El Trabajo De Un Docente

EL TRABAJO DE UN DOCENTE

La aventura de ser maestro es una odisea llena de matices, los cuales te hacen sentir una infinidad de satisfacciones o frustraciones, todo va dependiendo del causal de tu labor docente.

Yo soy una novata en el magisterio, pertenezco a ese grupo que están en el periodo de ensayo y error, de echando a perder se aprende, de prueba de diferentes técnicas para poder hacer significativo el aprendizaje, pero dentro de este proyecto piloto te topas con un muro que te hace frenar y reflexionar si en verdad es realmente lo que querías ejercer en tu vida profesional.

Aun recuerdo el día que me asignaron la plaza, llegue minutos antes de la hora pactada, con la incertidumbre de cuál sería el lugar fijado para trabajar pero a la vez con la esperanza que fuera ciudad Juárez. Ocurrió el desfile de mis compañeras, a todas les estaba tocando en la ciudad y por fin llegó mi turno, para mi sorpresa me toco en zona serrana de Guadalupe y Calvo, no lo podía cree, pensaba que me estaban jugando una broma pero no era así, no asimilaba lo que mi sentido auditivo escuchaba.

Al día siguiente partí muy temprano con una compañera a la ciudad de Parral, para después trasladarnos a Guadalupe y Calvo, durante este recorrido buena parte del tiempo me la pase escuchando historias que me parecían aterradoras, una pesadilla, ¿cómo era posible que hubiera personas viviendo en lugares tan aislados, alejados de todo adelanto tecnológico? No sabía qué hacer, si continuar o abandonar todo por lo que había luchado. Decidí continuar y seguir avanzando, una vez instada en el hotel de Baborigame, espere a que varios días a que se calmara una gran tormenta y a que pudieran llegar las personas asignadas a llevarme a la comunidad donde iba trabajar, por salió el sol y pude partir a Cinco Llagas, una localidad muy pequeña de aproximadamente 40 casas donde la mayoría de las personas eran mestizas. Al llegar me sorprendí tanto de que las personas que acudieron a recibirme en un salón de la escuela eran hombres y portaban grandes armas de fuego. Durante esa junta se decidió donde me hospedaría y cuánto sería el periodo y mientras más tiempo pasaba más convencida estaba que no era lo que quería para mi vida.

Pasaron los días tan lentos que parecía que el reloj no avanzaba pero poco a poco fui acostumbrando gracias al cariño de los niños y las amabilidades de los residentes del lugar, que a pasar que yo tenía costumbres que para ellos no eran normales me respetaron.

Paso un año y mi ciclo ya había terminado era hora de buscar nuevos horizontes que me permitieran crecer como persona.

En la espera de mi nueva orden de presentación enfrente otro reto la burocracia del sindicato de la sección 42, las preferencias del compadrazgo y la organización de las famosas cadenas para reacomodar a los docentes. En esta espera mi recompensa llego, me fue asignada la zona

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