Teoria De La Argumentacion
Enviado por joseljrz2008 • 21 de Agosto de 2014 • 3.533 Palabras (15 Páginas) • 515 Visitas
INTRODUCCIÓN
La argumentación está presente en la vida cotidiana de la humanidad. Aparece cada vez que en la interacción comunicativa se encuentran posturas opuestas respecto a un tema y alguien intenta convencer a otro de que su propia forma de pensar es razonable, por lo tanto creíble y, además, digna de adoptarse.
La importancia de estudiar el texto argumentativo radica en que puede capacitar al individuo para su interacción en las diversas situaciones en que la argumentación es esencial –debates, discusiones, conferencias, editoriales–, pero sobre todo porque este dispositivo discursivo le sirve como regulador del propio discurso y como base para resolver dificultades en las interacciones comunicativas en las que participa.
El texto argumentativo se relaciona con el texto persuasivo, ya que comparten la función apelativa del lenguaje; este último pretende lograr que una persona –o un grupo de personas– admita, por ejemplo, las ventajas de adquirir algún producto de consumo para la vida, o adopte una posición que tal vez le reportará beneficios.
No obstante esta característica común, el texto persuasivo posee algunas diferencias que conviene identificar para lograr una mejor comprensión de los mecanismos que activa y, a partir de dicho conocimiento, tener la posibilidad de asumir una posición crítica ante todo texto oral o escrito que pretenda la manipulación personal o social.
Teoría de la Argumentación
Cuando hablamos de la argumentación es prácticamente llegar a una conclusión a través del razonamiento lógico o afirmaciones basadas en hechos reales, por lo cual nosotros como personas nos integramos al entorno en cual interactuamos con otras personas, y así realizar el proceso de comunicación o también llamados de interactividad.
La argumentación tiene algunos componentes como por ejemplo:
Identificar y entender la presentación de un argumento, explícito o implícito, y las metas o propósitos de los participantes en los diferentes tipos de diálogo.
Identificar la conclusión y sus premisas, es decir, la conclusión es derivada de estas.
Establecer el Onus Probandi o carga de la prueba para determinar quién hizo la afirmación inicial y por consiguiente el responsable de proveer las evidencias por las que su posición merece ser aceptada.
Se pone en orden las evidencias para su posición con objeto de convencer o forzar la aceptación del oponente. Esto realizado mediante validos, atinados y convincentes argumentos, faltos de flaqueza y no fácilmente atacables.
Se debe tratar de identificar fallos en el argumento o razonamiento del oponente para poder atacar las razones o premisas del mismo y proveer contraejemplos, si es posible, para identificar falacias lógicas que muestren porque una conclusión valida no puede ser derivada de las razones o argumentos que el oponente ha mostrado.
La teoría de la argumentación concibe la naturaleza del lenguaje como esencialmente persuasiva, esto es, orientada a conducir al receptor hacia el punto de vista desde el que el emisor presenta la información en su discurso.
Esta concepción argumentativa del lenguaje está en el centro de la concepción clásica de la retórica. Aristóteles distinguía los textos argumentativos (científicos, dialécticos y retóricos) de los poéticos y de los históricos. Después de conocer un cierto descrédito, relacionado con el declinar de la retórica y con la influencia de determinadas formas de cientificismo, los estudios de la argumentación han sido refundados en la segunda mitad del siglo XX en la llamada nueva retórica, a partir de los trabajos de Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca (1958), S. Toulmin (1958), y J. C. Anscombre y O. Ducrot (1983), fundamentalmente. En la nueva retórica se considera que el lenguaje sirve sobre todo para convencer, para incidir en el interlocutor. Así pues, lo que define la naturaleza del lenguaje es su carácter persuasivo. Esta dimensión argumentativa del lenguaje constituye un vehículo privilegiado para acceder al significado discursivo.
En la teoría de la argumentación, todo enunciado tiene una capacidad argumentativa, es decir, por su significado favorece una serie de conclusiones y dificulta otras. Por ello, los enunciados son analizados como argumentos que apoyan una determinada conclusión. Por ejemplo, el enunciado “Es abogada” implica pragmáticamente una conclusión del tipo “Se pasa el día en los juzgados”, y no, en cambio, la conclusión “No se pasa el día en los juzgados”, que resulta extraña. Por lo tanto, el enunciado “Se pasa el día en los juzgados” mantiene la orientación argumentativa del primero, pues es una conclusión inferible del argumento que constituye el primer enunciado; en este sentido, los enunciados están coorientados argumentativamente. En cambio, “No se pasa el día en los juzgados” es un enunciado antiorientado argumentativamente en relación a “Es abogada”, pues no es una conclusión que se infiera de él. La relación argumento-conclusión está asegurada por un tópico, a menudo implícito: la coherencia de los anteriores enunciados se apoya en el tópico siguiente: “En general, los abogados trabajan en contacto con los tribunales”. Según Aristóteles, el razonamiento argumentativo utiliza tópicos «topos», lugares comunes que se suponen admitidos por una sociedad y que establecen ciertos vínculos pragmáticos entre enunciados. Un tópico es, pues, un instrumento lingüístico que define la adecuación de los enunciados con respecto al contexto lingüístico en que aparecen, es decir, lo que es adecuado como continuación a una determinada frase.
La teoría de la argumentación ha proporcionado un potente marco de análisis para el estudio del tipo de significado que aportan los marcadores del discurso en los textos. Los estudiosos de estas unidades destacan que un tipo de instrucción semántica que forma el significado de los marcadores son las instrucciones argumentativas. Por ello, para vincular dos argumentos antiorientados es preciso utilizar marcadores que indican contradicción u oposición; por su parte, para vincular dos argumentos coorientados, se pueden emplear por ejemplo marcadores de refuerzo argumentativo (como «de hecho», «en realidad», etc.). Además de una orientación determinada, los argumentos poseen también mayor o menor fuerza argumentativa; así, si varios argumentos son coorientados, algunos marcadores del discurso indican cuál de ellos tiene más fuerza: [María es muy lista: habla inglés, francés e incluso chino]. La función argumentativa del marcador [incluso] es la de introducir el más fuerte de los argumentos empleados: puesto que entre los
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