La importancia de la enseñanza de la historia en la escuela primaria
Enviado por caty2 • 17 de Enero de 2014 • Trabajo • 1.959 Palabras (8 Páginas) • 387 Visitas
Ensayo
La historia responde al interés en conocer nuestra situación presente. Porque, aunque no se lo proponga, la historia cumple una función: la de comprender el presente. Desde las épocas en que el hombre empezó a vivir en comunidad y a utilizar un lenguaje, tuvo que crear interpretaciones que pudieran explicarle su situación en el mundo en un momento dado. Muchos mitos intentan trazar el origen de una comunidad, con el objeto de explicar por qué se encuentra en determinado lugar y en tales o cuales circunstancias. Algunos pueblos invocan leyendas para dar razón de la presencia de la tribu en un paraje y de su veneración por algún lugar sagrado, por ejemplo: los primeros ancestros surgieron del fondo de la tierra por una cueva situada en el centro del territorio de la tribu. Otros pueblos atribuyen su origen a un antepasado divino, más o menos semejante al hombre, cuyas actividades, fundadoras de costumbres o instituciones, narran los mitos.
Esta función que cumplía el mito en las sociedades primitivas la cumple la historia en las sociedades desarrolladas. A menudo la conexión de hechos es interpretada como una explicación y el antecedente en el tiempo, como causa.
La historia nacería pues, de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. En este sentido, la historia admite que el pasado da razón al presente; pero, a la vez, supone que el pasado sólo se descubre a partir de aquello que explica: el presente. Cualquier explicación empírica debe partir de un conjunto de hechos que no están presentes, pero debemos suponer para dar razón de los primeros.
La historia en la escuela primaria intenta dar razón de nuestro presente concreto; ante él no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propósitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente. Debajo de ella se muestra un doble interés: interés en realidad, para adecuar a ella nuestra acción, interés en justificar nuestra situación y nuestros proyectos; el primero es un interés general, propio de la especie, el segundo es particular a nuestro grupo, nuestra clase, nuestra comunidad.
Los requerimientos de la vida presente que nos llevan a investigar los antecedentes históricos no son individuales. Si lo que trato de explicar es una situación conflictiva personal, ello llevará a indagar en mi biografía; podrá ser un estímulo para hurgar en mi pasado. Este estímulo estaría en la base de un análisis psicológico, pero no me conduciría a la historia. Las situaciones que nos llevan a hacer historia rebasan al individuo, plantean necesidades sociales, colectivas, en las que participa un grupo, una clase, una nación, una colectividad cualquiera.
La enseñanza de la historia en la escuela primaria es importante para comprender, por sus orígenes, los vínculos que prestan cohesión a una comunidad humana y permitirle al alumno asumir una actitud consciente ante ellos. Esa actitud puede ser positiva: la historia sirve, entonces, a la cohesión de la comunidad; es un pensamiento integrador; pero puede también ser crítica. Porque al igual que la filosofía, la historia puede expresar un pensamiento de reiteración y consolidación de los lazos sociales o, a la inversa, un pensamiento de ruptura y de cambio.
Investigar las facultades cuyo ejercicio implica el estudio de determinada asignatura, fija el valor relativo que tiene esa asignatura como instrucción y como educación, y deducir de ello el lugar que le corresponde en un programa racional de estudios, es el primer problema que hay que resolver para emprender con provecho el estudio metodológico que cualquier materia de enseñanza.
Según el autor Enrique Rébsamen (1904):
“A fines del siglo XVIII encontramos la Historia como ramo especial de enseñanza, en un número muy reducido de escuelas primarias, mientras que hoy esta asignatura figura en los programas de todos los países civilizados. Este cambio se debe a la convicción general del gran valor, no instructivo, pero sí educativo de nuestra materia. Como instrucción, es decir, para suministrar conocimientos de utilidad práctica para la vida, el estudio de la Historia es indudablemente inferior al de la Geografía, la Geometría, la Aritmética, etc.: pero como educación intelectual casi las iguala y como educación moral es incomparablemente superior”.
El estudio de la Historia en la escuela primaria atiende a los fines formal e ideal de la enseñanza, ya que en cuanto a las facultades intelectuales, pone en actividad la memoria (para retener los hechos), la imaginación (para imaginarse los grandes personajes históricos y los lugares donde se verificaron los sucesos), el juicio y raciocinio (para descubrir las relaciones de causalidad de los sucesos entre sí).
Por lo que respecta a las facultades estéticas, no habrá tal vez otro ramo que tanto se preste para despertar en el niño los sentimientos de verdad, justicia y belleza, para inculcarle el amor por la patria y la humanidad.
Debemos de insistir aún más en el gran valor de la Historia para la educación moral y cívica del niño. Se ha dicho, y con razón, que el mejor maestro de moral es el ejemplo. En esto estriba la influencia duradera que tiene sobre el ser moral de los niños la clase de Historia, cuando se enseña bien. En ella se presentan infinidad de ejemplos de generosidad y abnegación, de todas las grandes virtudes morales y cívicas; pero a la vez no faltan tampoco ejemplos de egoísmo, y de tiranía. Por medio de estos ejemplos se despertará desde luego en los niños el amor por lo bueno, lo noble y lo bello, y el odio o la aversión a lo malo. No basta, sin embargo, despertar estos sentimientos, es necesario que enseguida este entusiasmo por los héroes de la patria y la humanidad se convierta en voliciones y actos. Esto lo consigue el buen maestro fácilmente, valiéndose de la tendencia a la imitación tan desarrollada en los niños. Hacer que nuestros alumnos no sólo manifiesten veneración por nuestros grandes hombres, sino que procuren imitar los buenos modelos
...