Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres
Enviado por AlonsoMartiniG • 16 de Mayo de 2013 • Informe • 1.683 Palabras (7 Páginas) • 398 Visitas
Caracas, 16 de mayo de 2013
Colegio San Ignacio
Quinto H
Ignacio Blanco #7
Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres
Con nuestra razón podremos discernir lo que está bien y lo que está mal. Con nuestro uso práctico de la razón se podrá explicar lo que debemos hacer (de los imperativos morales), y mediante ella determinaremos la voluntad en las distintas decisiones vitales.
Esta fundamentación es la que nos ocupa, por lo que es importante explicarla a través de la obra kantiana. Comenzando por la distinción entre éticas materiales y éticas formales, pasando por la separación entre éticas autónomas y éticas heterónomas hasta llegar a la formulación del imperativo categórico y la necesidad de los postulados de la razón práctica.
Kant distingue entre éticas materiales y formales. Las éticas materiales, anteriores a la suya, tienen como tarea fundamental señalar contenidos: bienes, fines o valores y señalar lo qué debemos hacer para lograrlos. Una vez establecido este fin, los mandatos y prohibiciones de esa moral buscarían alcanzar el placer para lograr la felicidad.
El problema en este tipo de éticas es que es muy difícil ponerse de acuerdo en sus contenidos morales: para unos lo fundamental es conseguir el placer (hedonismo), otros insisten en las riquezas, mientras que muchos buscan ser recompensados por Dios o un paraíso y establecen normas concretas para alcanzarlo (mandamientos religiosos...)
Todos los sistemas éticos anteriores a Kant habían partido de una determinada concepción del bien, como objeto de la moralidad, creyendo que ese bien determinaba la moralidad, lo que debía ser. Sin embargo, del mismo modo que el conocimiento teórico no está determinado por el objeto, sino que éste se encuentra determinado por las condiciones a priori de la sensibilidad y del entendimiento. El conocimiento moral tampoco estará determinado por el objeto, sino más bien el objeto de la moralidad determinado por ciertas condiciones a priori de la moralidad. (Del mismo modo que Kant había provocado una "revolución copernicana" en el ámbito del uso teórico de la razón, provocará otra revolución similar en el ámbito del uso práctico de la razón). Estas condiciones, siendo a priori, no pueden contener nada empírico: sólo han de contener la forma pura de la moralidad. En consecuencia, las leyes de la moralidad han de tener un carácter universal y necesario.
Kant apuesta por una ética radicalmente distinta: la ética formal. Ésta no nos señala, ni hace depender el bien moral de ningún contenido, ni nos dice qué debemos hacer y qué no. La voluntad es autónoma frente a lo dado y la ética, lo único que puede indicarnos es que hemos de actuar con buena voluntad, por respeto a la ley moral (imperativo categórico).
Kant quiere fundar una ética de carácter racional y universal, en contra de la postura del filósofo empirista Hume. Una acción moralmente buena no es aquella que está regulada por inclinaciones emotivas, instintivas ni tampoco la que es determinada por los fines o resultados que de ella puedan derivarse.
La acción será moralmente buena cuando la intención del sujeto lo sea, es decir, cuando este obre con buena voluntad, al margen de sus inclinaciones y deseos e independientemente de los resultados que espera obtener. La buena voluntad no pertenece al ámbito de los sentimientos o emociones, sino al reino de la razón: la voluntad es la capacidad de obrar según principios, y éstos no son dados más que por la razón.
La moral material determina a la voluntad a través de lo que se nos ofrece al deseo y sobre éste no puede haber acuerdo posible (unos desean placer, otros felicidad, algunos dinero, etc.). Por ello, las morales materiales no pueden ser universales, sino relativas. Según Kant, están basadas en imperativos hipotéticos del tipo : si quieres Y, entonces debes hacer X. Tales imperativos son empíricos, no necesarios ni universales. Empíricamente sólo pueden determinarse cuáles son los medios para alcanzar la felicidad (o el placer, etc.). Esto demuestra la impotencia de las éticas materiales para determinar a la voluntad de un modo necesario y universal. No contienen leyes, sino máximas, esto es, principios que sólo son válidos para una voluntad, para un sujeto particular. En resumen: Si pretendemos que la moral ha de ser independiente de las apetencias, gustos y deseos particulares, ésta ha de fundamentar su universalismo no en los contenidos, como hacen las éticas materiales, sino en algún principio de la propia razón.
Por otro lado, las éticas heterónomas son aquellas en las que la obligación moral es algo impuesto al hombre y externo a su voluntad. Por ejemplo, la obligación moral viene impuesta por la naturaleza, por nuestra esencia o por Dios. La acción moralmente buena será la adecuación a esos fines prefijados de antemano y de los que no somos responsables (en el pleno sentido de la palabra).
En las éticas autónomas, la obligación (ley) moral ha de provenir del mismo hombre, y no de algo exterior a él. Es el propio hombre (mediante su razón) el que se determina a sí mismo para obrar moralmente. La ética Kantiana, como veremos, será autónoma, no fundada en los sentimientos,
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