Historia Latinoamericana
Enviado por paulaq455 • 7 de Noviembre de 2013 • 6.562 Palabras (27 Páginas) • 528 Visitas
Factores de identidad musical latinoamericana tras cinco siglos de conquista, dominación y mestizaje
Coriún Aharonián
1994
uno
A nivel de lo cultural, la problemática latinoamericana no es
Menos sencilla que a otros niveles. Ni menos fascinante.
Para hablar de identidad cultural, debemos empezar por definir cuáles
son los limites del tema. Y ocurre que las definiciones son no sólo difíciles
para lo latinoamericano sino que lo son ya, desde el vamos, para el concepto
de cultura. En nuestro caso, entenderemos como Latinoamérica todo el
continente americano sometido, al sur de la frontera sur de los Estados
Unidos. Y partiremos de la acepción mas amplia de cultura, englobando
tanto la aproximación antropológica en un extremo como la clasista euro-
centrista en el otro. Finalmente, centraremos nuestra ejemplificación en
lo musical, es decir, en lo que un europeo consideraría como musical.
La cultura americana en general y la música americana en particular, y
nos referimos aquí al continente americano todo, son el resultado de la
interacción de tres grandes vertientes: la indígena, es decir, la de los nativos
de las tierras americanas; la europea occidental, es decir, la de los conquista-
dores e invasores; y la negra-africana o aguisimbia, es decir, la de los
pueblos traídos como esclavos desde un tercer continente. La distribución
y la proporción de cada una de estas tres vertientes en el largo y ancho
territorio americano determinara a través de los siglos un mestizaje muy
variado de lo aportado por cada una de ellas, con diferencias muy grandes
entre una región y otra.
Esto es lo que hace que haya en principio tan poco en común entre un
campesino mexicano, un obrero de la ciudad de Buenos Aires y un cortador
de caña de azúcar de Cuba. Entre, digamos, un corrido, un tango y un son
montuno. ¿O es que hay cosas en común?
Quizás convenga en este punto bifurcar el tema e introducir un ayuda-
memoria. ¿Cuanto hay en común entre un campesino siciliano, un obrero
de Manchester y un ordeñador polaco? Cuanto en común entre un pastor
sardo, un obrero turinés y un granjero de Reggio Emilia? Sin embargo,
no acostumbramos reparar en tales detalles cuando hablamos de Europa y
de la cultura europea, ni cuando insistimos en definir los caracteres
nacionales italianos. Es conveniente recordar que las diversidades culturales no
son un rasgo particular de los pueblos latinoamericanos. Tampoco hay
mucho en común entre un empleado egipcio de Alejandría, un montañés
marroquí y un campesino angoleño, aunque sean todos africanos, ¿verdad?
O entre un monje tibetano, un campesino uigur y un funcionario de Beijing,
aunque estén todos también, como en Italia, dentro de las fronteras poli-
ticas de un mismo país. Es que a veces, quizás, las diversidades pesan
menos que los rasgos comunes a la hora de dirimir tal o cual cuestión.
Dicho de otra manera: lo diverso podrá, en determinado momento,
Obstaculizar los proyectos comunes que se hayan querido emprender, o bien
lo que haya de común podrá ser, en otro momento, esencial para unir-o
para ayudar a unir a quienes estén empeñados en esa lucha. La lengua,
la religión, el rock, quien sabe. O la necesidad de defenderse.
Ocurre que si hay cosas en común en America, y mas cosas en común
en Latinoamérica. Ciertos patrones rítmicos que se desparraman por una
extensísima y variadísima geografía, por ejemplo. Y es común, sin duda,
la necesidad de defenderse. Quizás podamos ir por partes.
dos
4
La expansión imperialista no es un invento de la Europa de siglo XVI, por
supuesto. Y la utilización de la cultura, o particularmente la música, para
consolidarla centralización del poder en un territorio determinado, tampoco.
Un somero estudio de los sistemas-de-sistemas musicales aun existentes
hoy en el mundo nos permite detectar las huellas de diversos epicentros
políticos-militares-económicos convertidos en epicentros musicales y
reconstruir de algún modo su evolución a lo largo de los siglos o de los
milenios. De hecho, en el momento mismo de la conquista, Europa se
está sacudiendo de encima un adversario filosófico-religioso, y también
político, económico y militar, que ha sido ducho en el uso de la música
como factor homogeneizador: el geográficamente largo y ancho, y crono-
lógicamente antiguo, imperio musulmán, que al parecer valora a sus
músicos mucho mas de lo que lo harán por siglos los dueños europeos del
poder. De hecho, además, la propia Europa cristiana ha generado antaño,
en etapas críticas de su historia, músicos de formación militar, política y
religiosa, que harán de la música un arma fundamental.
La particularidad la expansión europea es que se trata de un fenómeno de
muy reciente, medido en términos históricos, que continua en funcionamiento
contemporáneamente a nosotros, y que su utilización de la música
ha sido de una eficacia abrumadora, y nos afecta. Estamos entonces ante
la posibilidad de estudiar un procedimiento medular de los mecanismos
de dominación con perspectiva histórica y al mismo tiempo con la profundidad
y la tangibilidad que nos permite el hecho de estar sumergidos
en 1e. La realizada en America constituye una experiencia singular en la
historia de la humanidad.
tres
Como ya señaláramos en otras oportunidades, la música ha sido utilizada
como arma desde el comienzo mismo del expansionismo de la Europa
Occidental. (No se trata de un hecho novedoso: aparece prefigurado, entre
otros, en Platón, cuya lectura, dicho sea de paso, parece haber constituido
una referencia importante durante siglos en esa Europa Occidental.)
Europa genera modelos musicales-tal como lo hace en otros ámbitos de la
cultura, entendida esta en su acepción antropológica mas amplia-en
centros encargados de la cultura. Y esos modelos-insistentes a nivel de
martilleo cotidiano o, muy a menudo, de virtual bombardeo-se convierten
en poderosos factores unificadores en todo el territorio colonial. Puede que
uno o cien de ellos fallen, pero su oferta es cuantitativamente tan grande,
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