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CASO PARA TRABAJO: MARLO S.A.


Enviado por   •  19 de Mayo de 2016  •  Síntesis  •  2.385 Palabras (10 Páginas)  •  816 Visitas

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CASO PARA TRABAJO: MARLO S.A.


        En enero del 2002, Manuel Acedo ocupaba el puesto de jefe de liquidaciones de la Sucursal de Marlo S.A., Arequipa.  Sus funciones incluían principalmente la responsabilidad de dirigir y revisar las certificaciones de las obras realizadas por la Empresa. Acedo conocía todas las facetas técnicas de las obras, ya que, en muchas ocasiones, había sido jefe de obras, llegando a supervisar simultáneamente hasta tres obras, cuyo valor oscilaba entre quinientos mil y un millón de dólares el de cada una.  A sus 38 años, era un hombre con gran  experiencia y sin ningún título académico.  Llevaba 16 años en la empresa y había trabajado por todo el país.  Estaba casado y tenía tres hijos pequeños.  Parecía tener un carácter tímido y era de pocas palabras.

        Desde 1997, las políticas de la Empresa estaban experimentando un cambio radical.  Esto estaba obligando a una adaptación del personal de la empresa.  Las nuevas políticas no eran acogidas por todos los hombres de la empresa, a pesar de los cursos de formación que se estaban impartiendo con este fin.

        Manuel Acedo sentía que personas con poca capacidad habían tenido oportunidades de promoción debido a arbitrariedades que para él resultaban manifiestas.  Acedo no tenía reparo en manifestar su disconformidad con estas situaciones.  Criticaba también, con frecuencia, las políticas adoptadas por la dirección.  Estos comentarios le atrajeron la enemistad de muchos de sus compañeros, aunque las relaciones con él eran aparentemente cordiales, debido al recelo que sentían sus compañeros hacia él.

        Manuel Acedo tenía en Rafael Carrera, un directivo de la Empresa, a un gran amigo.  Acedo encontraba en él un apoyo que le hacía sentirse seguro en todo momento.  Carrera había llegado a sus 45 años, al máximo nivel que podía alcanzar en la empresa.  No encontrando más posibilidades de promoción, había tenido ciertas diferencias con la dirección.  Por estos motivos, cuando Carrera encontró una oportunidad en otra empresa, abandonó Marlo.  En estas circunstancias, Acedo se encontró sin la protección de Carrera y con el peso de todos los comentarios que había hecho, que le hacían temer represalias por parte de la dirección.  A esta sensación de incomodidad, se añadía su inseguridad por no tener el título universitario.

        El jefe de la sucursal de Arequipa, que estaba al tanto de la situación, tomó la decisión de enviarle nuevamente como jefe de obra a una edificación de un hotel en el Cuzco, cuyo importe total ascendía a 2 millones de dólares.  Le hizo ver que era una gran oportunidad para él, ya que llevaría la dirección de la obra, sería supervisado quincenal o mensualmente desde Arequipa y tendría oportunidad de trabajar con un arquitecto de gran categoría, que era el autor del proyecto.  Manuel Acedo ante esta decisión, no supo si debía tomarla como un ascenso o como una separación de los demás.

        La obra estaba adjudicada a la compañía, pero el proyecto de ejecución no estaba terminado.  Pocos meses después de la llegada de Manuel Acedo al Cuzco, se hicieron sondeos en el terreno para estudiar la cimentación.  Acedo sólo necesitó para ello los servicios de un capataz, un técnico y unos cuantos obreros.

        En octubre de 2002, la dirección tomó la decisión de crear una nueva Sucursal en el Cuzco con autonomía propia, debido no sólo a la adjudicación de otras dos obras de quinientos mil y ochocientos mil dólares, sino a las posibilidades del mercado que ofrecía la zona.  A este fin, envió al Cuzco a dos hombres claves:  José Luis Martí, como jefe, y Rafael Aranda como planificación y control.

        José Luis Martí tenía 29 años, era ingeniero, casado y con dos hijos.  Hombre cordial, lleno de voluntad y empuje, había trabajado en distintas edificaciones y en el último año había llevado la dirección de una Sucursal de poca importancia, pero, en donde había obtenido un marcado éxito.

        Rafael Aranda tenía 26 años, era ingeniero civil y llevaba un año trabajando en la compañía.  Poseía un alto nivel de inteligencia, un espíritu abierto y cordial, quizás un tanto espontáneo a veces.  Había recibido formación en la compañía para desempeñar las funciones de planificación y control.

        José Luis Martí y Rafael Aranda se entendían perfectamente.  Eran muy amigos y habían trabajado juntos en puestos análogos en su anterior Sucursal.

        El jefe de Arequipa informó a Manuel Acedo de la creación de la nueva Sucursal y le presentó a José Luis Martí como su nuevo jefe y a Aranda como su compañero.

        Estas medidas adoptadas por la empresa no cayeron bien a Acedo, ya que desde su punto de vista era una muestra más de la poca confianza que la empresa depositaba en él.  Adoptó una postura pasiva y observó con cierto grado de recelo e inquietud la actitud de sus nuevos compañeros, de los que había oído hablar mucho como ejemplo de personas, que, sin experiencia en empresas, habían tenido éxito.

        A mediados de Octubre, se incorporaron, además un ingeniero civil, en calidad de jefe de las otras dos nuevas obras, un administrativo, un técnico, un encargado y dos capataces.

        Martí y Aranda organizaron el funcionamiento de la Sucursal de acuerdo con las directrices generales de la empresa.  Aranda redactó las normas de funcionamiento, Martí las aprobó y, firmadas por él, se distribuyeron a Manuel Acedo y al jefe de las otras obras.

        Las relaciones de Martí y Aranda con Acedo fueron tensas desde el principio.  Martí no veía clara la forma de dirigirse a Acedo y de romper el hielo que existía entre ambos.  Le observaba y esperaba encontrar el momento propicio que le permitiera hablar abiertamente con él; no obstante, los intentos no eran esperanzadores.

        

Las conversaciones solían desarrollarse en estos términos:

-        “Oye Manuel ¿tú crees que conseguiremos pronto que el arquitecto nos dé los planos de cimentación?”.

-        “...No sé¡”.

-        “¿No crees que sería más ventajoso contratar las excavaciones –con un subcontratista que hacerlas nosotros mismos?”.

-        “...Tal vez¡”.

        Después de este intercambio de palabras, se producían unos silencios interminables.

        Las relaciones entre Aranda y Acedo tampoco eran prometedoras, ya que el carácter de Aranda y su espontaneidad ingenua, chocaban con la postura fría y reservada de Acedo.

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