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El Doente Ante El Fracaso Escolar


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2013  •  5.450 Palabras (22 Páginas)  •  322 Visitas

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EL DOCENTE ANTE EL FRACASO ESCOLAR

Eleazar Narváez

Artículo publicado en la Revista de Pedagogía N° 63, Vol. XXIII, enero-abril de 2001, Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela; y en el libro El fracaso escolar: definición y modo de producción, editado por la Secretaría de la Universidad Central de Venezuela en el año 2002.

En la investigación educativa hay dos temas importantes que reclaman mayor atención. Uno de ellos está referido al papel que se le atribuye al docente en la producción del fracaso escolar; el otro concierne al reconocimiento por parte del docente de su contribución en la fabricación o construcción de ese problema educativo.

Si insistimos en el primer asunto, sencillamente es porque estamos convencidos de la necesidad de destacar la importancia que tienen las actuaciones del docente en el aula en las posibilidades de éxito o de fracaso de los alumnos en la vida escolar; por supuesto, siempre en el entendido de saber que esta cuestión, compleja por lo demás, ha sido enfocada de maneras distintas en variados estudios.

Por otra parte, si persistimos en el segundo de los tópicos antes mencionados, es debido a que juzgamos fundamental la búsqueda de una mayor concienciación sobre las serias dificultades que surgen en los intentos de combatir el fracaso escolar cuando el docente se siente con poca o ninguna responsabilidad en la generación de ese problema.

Aún más, si nuestras reflexiones en este trabajo las dirigimos a estos dos puntos – sobre cómo es visto y cómo se ve a sí mismo el docente ante el fracaso escolar – se debe a que sentimos la urgente obligación de reconocer con mayor coraje, sin caer en simplismos de ningún tipo, la significativa influencia que tienen en el comportamiento y en los logros de los alumnos, el pensamiento y la acción del docente en la vida escolar. Pensamos que tal reconocimiento, inscrito dentro de una perspectiva pedagógica optimista, constituye, sin lugar a dudas, un paso inicial necesario para tratar de potenciar las prácticas de enseñanza que desarrollamos como docentes, en tanto que compartimos la idea de que “...no todo está decidido de antemano y que hay, desde luego, lugar para examinar todos los recursos de la situación pedagógica antes de sumirnos en fatalismos de todo género, sean económicos, sociológicos o biológicos “ (Charles Delorme, 1985: 23). Se trata, entonces, parafraseando al autor de esta cita, de que cada uno, desde el lugar en que nos situemos, definamos los espacios de transformación y acometamos la investigación de lo posible.

No obstante - es necesario advertirlo de entrada - la asunción del planteamiento anterior en modo alguno quiere decir que estemos de acuerdo con la idea de atribuirle sólo al docente, bajo un pensamiento disyuntivo y reduccionista, la responsabilidad de todo lo malo que ocurre en la escuela y en el aula de clase, o en todo caso la culpa por los resultados educativos adversos que suelen considerarse en la expresión fracaso escolar. De ninguna manera significa que nuestro punto de vista esté alimentado por esa cultura individualista y de aislamiento con la que se experimenta la enseñanza – criticada por Remei Arnaus (1999) - según la cual “...los éxitos o fracasos educativos son problemas relacionados con las capacidades y circunstancias individuales” (p. 608), y “...todo en el aula depende del profesorado” (Ibídem, p.604). Por supuesto, esto no nos impide que intentemos reivindicar, a manera de premisa, algo que Charles Delorme (1985) señalaba hace ya más de quince años: “...para que se produzcan cambios significativos en el sistema educativo hace falta partir de los problemas cotidianos con que se encuentran los formadores y los enseñantes “ (p.11)

EL IMPACTO DEL DOCENTE

En la literatura educativa de los últimos setenta años aproximadamente, resulta interesante constatar la considerable cantidad y diversidad de trabajos que enfocan, de modo explícito o implícito, el asunto relativo a la incidencia de los docentes en el éxito o el fracaso de los alumnos en sus estudios.

En su conjunto, las distintas investigaciones y estudios que aluden a dicho tópico constituyen un material heterogéneo y bastante polémico, dadas las evidentes y significativas diferencias que se notan en el número y la naturaleza de las variables o factores tomados en cuenta, en las perspectivas disciplinarias de referencia, en los modelos de análisis utilizados y, en términos generales, en las ópticas paradigmáticas que orientan los diversos planteamientos hechos al respecto

Entendemos que tales diferencias, sobre todo aquellas que remiten a la distinción de paradigmas en la investigación educativa, no permiten en modo alguno hablar de una lectura única del papel que juega el docente en la producción del fracaso o del éxito escolar de los alumnos, sino en todo caso de concepciones contrapuestas acerca de este tema que están asociadas a posiciones epistemológicas antagónicas en la investigación de la enseñanza.

Así, en atención tal señalamiento y tomando como punto de partida lo dicho por Angel Pérez Gómez (1985) acerca de los paradigmas en la investigación didáctica, veamos a continuación cuatro orientaciones en las cuales se inscriben los planteamientos realizados en diversos trabajos en torno a la cuestión del influjo del docente en el fracaso o en el éxito escolar.

El paradigma presagio-producto: El poder decisivo de la personalidad del docente

La relación entre las características físicas y psicológicas de la personalidad del docente y el rendimiento de los alumnos es abordada en varios estudios que evidencian la influencia del paradigma presagio-producto en la investigación didáctica. En una perspectiva como ésta, la preocupación fundamental consiste en determinar qué repercusión tienen ciertos rasgos de la personalidad del docente – medidos en situaciones ajenas a los acontecimientos que ocurren en el aula de clase – en la producción de los logros de aprendizajes deficientes observados en aquellos alumnos etiquetados como malos o fracasados.

Dicen Eggen y Kauchak (1999) que esta óptica en el estudio de la enseñanza

[...] tenía en cuenta las características del docente, tales como calidez y humor, e investigaba si la presencia o la ausencia de esas características hacía diferencias en el aprendizaje del alumno. Sin embargo, los investigadores a menudo no lograban determinar si esas características, típicamente medidas en pruebas de papel y lápiz, producían alguna diferencia en la conducta real del docente, mucho menos diferencias en los logros

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