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Trabajo de RRHH


Enviado por   •  3 de Junio de 2016  •  Informe  •  1.840 Palabras (8 Páginas)  •  177 Visitas

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EL CONFLICTO

  • Es un proceso que comienza cuando una parte percibe o siente que la otra parte le afectará negativamente o ya le está perjudicando. Depende de la Consciencia.

  • Es la energía que se crea cuando individuos o grupos interdependientes buscan satisfacer intereses u objetivos que se perciben incompatibles.
  • El conflicto ocurre cuando dos o más actores no están de acuerdo sobre ideas, percepciones, distribución de recursos (materiales o simbólicos) y actúan basándose en esta incompatibilidades percibidas.
  • El conflicto es normal, inevitable, conectado con nuestros valores y creencias, necesario y puede entonces mejorar o empeorar las relaciones de las personas.
  • El conflicto puede ser destructivo cuando controla toda la atención, afecta las relaciones, divide a lass personas y reduce la cooperación, aumenta las diferencias y conduce a un comportamiento negativo.
  • El conflicto puede ser constructivo cuando resulta en :
  • La Clarificación de problemas y controversias.
  • La generación de posibilidades apreciativas.
  • La solución de problemas, involucra personas para resolver controversias, provoca una comunicación auténtica.
  • Ayuda a liberar e mociones, ansiedad y tensiones; desarrolla la cooperación y el deseo de aprender de otros; ayuda a desarrollar el entendimiento y las destrezas.

  1. Los Sentimientos y las relaciones interpersonales

Convivencia y conflictos, como modos de relación social, van acompañados de importantes núcleos emocionales y sentimentales. La ira, el miedo, la culpa, la vergüenza, el amor, la felicidad, etc., pueden desencadenarse en situaciones interpersonales. En cualquier circunstancia en que se ven comprometidos nuestros objetivos o intereses surgen las emociones, las cuales nos informan de inmediato cómo se ven afectados. Los sentimientos nos proporcionan un balance vital respecto a cómo avanza la consecución de nuestras metas. Las emociones positivas como la alegría, la felicidad, el orgullo nos comunican que nos acercamos a ellas, mientras las negativas como la ira, el miedo, la tristeza, etc. Nos transmiten mensajes de agravio o humillación, de amenaza o peligro, y de pérdida. Puesto que en las relaciones sociales, sean de convivencia o conflictivas, nuestros objetivos se ven comprometidos, no es extraño que en ellas nos acompañen afectos. No olvidemos que los héroes y las víctimas, con su importante acompañamiento sentimental, surgen en el grupo social, y que éste colabora con su reconocimiento a que algunos individuos se sientan felices y dichosos, y con su repulsa y reproche a que otros sientan culpa, vergüenza o ansiedad. La activación de cualquier núcleo emocional distintivo va asociada a importantes cambios en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Algunos mecanismos de la atención y de la memoria y algunos procesos de pensamiento pueden verse alterados. Acontecen importantes cambios en algunas zonas cerebrales (amígdala, corteza prefrontal medial, ganglios basales, etc.) y en la activación del sistema nervioso periférico (tasa cardiaca, tensión arterial, activación muscular, etc.). Se hacen distintivos algunos deseos o tendencias de acción. En el caso del miedo, creemos que la situación es amenazante o peligrosa, igualmente la activación cardiaca, la tensión muscular, la sudoración, etc. son elevadas, y nos gustaría huir, escapar o evitar lo que acontece. Cuando en una relación social se activa un núcleo emocional, lo que hacemos en ella está estrechamente determinado por lo que sentimos en ese momento. Sentimientos negativos como la ira, el enfado, el rencor, la ansiedad, el miedo, la tristeza, etc. suelen entorpecerla pues instigan tendencias de acción destructivas o de protección. La alegría, la felicidad, el orgullo, el amor, etc. la favorecen pues proporcionan el afianzamiento de ambas partes y el acercamiento a objetivos comunes. Cuando los protagonistas de un conflicto intentan reajustar su relación, espontáneamente o con la ayuda de terceros, tendrán que regular también los núcleos emocionales que acompañan ese proceso (ver cuadro N° 1 en anexo).

  1. La Comunicación entre partes y la empatía

Un aspecto que debe cuidarse especialmente en cualquier proceso de regulación es la comunicación entre las partes. Algunos expertos en la regulación de conflictos han afirmado que sin comunicación no hay negociación. Si el emisor del mensaje no se expresa de modo eficiente, no envía un mensaje preciso, no muestra una actitud confiada ante el receptor, éste no logrará comprender de manera clara cuál es el objetivo incompatible que les distancia y adoptará una actitud defensiva y de protección. Si el receptor interpreta el mensaje como un gesto hostil, acusatorio o amenazante del emisor cuando realmente no lo es o no hubo intención de que lo fuese, o no está motivado para recibir dicho mensaje y no escucha a la otra parte, las posibilidades de que ambos reajusten sus objetivos para hacerlos compatibles es mínima. Una buena comunicación requiere la escucha activa, la atención centrada en el problema y una actitud respetuosa y confiada hacia la parte contraria.

Por otro lado, es fundamental ocuparse del problema concreto que ha generado el desencuentro y no en la crítica o el desprecio del adversario. La censura, la inculpación, el insulto, etc. No ayudan en la tarea de reajuste mutuo de objetivos ni favorecen el acercamiento de posiciones sino que acentúan el distanciamiento. Al fin y al cabo, lo importante es la regulación del conflicto, flexibilizar los objetivos incompatibles para que se sitúen en el interés común de las partes, no la opinión negativa que momentáneamente se puede tener sobre ella.

La empatía es una habilidad que facilita todo este proceso de comunicación, pues ayuda a comprender las emociones y sentimientos que experimentan los demás. Aunque es importante en cualquier tipo de conflicto, posiblemente lo sea aún más en el caso de necesidades incompatibles, puesto que puede ayudar a que las partes vayan más allá del interés propio y se sitúen en actitudes especialmente colaboradoras.

Las buenas destrezas de comunicación y de empatía favorecen de modo importante el proceso de regulación de cualquier conflicto: ayudan a concretar y precisar las incompatibilidades, a clarificar posiciones y actuaciones, a que no se produzcan malentendidos que lleven a actitudes y emociones que bloqueen los acuerdos y a comprender de modo profundo el entramado motivacional del adversario y los puntos de coincidencia con él.

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