Hermeneutica Biblica
Enviado por roisercaballero • 17 de Febrero de 2013 • 3.056 Palabras (13 Páginas) • 851 Visitas
Algunos maestros religiosos gustan de emplear textos bíblicos como epígrafes sin
preocuparse de su verdadera conexión. Así acontece que con demasiada frecuencia adaptan los
textos impartiéndoles un sentido ficticio enteramente extraño a su verdadero objeto y significado.
Lo que con tal proceder parece ganarse no admite comparación con las pérdidas y peligros
inherentes a esa práctica. Alienta la costumbre de interpretar la Biblia en una forma arbitraria y
fantástica, con lo cual se ponen armas poderosas en manos de los que enseñan el error. No puede
alegarse ninguna necesidad en defensa de tal práctica. Las sencillas palabras de la Biblia,
interpretadas legítimamente, según su propio contexto y objeto, contienen tal plenitud y
comprensión de significado que son suficientes para las necesidades de los hombres en toda
circunstancia. Sólo es robusta y saludable aquella piedad que se alimenta, no con las fantasías y
especulaciones de predicadores que, prácticamente, colocan su propio genio encima de la Palabra
de Dios, sino con las puras doctrinas y preceptos de la Biblia, desenvueltos en su verdadera
conexión y significado.
Hay porciones de la Biblia para la exposición de las cuales no debemos buscar ayuda en
el contexto o en el objeto. Por ejemplo, el libro de los Proverbios está compuesto de numerosos
aforismos separados, muchos de los cuales no tienen conexión alguna entre sí. Varias partes del
libro de Eclesiastés consisten en proverbios, soliloquios y exhortaciones que no parecen tener
relación vital entre sí. También los evangelios contienen algunos pasajes imposibles de explicar
como teniendo conexión con lo que les precede o les sigue.
Sobre tales textos aislados, como también sobre los no así aislados, a veces arroja mucha
luz la comparación con otros pasajes paralelos; pues hay palabras, frases y declaraciones
históricas o doctrinales que, difíciles de entender en un lugar dado, a menudo se hallan rodeados
de mayor luz por las declaraciones adicionales con que aparecen ligados en otras conexiones. Sin
e1 auxilio de pasajes paralelos algunas palabras y declaraciones de las Escrituras apenas serían
inteligibles.
"Al comparar paralelos, -dice Davidson-, conviene observar cierto orden. En primer
lugar, debemos buscar paralelismos en los escritos del mismo autor, puesto que es posible que
las mismas peculiaridades de concepto y modos de expresión aparezcan en diversas obras de una
misma persona. Existe cierta configuración de la mente que se manifiesta en las producciones de
un hombre. Cada escritor se distingue por un estilo más o menos propio; por características
'mediante las cuales puede identificársele con las producciones de su intelecto, aun cuando oculte
su nombre. De aquí lo razonable de esperar que los pasajes paralelos de los escritos de un autor
arrojen luz sobre otros pasajes".
Pero también debemos recordar que las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos son
un mundo en sí mismas. Aunque escritas en gran variedad de épocas y consagradas a muchos
temas diversos, tomadas en conjunto constituyen un libro que se interpreta a sí mismo. Por
consiguiente, la antigua regla de que "las Escrituras deben interpretarse por las Escrituras" es un
principio importantísimo de la hermenéutica sagrada. Pero es necesario evitar el peligro de
excedernos aun en esto. Hay quienes han ido demasiado lejos al tratar de hacer a Daniel explicar
la Revelación de San Juan y también es realmente posible el forzar algún pasaje de Reyes o
Crónicas, tratando de hallarlo paralelo con alguna declaración de San Pablo. Por lo general debe
esperarse hallar los paralelos más valiosos, en libros de una misma índole: lo histórico hallará
paralelo en lo histórico, lo profético con lo profético, lo poético con lo poético y lo
argumentativo o exhortatorio con sus similares. Es muy probable que hallemos más de común
entre Oseas y Amos que entre Génesis y Proverbios; esperaremos hallar más semejanza entre
Mateo y Lucas, que entre Mateo y una de las. epístolas de San Pablo; y estas epístolas,
naturalmente, exhiben muchos paralelos, tanto de lenguaje como de pensamiento.
Por lo general se han dividido en dos clases los pasajes paralelos, en verbales y reales,
según que lo que constituya el paralelismo consista en palabras o consista en material análogo.
Donde una misma palabra ocurre en conexiones similares o en referencia al mismo asunto general,
el paralelismo se llama verbal. Se llaman reales aquellos pasajes similares en los cuales el
parecido o identidad consiste no en palabras o frases sino en hechos, asuntos, sentimientos o
doctrinas. Los paralelismos de esta clase a veces se subdividen en históricos y didácticos, según
que la materia del asunto consista en acontecimientos históricos o en asuntos de doctrina. Pero es
posible que todas estas divisiones no sean más que refinamientos innecesarios. El expositor
cuidadoso consultará todos los pasajes paralelos, ya sean verbales, históricos o doctrinales; pero
al interpretar tendrá poca oportunidad de discernir formalmente entre estas diversas clases.
Lo importante a determinar en cada caso es si existe verdadero paralelismo entre los
pasajes aducidos. Un paralelo verbal puede ser tan real como el que incorpora muchos
sentimientos correspondientes, porque una sola palabra, a menudo, decide de un hecho o una
doctrina. Por otra parte, puede existir semejanza de sentimiento sin que haya verdadero
paralelismo.
Una comparación cuidadosa de la parábola de los talentos (Mat. 25:14-30) y la de las
minas (Luc. 19:11-27 ) demostrará que ambas tienen mucho que les es común, junto con no
pocas cosas que son diferentes. Fueron pronunciadas en diversos tiempos, en sitios distintos y en
oídos de personas diferentes. La parábola de los talentos trata únicamente de los siervos de un
señor que se fue a un país lejano; la de las minas trata, también, de sus súbditos y enemigos que
vio querían que él reinara sobre ellos. Sin embargo, la gran lección de la necesidad de una
actividad diligente en el servicio del Señor, durante su ausencia, es la misma en ambas parábolas.
Se hace necesaria la comparación de pasajes paralelos para determinar el sentido de la
palabra aborrecer, en Lucas 14:26, "Si alguien viene a mí y no aborrece
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