos otros, más bien que buscarlas mejor por si mismos.

Por lo que a mi toca, hubiera sido sin duda del número de estos últimos, si no hubiese tenido nunca más que un solo maestro o no hubiese conocido las diferencias que en todo tiempo existieron entre las opiniones de los más doctos.

En lugar del gran número

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