Filosofía Y Educación
valeianvilla10 de Diciembre de 2013
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En criterio del Dr. Pupo, “la filosofía es un saber complejo sobre el mundo en relación con el hombre. Esa relación es al mismo tiempo cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, en su síntesis. Pero debe subrayarse que en el saber filosófico lo cognoscitivo (gnoseológico) y lo valorativo (axiológico), se integran en unidad indisoluble; pues al hombre no sólo le interesa qué son las cosas, sino para qué le sirven. El hombre constantemente está emitiendo juicios valorativos, a partir de su siempre visión crítica de la realidad. La filosofía no constituye un corpus de pensamientos e ideas, exclusivo, independiente y distinto de los restantes saberes, sino una actividad crítico - reflexiva de naturaleza cosmovisiva sobre aquellos momentos esenciales de los distintos ámbitos de la vida humana en relación con el universo, incluyendo así, las eternas preguntas sobre los límites del conocimiento, el sentido de la vida, la formación humana, el sentido de la existencia, la muerte, los problemas de la ciencia, de la vida cotidiana, etc. Por eso plantea más preguntas que respuestas”.[1]
Precisamente la educación como formación humana, deviene en sí misma, un problema filosófico central en la filosofía de Paulo Freire. A pesar que su pensamiento escrutador se dirige a los distintos problemas cosmovisivos del hombre, la educación adquiere un momento particular. Es que su filosofía, como en Martí, adquiere estatus de pedagogía crítica para la formación humana, mediante la axiología de la acción, y encauzada al mismo tiempo por espacios comunicativos, donde la dialogicidad se constituye, como lo fue en Sócrates, en una hermenéutica de revelación de la libertad del hombre y como prerrequisito desalienador para la realización efectiva de la formación humana..
1.- La educación como formación humana
Existen muchas definiciones, caracterizaciones, acercamientos al concepto de educación, pero independientemente de la visión del mundo de que se parta, siempre refieren a la formación humana o a algunos momentos de ella. Por supuestos las distintas visiones filosóficas pueden ser más abstractas o concretas, en correspondencia con los ideales que se persiga, los aspectos ideológicos, clasistas, etc.
Uno de los aspectos que a través de los tiempos ha signado de manera trascendente el devenir del hombre es la educación, puesto que indiscutiblemente aparece en la cultura como el elemento posibilitador de los ideales humanos.
El término educación es de uso habitual en la vida cotidiana, pues a todos afecta de algún modo, no sólo a los que se dedican a este ámbito de desempeño social, sino todo el mundo se atrevería a dar una definición de educación, aunque como es sabido, existen diversas maneras de concebirla, y más aún de llevarla a cabo, encontrando que en esa gama de definiciones se da como denominador común la idea de perfeccionamiento, vinculada a una visión ideal del hombre y la sociedad.
Si se le da al término un contenido histórico-comparativo o socio-político nos referimos a una institución social: el sistema educativo. Es así como se habla de la educación occidental, de la educación española, de la educación cubana de la educación mexicana o moderna, etc. También si se emplea la palabra educación para designar el resultado o producto de una acción se hace referencia de una buena o mala educación, de una educación adaptada o no a las exigencias de los tiempos, de una educación conservadora o progresista, etc. Otro acercamiento al término es cuando nos referimos al proceso que relaciona de manera prevista o imprevista a dos o más seres humanos y los pone en situación de intercambio y de influencias recíprocas.
Sarramona (1989) señala que en sentido amplio, la educación es tan antigua como el hombre. Escribe que “desde su aparición, el hombre se preocupó de criar y cuidar a sus hijos hasta que pudieran valerse por sí mismos, y es con este significado que surge el término “educación”.
El concepto de educación resulta sumamente complejo cuando se pretende ser exhaustivo de todos sus significados e implicaciones, y no puede ser de otro modo, puesto que, como se ha indicado, implica a la totalidad del ser humano y al contexto social. Algunas de las connotaciones básicas que podríamos enunciar sobre el término educación son las siguientes:
Es un proceso esencialmente dinámico entre personas. Se constituye en el medio que proporciona los elementos para alcanzar las metas del hombre, partiendo de la aceptación consciente del sujeto. Pretende lograr el perfeccionamiento del individuo como persona, a fin de lograr su inserción activa y consciente en el medio social, es decir, es un proceso permanente e inacabado a lo largo de toda la vida humana.
Al respecto Paulo Freire señala que (…)“la práctica educativa es el proceso concreto, no como hecho consumado, sino como movimiento dinámico en el cual tanto la teoría como la práctica se hacen y rehacen en sí mismas, dado el contexto en el que se desarrolla y la dialogicidad entre los intervinientes, educandos y educadores”.
Existen algunos términos que se insertan en el de educación. Uno de estos es el de pedagogía. Según los libros básicos que introducen a las ciencias de la educación, al partir de un estudio etimológico, se puede afirmar que la palabra pedagogía procede del pensamiento griego, y hace mención, por una parte, al acto de dirigir o instruir a los niños, y por otra a los cuidados que resultan de la educación adquirida por éstos.
La Pedagogía va más allá del campo estrictamente educativo, concebido éste como heteroeducación intencional, ya que se supone que la Pedagogía lleva a la persona hasta la autoeducación continua.
Es decir, a través de la acción educativa pedagógica, el sujeto logra servirse de su capacidad de aprendizaje y consigue, por último, prescindir de la asistencia externa, que en un primer momento constituyó su fuente de motivación hacia el crecimiento y desenvolvimiento de sus facultades potenciales, las que lo identifican como un ser humano capaz de comprender y reconocer los aciertos y desaciertos existentes en su desarrollo, pero aún más, al identificarlos, transformarlos, utilizando principios valorativos que lo humanizan. Lo anterior se concibe dentro de la filosofía presentada por Paulo Freire como pedagogía crítica, como “educación liberadora”, en donde el hombre pierde sus miedos y se va constituyendo en “conciencia de sí y del mundo”, en manos humanas que trabajan y transforman al mundo. Pero si el proceso se inserta en la “educación bancaria” el educando se convierte en objeto, provisto tan solo de elementos que le conducen a obedecer y repetir, y la educación se convierte en prescripción que en términos de Freire se determina como “imposición de una conciencia a otra ([4]) , impidiéndole actuar de manera autónoma, es decir se “dependiza”, e incapaz de tomar decisiones pierde la capacidad reflexiva, y lo que es más grave se le impide expresar su palabra, signo evidente de su humanismo. Freire en este sentido afirma que “existir humanamente es “pronunciar” el mundo, es transformarlo” (…) porque los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción” adoleciendo de ésta, su palabra, el hombre se automatiza, y por ende se deshumaniza.
Es en esta parte que nos preguntamos como educadores que somos, ¿nuestra praxis educativa propicia la humanización o deshumanización de los alumnos?, ¿estamos realmente concientes del significado de “pronunciar la palabra?, ¿estamos nosotros como seres humanos efectuando los “pronunciamientos” necesarios para humanizar la educación en general y la de adultos en particular?
A mi juicio, considero que Freire no se equivocó al afirmar que “la existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras, sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo”. De ahí la importancia de darle el valor preciso a la palabra de los alumnos, especialmente a los adultos que poseen valiosa experiencia y vastos conocimientos de sus realidad, pudiendo en el aula, con el docente y con sus compañeros emprender un proceso de aprendizaje significativo que los lleve a reconocerse, a identificar los elementos que circundan su realidad y en ese análisis compartido construir también conocimiento y revelar valores.
No sólo es Freire quien afirma esa interconectividad, también el Dr. Rigoberto Pupo en sus intervenciones magistrales expresa “(…..) Ante esta realidad, la dimensión lingüística del hombre, el lenguaje, en tanto mediación central entre el pensamiento, la conciencia y la realidad, puede contribuir con eficacia al impulso de la cultura. Hay que desarrollar la sensibilidad en los marcos de los procesos intersubjetivos de la comunicación, pues en la cultura el contenido cognoscitivo “puro” no es suficiente. La sensibilidad cualifica por excelencia a la cultura y la filosofía la impregna de sentido cósmico.
La educación, entonces se constituye en metáfora de la vida en donde cada ser humano levanta el vuelo para primero observar, y después para en función de su razonamiento, y de sus ideales utópicos, establecer, no juicios a priori, sino expresiones verdaderas, cristalizadas en la praxis que conlleva a la formación humana, en donde la sensibilidad y la creatividad permean en cada uno de sus actos.
Otro de los conceptos que se identifican dentro del amplio y complejo término
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