CORTESIA MEDIEVAL.
Enviado por Yanina Cadavieco • 8 de Diciembre de 2016 • Apuntes • 1.415 Palabras (6 Páginas) • 350 Visitas
LA SOCIEDAD MEDIEVAL
La Edad Media o Medioevo comienza con la caída del imperio romano de Occidente (476DC) y culmina con el descubrimiento del continente americano (1492) o con la caída del Imperio Bizantino (1453, caída de Constantinopla), dependiendo de las corrientes de estudio.
En cuanto a la Literatura Medieval, podemos notar dos corrientes:
- literatura culta: escrita por autores pertenecientes al clero.
- literatura popular: oral, escrita en romance, autores anónimos. Se manifestaron los cantares de gesta (epopeyas que contaban las hazañas de los héroes) y los romanceros (colección de poesías narrativas sobre temas fuertes de interés popular como la vida, la muerte, el amor y la guerra).
La versión de La Leyenda del Rey Arturo que leemos, es de Franco Vaccarini, autor argentino. Él se basó en la obra “La muerte del rey Arturo” de Sir Thomas Malory (1416-1471): autor y compilador del cual se tienen pocos y dudosos datos de vida. Su obra representa una transición del romance medieval a la novela moderna.
- Teoría de la cortesía
Quien quiera ser digno de servir en la Caballería del Amor no debe mostrar avaricia alguna, sino ser capaz de gran liberalidad y de beneficiar con ella a cuantos pueda. Si ve en apuros a gentes llenas de nobleza y honestidad y cree que su liberalidad puede ser útil, no debe esperar que se la demanden: una cosa otorgada porque se ha pedido puede, en efecto, parecer caro; si no encuentra ocasión propicia para ejercer su liberalidad en alguien, deberá renunciar a la cosa útil, con ánimo tan regocijado que parezca más dichoso de regalarla a un amigo que disfrutando de su posesión. Si ve a los pobres de Jesucristo padecer hambre y les da de comer, merecerá reputación de gran cortesía y generosidad.
Si tiene un maestro, debe testimoniarle el respeto debido.
Nunca debe con sus palabras blasfemar de Dios ni de sus santos. Debe mostrarse humilde con todos y estar pronto a servir a todo el mundo.
No debe desacreditar a nadie en sus palabras, pues los maldicientes no deben permanecer en la morada de la Cortesía.
No debe alabar injustamente a los ruines, sino más bien, si es posible, enmendarlos con discretas reprensiones. Si advierte que alguno se revela como absolutamente incorregible, debe excluirlo de su sociedad como indeseable, temeroso de que por error, se lo considere su amigo.
Sobre todo, no ha de burlarse jamás de las personas desdichadas.
Nunca debe ser querelloso ni propenso a la disputa, sino, tanto como le sea posible, capaz de apaciguar las discusiones.
Que su reír sea moderado en presencia de las damas, pues según las palabras del sabio Salomón, la risa excesiva parece locura; y en verdad las mujeres inteligentes se alejan en general de los hombres necios o poco sensatos, mientras las bellas los desprecian y se mofan de ellos. La conducta del amor exige, en efecto, gran prudencia y práctica de todos los conocimientos.
Debe buscar la frecuentación de los grandes y asistir a las grandes cortes.
Debe entregarse moderadamente a los placeres del amor.
Debe alabar y honrar de todo corazón las grandes acciones de los antepasados.
Debe ser valiente en el combate y, frente al enemigo, prudente e ingenioso.
No debe ser amante de varias mujeres. Pero sí debe ser en una sola, servidor de todas, mostrándose a todas devoto, amable, juicioso y tierno; y sin embargo algunos creen agradar mucho a una mujer hablando de manera tonta y ridícula o actuando insensatamente.
No debe proferir palabras embusteras; y sí evitará el mucho hablar, así como el callar demasiado.
No debe hacer a nadie promesas rápidas y aventuradas, pues el que promete fácilmente le es difícil mantener tu palabra, y el atrevido en promesas halla poco crédito. Si un hombre honesto desea hacerle un regalo, debe aceptarlo alegremente, y de ningún modo rehusarlo si el autor del obsequio lo creyera útil, aunque no lo sea: puede en tal caso responderle así: "Esto, por el momento, no me es necesario; sin embargo lo considero como dado y os lo dejo, conservadlo en mi nombre".
No debe proferir palabras vergonzosas; debe sí evitar los actos viles y sobre todo la delación.
No debe engañar a nadie con promesas mentidas, pues cualquiera puede ser rico en promesas. Si alguien lo engaña con promesas mentidas, muéstrese cortés y no lo desprecie en sus palabras, sino, por lo contrario, hágale bien y en cualquier ocasión préstele un servicio: así, sabiamente, lo llevará a conocer su falta.
Muéstrese de buen grado hospitalario con todos.
Contra los clérigos y los monjes de Dios, ni contra nadie que pertenezca a una casa religiosa, debe pronunciar palabras injuriosas, vergonzosas o de burla; debe en cambio, con todas sus fuerzas y todo su corazón, rendirles siempre y doquier la honra que se les debe a causa de Aquél para el que cumplen su función divina.
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