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La Funcion Social De La Enseñanza


Enviado por   •  10 de Mayo de 2013  •  10.398 Palabras (42 Páginas)  •  374 Visitas

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LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA ENSEÑANZA Y CONCEPCIÓN

SOBRE LOS PROCESOS DE APRENDIZAJE.

INSTRUMENTOS DE ANÁLISIS*

Antoni Zabala

FUNCIÓN SOCIAL DE LA ENSEÑANZA:

¿QUÉ FINALIDAD DEBE TENER EL SISTEMA EDUCATIVO?

Detrás de cualquier propuesta metodológica se esconde una con¬cepción del valor que se atribuye a la enseñanza, así como unas ideas más o menos formalizadas y explícitas respecto a los procesos de ense¬ñar y aprender.

De manera esquemática, y tomando como referente la enseñanza oficial en España durante este siglo, podríamos considerar que más allá de las grandes declaraciones de principios, la función fundamental que la sociedad ha atribuido a la educación ha sido la de seleccionar a los mejores en relación con su capacidad para seguir una carrera universi¬taria o para obtener cualquier otro título de prestigio reconocido. Lo que ha justificado la mayoría de los esfuerzos educativos y la valora¬ción de unos aprendizajes determinados por encima de otros ha sido la potencialidad que se les atribuye para alcanzar unos objetivos prope-déuticos, es decir, determinados por su valor a largo plazo y respecto a una capacitación profesional, infravalorando, de este modo, el valor formativo de los procesos que los chicos y las chicas siguen a lo largo de la escolarización.

¿Acaso el papel de la escuela debe ser exclusivamente selectivo y propedéutico? ¿O debe cumplir otras funciones? Qué duda cabe que ésta es la primera pregunta que tenemos que plantearnos. ¿Cuáles son nuestras intenciones educativas? ¿Qué pretendemos que consigan nuestros alumnos?

El papel de los objetivos educativos

Un modo de determinar los objetivos o finalidades de la educación consiste en hacerlo en relación con las capacidades que se pretende de¬sarrollar en los alumnos. Existen diferentes formas de clasificar las ca¬pacidades del ser humano (Bloom, Gagné, Tyler). La propuesta por C. Coll (1986) –que establece una agrupación en capacidades cognitivas o intelectuales, motrices, de equilibrio y autonomía personal (afectivas), de relación interpersonal y de inserción y actuación social– tiene la ven¬taja, en mi opinión, de no atomizar excesivamente lo que sin duda se encuentra fuertemente interrelacionado, al mismo tiempo que muestra la indisociabilidad en el desarrollo personal de las relaciones que se es¬tablecen con los otros y con la realidad social. Si tomamos como refe¬rencia estos diferentes tipos de capacidades, la pregunta acerca de las intenciones educativas puede concretarse en el tipo de capacidades que debe tener en consideración el sistema educativo. El papel asignado hasta ahora a la enseñanza ha priorizado las capacidades cognitivas, pero no todas, sino aquéllas que se han considerado más relevantes y que, como sabemos, corresponden al aprendizaje de las asignaturas o materias tradicionales. En la actualidad, ¿debemos considerar que la escuela también ha de ocuparse de las otras capacidades, o bien esta ta¬rea corresponde exclusivamente a la familia o a otras instancias? ¿Acaso es el deber de la sociedad y del sistema educativo atender todas las capacidades de la persona? Si la respuesta es afirmativa y, por con¬siguiente, creemos que la escuela debe promover la formación integral de los chicos y chicas, hay que concretar inmediatamente este principio general, dando respuesta a lo que debemos entender por autonomía y equilibrio personal, el tipo de relaciones interpersonales a que nos refe¬rimos y qué queremos decir cuando nos referimos a la actuación o in¬serción social.

La respuesta a estas preguntas es clave para determinar cualquier actuación educativa, ya que, se explicite o no, siempre será el resultado de una manera determinada de entender la sociedad y el papel que las personas tienen en ella. Educar quiere decir formar ciudadanos y ciu¬dadanas, los cuales no están parcelados en compartimentos estancos, en capacidades aisladas. Cuando se intenta potenciar cierto tipo de ca¬pacidades cognitivas, al mismo tiempo se está influyendo en las demás capacidades, aunque sea por defecto. La capacidad de una persona para relacionarse depende de las experiencias que vive, y los centros educa-tivos son uno de los lugares preferentes, a estas edades, para establecer vínculos y relaciones que condicionan y definen las propias concepcio¬nes personales sobre uno mismo y sobre los demás. La posición de los adultos ante la vida y las imágenes que ofrecemos a los más jóvenes, la forma de establecer las comunicaciones en el aula, el tipo de reglas de juego y de convivencia inciden en todas las capacidades de la persona.

Nosotros, los enseñantes, podemos desarrollar la actividad profe¬sional sin plantearnos el sentido profundo de las experiencias que pro¬ponemos, y podemos dejarnos llevar por la inercia o la tradición. O bien podemos intentar comprender la influencia que estas experiencias tienen e intervenir para que sean lo más beneficiosas posible para el desarrollo y la maduración de los chicos y las chicas. Pero, en cual¬quier caso, tener un conocimiento riguroso de nuestra tarea implica sa¬ber identificar los factores que inciden en el crecimiento de los alum¬nos. El segundo paso consistirá en aceptar o no el papel que podemos tener en este crecimiento y valorar si nuestra intervención es coherente con la idea que tenemos de la función de la escuela y, por consiguiente, de nuestra función social como enseñantes.

Conviene darse cuenta de que esta determinación no es sencilla, ya que detrás de cualquier intervención pedagógica consciente se escon¬den un análisis sociológico y una toma de posición que siempre es ide¬ológica. Las razones que han de justificar la respuesta a la pregunta de cuáles serán las necesidades de todo tipo que tendrán nuestros alumnos cuando sean adultos, o sea, en pleno siglo XXI, la valoración de las ca¬pacidades que habrá que potenciar para que puedan superar los proble¬mas y las trabas que surgirán en todos los campos (personal, social y profesional), no sólo están supeditadas a un análisis prospectivo, sino sobre todo a la consideración del papel que deberán tener en la socie¬dad como miembros activos y copartícipes en su configuración. Aquí es donde surge la necesidad de una reflexión profunda y permanente respecto a la condición de ciudadano y ciudadana y respecto a las ca¬racterísticas de la sociedad en que han de vivir. Y esto significa situarse ideológicamente.

Hay que insistir en que todo cuanto hacemos en clase, por pequeño que sea, incide en mayor o menor grado en la formación de nuestros alumnos. La manera de organizar el aula, el tipo de incentivos, las ex¬pectativas que depositamos, los materiales que

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