El Hombre En Busca De Sentido
Enviado por KGMF • 5 de Mayo de 2015 • 3.286 Palabras (14 Páginas) • 233 Visitas
El HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO
Viktor Frankl
Ensayo
Por: Karen Guadalupe Mata Flores
Asesor: Marcos Gilberto Meza García
Filosofía I
EMSaD 28
¨El hombre en busca de sentido¨ es un libro de experiencia y supervivencia del mismo autor, el psicólogo Viktor Frankl mientras fue prisionero por mucho tiempo de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial.
Viktor Frankl cuenta la multitud de pequeñas torturas que sufrían los prisioneros y como día a día era más difícil poder sobrevivir en un lugar así, con tantísimas limitaciones, precarices, maltratos excesivos etc.
Estas experiencias lo llevaron al descubrimiento de la logoterapia que fue un análisis existencial de las personas en el campo, es decir, cuál era su razón de existir, de seguir viviendo. Para algunos eran sus hijos, para otros un talento o una habilidad sin explotar, para algunos otros era solo unos cuantos recuerdos que merecían ser rescatados del olvido.
El autor trata de buscarle sentido a las cosas que sucedían en el campo, porqué se pretendía seguir viviendo, o aceptar si la vida era digna de vivirse.
Primera fase
El prisionero 119.104 Viktor Frankl. Un prisionero más de los campos de concentración. Sin nombre ni profesión. Solo un número.
Fue llevado a los campos de concentración de Auschwitz junto con otras 1500 personas que creían que iban a una fábrica de municiones donde creían serían empleados como fuerza salarial.
La primera selección era el primer veredicto sobre la existencia o no existencia de los prisioneros. En esta todos conservaban la ilusión de que serial liberados, y de que al final todo iba a salir muy bien. Cuando llegaron, les dijeron que dejaran sus equipajes y que formaran dos filas, una de hombres y otra de mujeres y desfilaran ante un oficial. Uno a uno pasaron frente al oficial, a unos los mandaba hacia la derecha a otros cuantos hacia la izquierda. A los que enviaba a la derecha, eran trabajos forzados, mientras que la dirección izquierda era para los enfermos o incapaces de trabajar, a quienes enviaban a otro campo, y casi directamente a los crematorios.
En la Desinfección tuvieron que depositar en unas mantas los relojes o joyas que poseían. También desnudarse, dejar toda la ropa con la que contaban tenían solo dos minutos para hacerlo, no podían llevar nada a excepto de cinturones, zapatos, lentes o el braguero. Con una rapidez impensable, la gente se fue desnudando para luego ser azotados brutalmente en los cuerpos desnudos. Después los empujaron a otra habitación para ser afeitados, no se conformaron con solo afeitarles las cabezas, si no que no dejaron ni un solo pelo en sus cuerpos. Seguidamente pasaron a las duchas donde los volvieron a alinea y a duras penas se reconocieron.
Ahora su única posesión era su existencia desnuda.
Las ilusiones que algunos de ellos conservaban todavía las fueron perdiendo una a una. Además la curiosidad se apoderó de ellos, pues estaban ansiosos por saber lo que sucedería a consecuencia de estar de pie a la intemperie, el frio de finales de otoño, desnudos, y todavía mojados por el agua de la ducha. A los pocos días su curiosidad se tornó en sorpresa, la sorpresa de ver que no se habían resfriado.
Dormían en literas de tres pisos, en cada litera dormían nueve hombres directamente sobre los tablones. Para cada nueve había solo dos mantas. Dormían apretados, y unos encima de los otros, lo que les traía ventaja para el frio que les penetraba hasta los huesos.
No podían limpiarse los dientes, tenían que usar la misma camisa durante medio año, hasta que perdiera la apariencia de tal. Pasaban muchos días seguidos sin lavarse ni siquiera parcialmente, sin embargo, las llagas y las heridas de las manos sucias por el trabajo de la tierra no supuraban.
Algunos de los prisioneros no aguantaban tantos maltratos e insalubridades dentro de campo y optaban por suicidarse, se lanzaban contra la alambrada. Pues era el método más común de suicidio: tocar la cerca de alambre electrificada.
Segunda fase
La vida en el campo empezó a cambiar a los pocos días. Los prisioneros pasaban de la primera fase a la segunda fase, una fase de apatía relativa en la que llegaba a una especie de muerte emocional. Ya no sentían ningún sentimiento al ver a sus demás compañeros ser torturados o maltratados por los ¨capos¨ (Prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales). El contemplaba sin ningún sobresalto emocional las escenas de martirio y muertes de compañeros sin sentir la más mínima tristeza.
La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a él no le importaría ya nunca nada eran los síntomas que se manifestaban en la segunda etapa de las relaciones psicológicas del prisionero y lo que, por consecuencia, lo hacían insensible a los golpes diarios, casi continuos. Gracias a esta insensibilidad, el prisionero se rodeaba enseguida de un caparazón protector muy necesario ya que los golpes se producían a la mínima provocación y en algunas veces sin razón alguna.
Confiesa que lo más doloroso no era el golpe, si no el insulto que agregaban. En una ocasión por tratar de ayudar a un compañero un guardia lo golpeo y le dijo que los ¨Cerdos¨ como ellos no tenían espíritu de compañerismo.
La apatía, el principal síntoma de la segunda fase, era un mecanismo necesario de autodefensa.
Los prisioneros empezaron a caer en un etapa de ¨regresión¨ es decir, una retirada a una forma más primitiva de vida mental. Sus apetencias y deseos se hacían obvios en los sueños.
Soñaban con pan, pasteles, cigarrillos y baños de agua templada. El no tener satisfechos estos simples deseos les empujaba a buscar en los sueños su cumplimiento, y ninguna pesadilla por horrible que fuera, podía ser tan mala como la realidad del campo que los rodeaban.
Su única comida del día era una ración de sopa aguada, y un pequeñísimo pedazo de pan. Se les repartía, además, una ¨Entrega extra¨ qué consistía en 20 gr de margarina o una rodaja de salchicha de baja calidad o un pequeño trozo de queso o una pizca de algo que pretendía ser miel o una cucharada de jalea aguada, cada día les daban una cosa. Una dieta completamente inapropiada, sobre todo tomando en cuenta e trabajo tan pesado manual y su exposición al frio con ropa inadecuada. El grado de desnutrición era extremo, tanto que desaparecieron las capas de grasa subcutáneas de sus cuerpos y parecían esqueletos disfrazados con pellejos y andrajos,
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