El Escritor Y El Lector
Enviado por giorgia12 • 23 de Octubre de 2014 • 1.446 Palabras (6 Páginas) • 229 Visitas
Ponencia presentada en el
III Encuentro Comunitario de Escritores. San Juan 2007. Argentina.
Para intentar responder al interrogante ¿Cuál es el rol del escritor? deberíamos comenzar por definir al sujeto en cuestión, tarea difícil esta, si las hay. Puesto que el vocablo escritor se refiere a todo individuo que escribe, deduzco que no se pretende indagar sobre el rol de cualquier alfabetizado, sino el de aquellos que lo hacen de determinada manera. En este caso demandará límites, que se agreguen restricciones a la simple habilidad de escribir.
Son dos las condiciones indispensables:
La primera está referida al cómo, a la forma en que lo hará. El escritor es un vendedor de ilusiones bellamente escritas. Aunque la belleza es algo aún más difícil de precisar, existe sin lugar a dudas, se la puede apreciar, impresiona los sentidos y alimenta a los espíritus, los lectores se sienten mágicamente atraídos y los escritores se niegan a prescindir de ella. La Literatura es una de las Bellas Artes, la que emplea como medio de expresión la palabra. Por su parte el escritor es un imaginativo creador de belleza, debe serlo, que utiliza un lenguaje capaz de llamar la atención sobre sí mismo, distinto a otros tipos de discursos. Es el artista que, mediante el manejo de recursos lingüísticos, produce obras literarias.
La segunda condición se refiere al qué, sobre qué escribirá. Aquí la cuestión es opinable, siempre que se cumpla con la condición de ser libre. El escritor debe contar con la capacidad de determinar espontáneamente sus actos, con la única limitante de no poner en riesgo con ellos, los derechos de los demás. Ejercerá el libre albedrío, será dueño de sí mismo, escribirá con confianza, con franqueza, sin ser dominado ni coaccionado por nadie, sin que el contenido artístico o ideológico de su obra guarde subordinación a nadie, o sus textos se tiñan de intereses ajenos a sus propias convicciones. Este es el punto. Al igual que el primero, no admite claudicación alguna. Sin embargo… ¿Es acaso el escritor completamente libre al escribir? Vargas Llosa ha dicho alguna vez “Yo no escojo mis temas, estos me escogen a mí”, lo cual reivindica la duda. No escapará a la experiencia de cualquier escritor, el haber desarrollado temas de forma impensada, por influencia del tan mentado y no menos antiguo concepto de “inspiración”, o del más moderno de “subconsciente”. Sería ideal que el escritor pudiese tener pleno control de lo que escribe, todos lo pretenden pero ninguno lo consigue. Las palabras terminan, con frecuencia, imponiéndose sobre la voluntad del escritor. No es a estas clases de influencias a las que me refiero, sino a aquellas provenientes de los designios de otros individuos.
Que no sean los sectores, las editoriales, las corporaciones, las universidades o los estados los que dispongan el rol que los escritores deban cumplir frente a la sociedad. Es él mismo, en el pleno ejercicio de su libertad, el que decide cuál será ese rol, surgido de su propia concepción. Él y nadie más que él es quien establece los criterios estéticos que gobernarán sus obras, así como las ideas y la forma de verterlas. A algunos les ha costado la vida por sostenerlo.
No es reprobable que un escritor escriba textos bellos, sólo eso, dedicados a abstractas cuestiones del espíritu (el amor, la distancia, el tiempo, etc.), carentes por completo o casi por completo de referencias al humano acontecer, a la cotidianeidad, a la material realidad política, sociológica, psicológica, histórica, etc. No hay nada censurable en esa tendencia del “arte por el arte mismo”, considerada por algunos como un tanto narcisista y por otros como la esencia misma de la literatura. Son muchos los que piensan que así debe ser, que el escritor se atendrá solamente a la creación de belleza. Otros, por el contrario, creen que debe comprometerse y sus acciones estar dirigidas a producir cambios en las personas para que estas, a su vez, generen cambios de determinado signo sobre el entorno. Entre ambos extremos, hay una agotadora cantidad de variantes que resultaría harto tedioso de enumerar, con el agravante de olvidar a varias.
En la búsqueda de su rol, es trascendente que el escritor sepa de antemano quién será el destinatario de su obra. Unos pocos dicen
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