Relacion Medico Paciente
Enviado por cecitasan • 3 de Enero de 2013 • 3.159 Palabras (13 Páginas) • 715 Visitas
Relación médico-paciente y tecnología médica:
Una visión personalista
INTRODUCCIÓN
La ciencia y la técnica ofrecen hoy, como nunca antes, enormes
posibilidades de modificar la realidad en que vive el
hombre –y también al propio hombre-. La tecnología médica
es cada vez más capaz de introducirse en los eventos más
esenciales del ser humano: el origen de la vida; el inicio y la
calidad de la misma; la salud y la enfermedad; el dolor, el
sufrimiento y la muerte. En el cambiante contexto cultural,
sociológico, económico y político del mundo actual, el concepto
de salud ha adquirido nuevas connotaciones1, al igual
que nuestra interpretación del derecho a recibir asistencia
sanitaria por parte de todos los seres humanos sin excepción:
En 1978, la Conferencia de Alma-Ata, asumiendo las conquistas
de la sociología médica, definió un sistema de tres
niveles de salud (primario, secundario y terciario) y vinculó
el concepto de “Salud para todos en el 2000” al nivel primario,
que definió como aquel que permite una vida económica y
socialmente productiva. Es decir, que si en la definición de 1946
la salud se identificaba con bienestar, en esta declaración se
identifica con productividad: de un bien de consumo, pasa a ser
un bien de producción2. Sin embargo, estas grandes posibilidades
que se abren ante nosotros, tienen también su lado
oscuro: si bien es cierto que esos progresos han cambiado el
destino del hombre, a veces nos preguntamos si siempre y
en todos los casos, lo han mejorado. Sin hablar de las muchas
–y bien conocidas- circunstancias negativas, de orden
político, económico y social, que imperan en el mundo de
hoy, la propia medicina parece haberse vuelto prepotente y
se ha alertado contra el peligro de su despersonalización;
hay quien ha afirmado que “nunca como en este momento,
estuvo la ciencia médica tan cercana a la enfermedad y tan
lejana del enfermo”3. Al mismo tiempo, la insatisfacción entre
los pacientes se puede apreciar en el aumento de críticas
–e incluso demandas- por mala praxis y la búsqueda de terapias
alternativas a las clínicamente establecidas. Esta es, sin
duda, una de las grandes antinomias del mundo sanitario en
los comienzos del siglo XXI.
Se hace evidente, por todo lo anteriormente expuesto,
la necesidad de establecer una visión única, integradora,
de la persona, que se plantee ante todo no subestimar la
condición humana del paciente. La atención sanitaria desarrolla
su servicio precisamente muy cercana a la perso-
Dr. Jorge H. Suardíaz Pareras1
na, al servicio de sus bienes más preciados. Es por ello
que este campo de ejercicio profesional experimenta hoy
los embates y tensiones del proceso de deshumanización
que sufre nuestra sociedad global. A continuación, se
intentará hacer una somera revisión de los retos y perspectivas
a las que nos enfrentamos, en la búsqueda de
una atención sanitaria verdaderamente humanizada.
DESARROLLO
En evidente contraste con los triunfos de la ciencia médica,
asistimos también a una creciente insatisfacción, tanto del paciente
como del médico. La raíz de ello, siguiendo a E.
Pellegrino, pudiera estar en el hecho de que la medicina se
define por su finalidad y no por los elementos que la integran:
su finalidad estriba en preservar o restablecer la salud y por
ello se trata de una actividad beneficiente que, para ser llevada
a cabo necesita, sin duda, interiorizar determinados conocimientos
de orden teórico y dominar determinadas técnicas;
sin embargo, no son aquellos ni estas los que definen su esencia,
sino su sentido y razón de ser, profundamente humanos4.
No son pocos los médicos que reconocen que la técnica
sofisticada, el lucro y el prestigio asociados a la medicina ya
no satisfacen plenamente; más bien sienten un vacío interior y
una fatiga existencial en su práctica cotidiana. Cabe preguntarse
entonces qué está ocurriendo en la medicina contemporánea
y, más puntualmente, en la relación médico-paciente (RMP)
en sí misma. La respuesta a esta pregunta contribuirá a explicar,
en un sentido básico, la insatisfacción reinante en el cuidado
del orden de la salud y la vida, un servicio ligado en
todas las épocas al bienestar humano y enmarcado en su correspondiente
contexto cultural5.
La práctica médica actual detenta como nunca antes
un insospechado poder sobre las personas6. Ese poder,
en ausencia de claros referentes éticos, puede conducir
al vértigo del dominio y de la manipulación, en lugar del
servicio noble que está realmente llamada a ser. Y es
precisamente en el contexto de las prácticas sanitarias
donde el abandono de la condición humana del enfermo,
así como del proceso salud-enfermedad produce las consecuencias
más negativas. En la introducción a la instrucción
Donum vitae, el entonces cardenal Joseph
Ratzinger escribió que “si bien en una perspectiva puraII
BIOÉTICA SUPLEMENTO / ENERO - ABRIL 2011
mente científica el cuerpo humano puede considerarse y
tratarse como un complejo de tejidos, órganos y funciones,
a aquel que lo mira con ojo metafísico, esta realidad
aparece de modo esencialmente distinto, pues se sitúa de
hecho en un grado de ser cualitativamente superior”7. Es
decir: no puede reducirse la cuestión de la salud humana
a su aspecto naturalista-biológico. Y mucho menos a una
cuestión de estadísticas sanitarias, propagandas políticas
o criterios economicistas de carácter comercial. Se ha dicho
que “una práctica sanitaria incapaz de una sistemática
intención antropológica está destinada inevitablemente a
transformarse de práctica sanante en práctica
enfermante”8. Por otra parte, el uso correcto de las tecnologías
médicas de punta exige no sólo la humanización
del personal que las maneja, sino también una comprensión
más cabal de sus usos y limitaciones; y esto es más
un problema social y ético que tecnológico. Tenemos,
por lo tanto, ante nosotros un conjunto de problemas
nuevos y muy complejos y unas contradicciones muy distintas
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