Aristóteles
Enviado por nanysb • 28 de Agosto de 2014 • 2.238 Palabras (9 Páginas) • 276 Visitas
Aristóteles define la tragedia como la “imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies [de aderezos] en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante compasión y temor lleva a cabo la purgación de tales afecciones”, y más adelante dice “la imitación de la acción es la fábula, pues llamo aquí fábula a la composición de los hechos” . Entre los elementos esenciales que constituyen la tragedia y la diferencian de los demás géneros literarios, el más importante es la fábula. Y dentro de la definición de fábula el pathos es la piedra fundamental de la tragedia. La Peripecia y la agnición sólo se dan en las fábulas complejas. Sin ellas puede haber tragedia. Sin pathos no, pues no habría compasión ni temor, que deben darse en toda fábula trágica, para que se produzca la catarsis.
Schneider hace notar que en la teoría de la tragedia, específicamente en la fábula, encontramos interpolados elementos rituales o pre-rituales (pathos) con la finalidad de que se produzcan los efectos deseados (temor y compasión). En otras palabras, la escena relativamente desritualizada debe contener la fuerza emocional del ritual. El ritual es participativo y esta característica debe mantenerse para obtener la purificación. Vemos aquí que un cierto tipo de participación se mantiene en la obra dramática. Si bien el espectador ya no se enmascara, ni danza, ni canta, ni mimetiza acciones de hombres, ni de dioses, ni de la naturaleza, debe participar con sus emociones para permitirse la catarsis de las mismas. En este sentido, la diferencia parece ser no sólo participativa sino principalmente mimética. El espectador ya no mimetiza, se ha desplazado desde la verdad del ritual hacia la verosimilitud del drama, se ha sustraído del vínculo sagrado. La mímesis queda restringida a la ejecución de la obra dramática, a la re-presentación. Pero este desplazamiento, desde la participación ritual hacia la contemplación estética y hacia un nuevo tipo de participación catártica, no queda sólo restringido al espectador. En Medea, ella también transita desde su participación mítica original (en el viaje de los argonautas) hacia la contemplación de su pathos (en el mito trágico), que la conduce circularmente a vincularse de nuevo con el mito que le da origen, participando ella sí miméticamente, de su propia naturaleza mágica. El pathos que contempla tiene que ver con su condición ontológica de no ser necesitada, con Μηδεια, y su acto de participación posterior es su catarsis ritual.
Eurípides presenta Medea en 431, coincidiendo con el inicio de la guerra del Peloponeso. El movimiento de los sofistas, nacido durante la época de Pericles, engendra un relativismo sobre la base de la oposición entre lo que es bueno según la naturaleza (naturistas) y lo que es bueno según la ley (idealistas). Según Medina González "en las tragedias realistas, como Medea y Electra, los dioses son irrelevantes, y es el hombre quien domina la acción y lleva a cabo la peripecia trágica" Esto se basa en el progresivo descreimiento de los griegos sobre sus dioses, tal como lo insinúa Protágoras. Eurípides establece así nuevas relaciones del hombre con la divinidad, reemplazando el poder de los dioses por el de la Týche. Éste sería otro concepto de divinidad, no ya contra la tradición sino en favor de fuerzas cósmicas. Sin embargo, la profanación del mito es uno de los aspectos del autor que genera rechazo entre sus contemporáneos. El origen del mito es discutido porque responde a dos épocas. La leyenda de Medea ha sido entonces modificada por las diversas versiones que circularon del mito. La fábula primitiva era completamente independiente de la muerte de Pelias a manos de sus hijas, por instigación de Medea. Jean Anouilh escribió Medea en el año 1946. Anouilh es un escritor y dramaturgo Francés nacido en 1910. Abordó en sus obras una gran variedad de géneros teatrales: comedia ligera, comedia de carácter, drama histórico, tragedia, adaptaciones. Utilizó con habilidad el sarcasmo y la ternura para tocar temas como el amor herido, la pureza amenazada, el degradado mundo burgués y la imposibilidad de triunfo del amor verdadero. Él mismo clasificó a su producción en piezas "Negras", "Rosas", "Brillantes" y "Chirriantes". Esta sistematización, un tanto arbitraria, responde a la diversa dosificación que de lo negro, rosa, brillante y chirriante que él introduce siempre, en toda y cada una de sus obras. Su temática y su universo dramático son de los más coherentes y constantes del teatro del siglo XX y pueden resumirse así: es necesario rehusar la felicidad si hay que pagar con el precio de concesiones a la hipocresía y a la mediocridad del ambiente social y familia. Medée que se encuentra en el grupo de "piezas negras" relee la trayectoria de menosprecio y burla de determinadas conveniencias sociales que proseguirá Anouilh en el resto de su producción dramática. Para él, es central la lucha entre el mundo de "los puros" y el de "los corrompidos" que está presente siempre en sus obras, en su trasfondo, en su amargura y patetismo existencialista.
Medée nace en la época de la posguerra, refleja el final de la II Guerra Mundial. Ciudades y campos europeos desolados. Ancianos famélicos, agonizantes o arruinados. Niños desamparados y hambrientos, madres viudas con hijos muertos o inválidos. Desocupación, desempleo, empresas y fábricas en ruinas. Parálisis social, cultural y productiva, resultado de la guerra. La conciencia humana estaba plagada de oscuras y lúgubres imágenes. Es la historia de torturas y de guerras repetidas una y otra vez en la memoria de la humanidad. La corrupción, la expoliación, el abuso salvaje de los más fuertes sobre los inermes, reiterada por siglos en la historia humana.
El autor se preguntaba desde su cosmovisión existencialista qué hacer para diseñar un futuro consistente, libre de explotación, de crueldades, de crímenes y masacres. La Medea mítica le ofreció un pretexto para enfrentar los problemas vigentes en la Europa de 1946. Entre otros, la reconstrucción de Europa envuelta desde luego, y otra vez, en intereses y deseos de dominación, continuación de la vieja historia de violencia que ha acompañado a la humanidad. Así la anciana mitología se sincretiza con el presente.
Eurípides miraba a los marginados de la antigüedad, observaba a los que sofrían los avatares del poder. Anouilh muchos siglos después encuentra en su sociedad nuevamente a los degradados y a ellos quiere salvar,
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