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Ensayo Sobre La Novela Mal De Escuela De Daniel Pennac


Enviado por   •  1 de Mayo de 2013  •  2.416 Palabras (10 Páginas)  •  1.456 Visitas

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Introducción

Crisis de la sociedad moderna, crisis

de la escuela moderna, de la autoridad,

crisis y revolución. En el ámbito

educativo, en efecto, el impacto de la tecnologización y el

consumismo cultural (indisociables) se ha completado y plantea enormes desafíos a la institución

escolar en el marco de una era de transformación de todas las esferas de nuestra sociedad. Sin

embargo, Daniel Pennac a través de su novela “Mal de Escuela”, invita a docentes y futuros docentes a no alarmarnos ante ello y reconciliarnos con la realidad y con nuestro oficio de enseñar a partir de un replanteamiento de la relación sobre la cual debe estar fundado el acto de enseñar. Él, así como los autores que analizaré a continuación en base a la reflexión sobre su novela pretenden descifrar qué se quiere decir con la famosa expresión “no cualquiera puede ser docente.” Entonces, ¿qué es ser docente (es decir, un “buen docente”)?, ¿cómo han repercutido estas transformaciones en los destinatarios de la enseñanza?, ¿qué postura debe asumir la escuela ante este nuevo panorama?, pues, evidentemente debe ir a la par de estas transformaciones. “El declive de la institución”, se llama acertadamente el libro de Dubet que hemos estudiado a lo largo de la cursada, sin embargo, este autor, entre otros, nos propone no encarar ese hecho como un suceso trágico pues la escuela y los docentes, sus protagonistas, pueden afrontar esta nueva situación. Para ello es necesario repensar una serie de cuestiones en relación al oficio de enseñar, los saberes del que enseña, el objeto de la enseñanza y el rol de la misma frente a la actual cultura digital. Estos serás los ejes que guiarán el presente ensayo en torno a la reflexión sobre la novela de Pennac.

Desarrollo

Pennac nos cuenta en su novela, de una manera muy cómica, que durante casi toda su etapa escolar se sintió y efectivamente afirma haber sido un “zoquete”, una “nulidad”, esto es, un alumno que no lograba entender, alguien que, como muchos otros, aún sintiendo la presión de su entorno por ser un buen alumno, no lograba interesarse en los contenidos escolares. Un mal que afectó a todas las generaciones de alumnos, incluyendo la actual. Sin embargo, afirma que en los últimos años de escuela, ocurrió algo que logro sacarlo de su “nulidad.” Aquí Pennac nos introduce a un nuevo modo de ver el trabajo docente y a los destinatarios de la enseñanza pues narra que en aquella época conoció a tres docentes que lograron transmitirle la pasión e interés por sus respectivas disciplinas. ¿Cómo lograron sacar aquel muchacho que muchos tildaban de caso perdido de allí? Como la cita de comienzo de texto nos revela, fue por medio del amor. De esta manera y a partir, también, de relatos sobre su propia experiencia como docente Pennac nos ofrece una respuesta a la primera pregunta que he formulado.

En sintonía con ello, Ana Abramowski sostiene que es preciso afirmar la presencia inerradicable de los afectos en las prácticas educativas, con todos los riesgos que eso implica (entre ellas, la simplificación de las problemáticas educativas actuales). Aquí entonces, estos autores estarían postulando que en el rol docente se juega algo de la personalidad. Estanislao Antelo retoma esta idea y expone que el oficio docente debe ser entendido por medio de la noción de “performance”. En efecto, este autor al igual que Meirieu entiende que fundamentalmente el trabajo docente no está organizado por la noción de rol ni de vocación sino por la de personalidad. La primera remite a la idea de “haber sido elegido para”, es decir, una capacidad que se encuentra a priori en el sujeto; la segunda, nos dice que cualquiera puede llevar a cabo el trabajo docente, basta con posicionarse en ese lugar. Ambas nociones poseen algo en común: obedecen a la idea de docencia como un oficio, esto es, una actividad de la que es posible desprender un producto visible que es la “obra.” Con la desintegración de este modo de ver la docencia y a partir de la crisis de autoridad en la institución escolar, la importancia de la personalidad se ha posicionado recientemente entre los pedagogos. Antelo explica que siempre hubo dificultad para mostrar el resultado del trabajo docente debido a que su tarea es la de transmitir, concepto el cual confiere al acto de enseñar una falta de direccionalidad, es decir, lo único que sabemos a priori es que entregaremos al otro nuestro saber y que éste podrá tomarlo o resignificarlo. Entonces, se trataría, plantea, de un oficio sin obra, sin producto, un oficio no objetivable según Dubet, al menos en términos inmediatos: una performance, en cuyo desempeño el docente legitima su trabajo. Una performance en la cual, así como esos tres docentes que lograron sacar a Pennac de su desencanto y desinterés por el conocimiento, deben lograr transmitir a sus alumnos la relación que tienen con el conocimiento, lo cual supone que el “para qué” sea subordinado al “cómo.” Consecuentemente, lo fundamental en la práctica de este enfoque sobre el oficio de enseñar radica en la personalidad. Abramowski contribuye a esta visión, como he señalado, a partir de su hipótesis acerca del papel de los afectos en la escuela. Esta escritora explica que en todos los ámbitos de nuestra cultura desde el siglo XX se vino configurando un estilo emocional o terapéutico basado en la proliferación de la figura del débil o sufriente necesitado de afecto. En la relación pedagógica esto se plasma en una tendencia de los docentes a “querer a su alumnos”, “lo quiero porque nadie lo quiere, necesita afecto” exponen muchas de los docentes entrevistados por la autora. Esto acarrea una serie de problemas que la autora analiza vinculados a su afirmación de que este discurso, en contradicción a lo que se plantea subsanar, sin embargo, crea buena parte del sufrimiento que se supone que alivia en tanto identifica y/o potencia la percepción del otro como un ser necesitado. No obstante, Abramowski concluye que no se trata de desplazar lo afectivo en la relación con los educandos pues la transmisión solo ocurre cuando media el amor. Se trata, en cambio, de no otorgar un lugar excesivo a los afectos.

Hasta ahora sabemos, entonces, que para ser docente debemos dar un lugar fundamental a nuestra personalidad a la hora de transmitir a fin de poder infundir en el otro el interés y la motivación respecto de lo que pretendemos enseñarle. Pero, ¿qué deben saber, además, acerca de su oficio de enseñar? Grabriela Diker, siguiendo con la idea de la importancia de la personalidad del docente en su oficio, afirma que el modelo de docente actual debe cumplir con 3 condiciones: la confianza en el otro, la responsabilidad para, según Arendt, darle al otro el mundo y, a la vez, impedir

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