Relacion Medico Paciente
Enviado por ac88 • 28 de Abril de 2013 • 1.463 Palabras (6 Páginas) • 538 Visitas
RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE
Aspectos Éticos y Antropológicos
Dr. Francisco Maglio
A nivel de la relación médico-paciente, la medicina antropológica como concepción filosófica “holística” del ejercicio de la medicina, considera a las personas en general y a los pacientes en particular como seres bio-psico-sociales.
Desde esta concepción la relación médico-paciente es un proceso, un “continuum”, con tres características fundamentales:
a.- Empatía: Freud señalaba y advertía en 1890 en su obra “Tratamiento psíquico, tratamiento del alma” que los afectos tienen mucho que ver con la resistencia a las infecciones. Cien años después la psico-inmunología ha confirmado la importancia de los afectos en el desarrollo del sistema inmunológico. El paciente (como cualquier persona) necesita ser querido y además que se lo demuestren.
b.- Aceptación: me refiero a la aceptación “moral”, esto es, interesarnos por lo que el enfermo hace y no por lo que el enfermo es.
Aseguraba Maimónides que la medicina debe señalar lo beneficioso y advertir sobre lo dañino, pero no debe obligar a lo primero y condenar a lo segundo. La moral en medicina nos debe guiar para ser cada vez más justos con los enfermos, pero no convertirnos en jueces de los mismos.
c.-Veracidad: no hay justificación ética para la mentira, no obstante se debe considerar que así como el paciente tiene derecho a saber, hay ocasiones que tiene derecho a no saber y esto debe ser respetado ( a no ser que ese no saber dañe a terceros, por ejemplo, un análisis positivo para VIH). En todos los casos de pronóstico severo la verdad tiene que ser expresada en forma escalonada y soportable ya que es tan perjudicial una conspiración del silencio (tipo “La muerte de Iván Illich” de Tolstoi) como un “encarnizamiento” informativo (a veces hay diagnósticos que son “fusilamientos”)
Para el ejercicio de este tipo de relación médico-paciente es necesario ejercer ciertas virtudes. En primer lugar la integridad, esto es, ser fieles a esa “confianza que se entrega a una conciencia”.
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La otra es la ecuanimidad: todos los pacientes son iguales y debemos tratarlos en consecuencia.
En palabras de Petrarca: “un médico ecuánime es aquel que atiende al último de los siervos con la misma diligencia que atiende al Papa”
La virtud del respeto
Un paciente es ante todo una persona y como tal (en sentido Kantiano) tiene dignidad y no precio, es un fin en sí mismo y no un medio, es sujeto y no objeto. En base a esto, privilegiar la confidencialidad, la privacidad y la autonomía.
Una forma de respetar al enfermo es escucharlo. Estamos acostumbrados (mal acostumbrados) al “interrogatorio” y ésta es una palabra muy connotada de autoritarismo y castigo. Hay que desestructurar el interrogatorio y convertirlo en un “escuchatorio”, valga el neologismo. Pero una escucha activa, esto es, ocuparnos y “preocuparnos” por lo que dice el enfermo; escuchar (no simplemente oír) sus palabras desde su propia perspectiva más que de la nuestra.
A este tipo de escucha se refiere uno de los aforismos hipocráticos cuando afirma “muchos pacientes se curan solamente con la satisfacción que les produce un médico que los escucha”
Pero esta forma de escuchar debe ir más allá de lo biológico, debe interesarse por lo biográfico para conocer los proyectos de vida del enfermo.
Este conocimiento es fundamental porque se puede considerar que en términos antropológicos una persona se enferma cuando ve interrumpido su proyecto de vida.
En consecuencia, si lo ayudamos en ese proceso. Además de curar lo estamos “sanando”: la “tekné” y el “medeos”.
Todo lo mencionado puede resumirse en el epitafio del Dr. Truddeau del siglo XI d.C.: “Curar a veces, aliviar a menudo, confortar siempre”. Pero confortar no es simplemente la “palmadita” en el hombro, a veces esto se parece más a lástima.
Confortar, en el sentido antropológico, es comprometerse a ayudar al enfermo en la búsqueda del significado de su sufrimiento, porque cuando se
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tiene una idea sobre ese significado se deja de sufrir, quizás siga el dolor, pero solamente el físico, y para éste tenemos los analgésicos.
Este acompañar al paciente en esa búsqueda del sentido de su sufrir, es nuestro gran compromiso, el arte supremo de la medicina, pero acompañarlo en la búsqueda de su propio significado, no del nuestro.
Dicho significado nos permitirá conocer la forma cómo el paciente simboliza su enfermedad y, en consecuencia, actuar con la “eficacia simbólica) completando y enriqueciendo la eficacia biológica.
Desde Hipócrates hemos estado al lado del paciente, llegó la hora de estar del lado del paciente.
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