La literatura como auxiliar para el desarrollo de contenidos en educación básica
Enviado por Heberth Rafael Galeana Balbuena • 29 de Marzo de 2021 • Documentos de Investigación • 9.626 Palabras (39 Páginas) • 95 Visitas
Índice
Introducción
1. Marco teórico
1.1 Descripción de la investigación
1.2 Objetivo general de la investigación
1.3 Hipótesis
1.4 Protocolo de observación
1.5 Análisis de resultados
2. Lo literario
2.1 ¿Qué es la literatura?
2.2 La educación literaria
A. Los textos recomendados
B. El docente
C. El discente
D. La didáctica
E. Los saberes a recuperar
F. El plan de estudios
3. Canon literario (lo que el alumno de secundaria debiera leer)
3.1 El grado de cognición del alumno de secundaria como elemento para la correcta lectura de textos
3.2 La época prehispánica a través de Miguel León-Portilla
Introducción
La literatura como forma de expresión artística, está presente todo tiempo y en todo espacio, desde el momento mismo en que el hombre embelleció el lenguaje y hasta la desaparición de éste, la literatura jugará un papel preponderante en la evolución de la humanidad. Qué sería de la literatura contemporánea sin la existencia de las obras magistrales de Shakespeare, o cómo hablar de literatura sin mencionar, de manera obligada, al máximo paladín de la literatura hispánica, quien con su ingenioso hidalgo, marcó la caída de una época literaria y el surgimiento de otra, o cómo hablar de poesía sin hacer referencia a Salomón, de tragedia sin citar Sófocles o de comedia sin referirnos Moliére.
Fuentes, Revueltas, Rulfo, Sábato, Paz y Mastretta, se amamantaron de los autores clásicos para la creación de las obras que los llevaron al pináculo literario, y éstos a su vez, servirán de cuenco donde los futuros literatos beberán la sabia que alimentará la imaginación, que producirá más carne y más hambre… más fuente y más sed, en un círculo perfecto y perpetuo. De ahí la importancia de la literatura, la literatura es hambre y carne que se alimenta así misma y a la humanidad.
La literatura es importante para todas las culturas, en todos los tiempos, en todos los espacios, en todas las sociedades y para todas las mentes, tan importante es que el sólo hecho de definirla es complejo. Souto (2006), nos dice que es expresión extraordinaria de significación; una delicada arquitectura dinámica, una anémona que sólo puede observarse viva en su medio natural, Anderson (1980), nos menciona que la literatura es imaginación; es una actividad mental que crea un mundo ficto; autónomo, puramente verbal, así mismo, también menciona que la literatura no reproduce experiencias sólo produce apariencias; en un intento por definirla Castagnino (1980), la describe como una forma fijada del pensamiento; como algo que afinca la expresión de la lengua, como algo que le asegura, a la lengua, permanencia objetiva para que persista y actúe en el tiempo, Soare Amóra, citada por Castagnino (1980), acota que literatura es expresión por la palabra, hablada o escrita, de cultura espiritual.
La literatura es el superlativo del lenguaje, es la apoteosis de la palabra, es la supremacía de la comunicación, es la cima de la lengua, y en palabras terrenales… es simplemente literatura.
Si saber el significado de la palabra literatura resulta sumamente difícil, conocer qué textos son literarios y cuáles no, es aún más difícil. Aunado a esta difícil labor, saber qué textos literarios son oportunos para la educación básica es una tarea titánica, tarea que se dificulta más si le sumamos el bajo capital cultural que los docentes poseen en este tópico, premisa que me aventuro a afirmar teniendo como única prueba, mi experiencia de vida.
De mi educación básica recuerdo haber leído “El principito”, “Metamorfosis”, “Los bandidos del río frío”, “Las batallas en el desierto”, “Edipo Rey”, y hasta evoco haber transitado por las páginas de “La odisea”, estas y otras tantas obras literarias formaron parte de mi formación, pero, contrastando con las obras magistrales anteriormente citadas, también fui obligado a leer “La fuerza de Sheccid”, “Juventud en extasis 1 y 2”, “El código da vinci”, unos tantos de Coelho y otros tantos más de superación personal, agradezco a Dios que en esos momentos, Yordy Rosado estuviera más preocupado por la televisión que por las letras.
Después de toda esta introspectiva literaria, aun no comprendo por qué leí a Kafka en primero de secundaria ¿Acaso era yo el hombre que se convertía en insecto por medio de la pubertad? O es que acaso ¿Debí seguir el ejemplo y ser en el Zarco de mi colonia? Lo cierto es que en ocasiones me llegué a sentir como el Periquillo Sarniento por aquello de la relegación social… pero lejos de eso, nada pasó.
Mi historia personal es muestra de la función de la literatura en la escuela, los maestros vamos del claro al oscuro a la hora recomendar textos, por desconocimiento o peor aún por falta de pericia. La literatura en la Educación Básica debiera estar cumpliendo algunas de las funciones para las que fue concebida: estética, cognitiva, lúdica o ya como mínimo la función más importante en los sistemas educativos… la función didáctica.
Dentro de esta descripción pesimista, aún existen chispazos que salvan la funcionalidad de la literatura en la educación básica; por la literatura se conoce la belleza de la mujer en los verso de Manuel Acuña, se viaja a los campos elíseos, sin haber estado ahí, se juega con el espacio y tiempo, conjugándolos, destruyéndoles, se conocen las circunstancias de la época posrevolucionaria a través de Carlos Fuentes en “Los años con Laura Díaz”, a través de la literatura, se enseña, se aprende, se ama, se odia, se vive y se muere.
La literatura en los sistemas educativos es de suma importancia, complementa a todas las ciencias, ya sean sociales, científicas o humanas. Desde prescolar hasta secundaria, la literatura está presente y tiene una función preponderante en la educación básica, funcionalidad que no se está cumpliendo del todo por las cuestiones acotadas.
Más que implementar programas fallidos, como el de lectura de rapidez, o el de 10 minutos de lectura por clase, para el caso de secundarias, los docentes; primero debiéramos ¡Saber leer! en el estricto sentido de la palabra, segundo, conocer que textos son literarios y aunado a esto, tendríamos que seleccionar textos con base a la edad y grado de cognición del alumno, y tercero y último, el docente tendría que tener la obligación de primero haber leído los textos que recomienda y saber cuáles son los alcances literarios del mismo.
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