Mercadotecnia Resumen

Cap. 16

Educación de las emociones

Como lo expresa Karen Stone McCown, creadora del programa de la Ciencia del Yo, “El aprendizaje no es un hecho separado de los sentimientos de los niños. Ser un alfabeto emocional es tan importante para el aprendizaje como la instrucción en matemática y lectura”. La Ciencia del Yo es pionera, precursora de una idea que está comenzando a difundirse de costa a costa. Se le da varios nombres pero el punto en común entre todos es el objetivo de elevar el nivel de la aptitud social y emocional de los niños, como parte de su educación regular, no sólo algo que se les enseña correctivamente a aquellos que están flaqueando y ya han sido identificados como “problema”, sino un conjunto de destrezas y preceptos esenciales para cualquier niño.

Esta nueva orientación destinada a llevar la alfabetización emocional a las escuelas, convierte las emociones y la vida social en temas en sí mismos, en lugar de tratar estas facetas apremiantes en la vida cotidiana del niño como estorbos sin importancia o bien, si terminan en estallidos, relegándolas a ocasionales visitas disciplinarias al consejero escolar, o a la oficina del director.

Una lección de cooperación

Un grupo de alumnos se dispone a hacer un ejercicio en el cual los estudiantes trabajan en equipo para unir una serie de rompecabezas, el truco consiste en que deben hacer el trabajo en completo silencio, sin efectuar el menor gesto. Se dividieron en tres grupos, los estudiantes comenzaron a trabajar. Al cabo de un minoto, ya uno de los grupos es muy eficiente y termina, el segundo grupo está empeñado en esfuerzos solitarios paralelos, hasta que comienzan lentamente a trabajar colectivamente y continúan así hasta que todos son resueltos, pero el tercer grupo todavía está luchando con el tema, están claramente frustrados, la tensión se alivia cuando uno de los compañeros juega un poco. Este ha de ser un momento fundamental en la lección de ese día.

Un punto de controversia

Cuando existe un incidente crítico, un intercambio espontáneo de sentimientos acalorados, nos damos cuenta que las lecciones aprendidas demostraron haber sido eficaces, y las nuevas lecciones que sigan podrán ser enseñadas más provechosamente. Y como bien sabe cualquier buen maestro, las lecciones aplicadas en momentos eléctricos como ese perdurarán en la memoria de los alumnos.

Post mortem: una lucha que no llegó a estallar

“No comunicarse, hacer suposiciones, y arribar a conclusiones, enviando un mensaje “duro”, que le hace muy difícil al otro entender lo que se le dice”.

Los estudiantes que cursan Ciencia del Yo aprenden que la cuestión no es evitar los conflictos por completo, sino resolver los desacuerdos y los resentimientos antes de que se conviertan en una pelea encarnizada. El manejo del dominio emocional es especialmente difícil, ya que las habilidades necesarias para lograrlo necesitan ser adquiridas en los momentos en los que habitualmente la gente está menos dispuesta a recibir esta información y a aprender nuevos hábitos de respuesta: cuando están disgustados.

Temas del día

Muy frecuentemente, los niños guardan los problemas para sí, obsesionándose por las noches con ellos, sin tener a nadie con quien hablarlos. En Ciencia del Yo se convierten en temas del día. Cada uno de los problemas o discusiones que se generan son potencialmente provechosas para el objetivo explícito de la Ciencia del Yo, que es aclarar el sentido que tiene el niño de sí mismo, y de sus relaciones con los demás.

El ABC de la inteligencia emocional

El programa de la Ciencia del Yo, en uso hace casi veinte años, propone un modelo para la enseñanza de la inteligencia emocional. Una lista que comprenda los contenidos de la Ciencia del YO prácticamente iguala, punto por punto, a la lista de los ingredientes de la inteligencia emocional, y a las destrezas básicas recomendadas como forma primaria de prevención para las eventuales dificultades que puedan representar una amenaza para los niños. Los temas enseñados

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