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Teoría De Los Conflictos


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2012  •  7.038 Palabras (29 Páginas)  •  434 Visitas

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Teoría de los conflictos

La Teoría del conflicto es una de las grandes escuelas de la teoría sociológica moderna, es considerada como un desarrollo que se produjo en reacción a la estática del funcionalismo estructural. Durante las décadas de 1950 y 1960 la teoría del conflicto proporcionó una alternativa al funcionalismo estructural, pero ha sido superada recientemente por las teorías neomarxianas. La teoría del conflicto está íntimamente vinculada a la teoría de los juegos y a los estudios y escuelas sobre negociación.

Generalmente se ofrecen diferentes definiciones de "conflicto social", diferencias que llaman nuestra atención a aspectos complementarios del concepto: Por ejemplo, la de Stephen Robbins: “Un proceso que se inicia cuando una parte percibe que otra la ha afectado de manera negativa o que está a punto de afectar de manera negativa, alguno de sus intereses” y la de Lewis A. Coser para quien el conflicto social es una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos escasos, en el curso de la cual los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales. Un conflicto será social cuando transciende lo individual y proceda de la propia estructura de la sociedad.

El autor más significativo dentro de esta escuela que conocemos como la teoría de los conflictos es Thomas C. Schelling (1921-) a quien en conjunto con Robert Aumann les ha sido concedido el premio nobel en 2005 por haber ampliado nuestra comprensión del conflicto y la cooperación mediante el análisis de la Teoría de los Juegos.

“The Strategy of Conflict” de Schelling fue publicado originalmente en inglés en 1960 por Harvard University Press, Cambridge, Mass.

En su libro, el autor clasifica a los conflictos en dos diferentes grupos “Las diversas teorías del conflicto -que se corresponden con los distintos significados de la palabra- pueden clasificarse en dos amplios grupos: de un lado, las que consideran el conflicto como un estado patológico y tratan de investigar sus causas y establecer su tratamiento, y, de otro, las que aceptan el conflicto como un hecho consumado y estudian el comportamiento a que da lugar. Dentro de este último grupo cabe distinguir a su vez, por una parte, las que analizan en toda su complejidad a los que participan en el conflicto -tanto respecto a la conducta «racional» e «irracional», consciente e inconsciente, como a sus cálculos y motivaciones-, y, por otra, aquellas teorías que se ciñen a un tipo de comportamiento más racional, consciente y elaborado. Hablando en términos generales, estas últimas consideran el conflicto como una especie de competición en la que todos los participantes tratan de «ganar». Según esto, el estudio de una actuación consciente e inteligente en un conflicto -una actuación con éxito- es como buscar las normas del comportamiento «correcto» para ganar en una competición”

También En este campo de estudio -al que cabe denominar estrategia del conflicto - podemos sentirnos interesados cuando menos por tres razones. Existe la posibilidad de que nosotros mismos nos hallemos implicados en un conflicto; todos nosotros participamos, en realidad, en un conflicto internacional, y, de una manera o de otra, queremos «ganar» en él. Desearíamos comprender cómo se comportan realmente quienes participan en situaciones de conflicto; el conocimiento de cuál es el modo adecuado de obrar puede servirnos de punto de referencia para el estudio de la conducta realmente seguida. Y cabe, finalmente, que queramos influir en la conducta de las demás partes intervinientes en el conflicto y deseemos saber, por tanto, de qué modo pueden afectar a su comportamiento las variables que se hallan sometidas a nuestras posibilidades de acción.

Si ceñimos nuestro estudio a la teoría de la estrategia, nos limitamos en muy alto grado, ya que abarcamos solamente la conducta racional, no sólo la conducta inteligente, sino la motivada por un cálculo consciente de ventajas e inconvenientes, que, a su vez, se basa en un explícito e internamente coherente sistema de valores. De este modo, la aplicabilidad práctica de los resultados obtenidos viene a quedar notoriamente restringida. Si nos concentramos en el estudio de la conducta práctica, los resultados alcanzados pueden constituir, o una buena aproximación a la realidad, o una simple caricatura de ella. Toda abstracción corre un riesgo de este tipo, y debemos estar preparados para juzgar críticamente las consecuencias a que lleguemos.

La ventaja de considerar la estrategia en el plano teórico no estriba en que, de todos los sistemas posibles, sea el que más evidentemente se acerca a la verdad, sino en que la suposición de una conducta racional es sobremanera fecunda. Constituye un modo de enfocar el tema que facilita extraordinariamente el desarrollo de la teoría. Nos permite identificar nuestros propios procesos analíticos con los de los hipotéticos participantes en un conflicto, y, al exigir cierta especie de interna coherencia en la conducta de esos hipotéticos participantes, podemos examinar comportamientos diversos, alternativamente factibles, según estén o no de acuerdo con esos niveles de coherencia. La premisa de una «conducta racional» constituye un factor importantísimo para el desarrollo de la teoría. El que ésta, una vez elaborada, suministre mucha o poca luz acerca de la conducta real es, repito, cuestión que habrá de ser juzgada posteriormente.

Pero, al dar por supuesto el hecho del conflicto y operar con una imagen previamente establecida de participantes que intentan «ganar», la teoría del conflicto no niega que quienes intervienen en él tengan intereses comunes, además de otros encontrados u opuestos. En realidad, la complejidad del tema deriva del hecho de que, en los asuntos internacionales, existe una mutua dependencia junto a la oposición. El conflicto puro, en el que los intereses de los antagonistas sean completamente opuestos, es un caso. especial; solamente se produciría en el caso de una guerra, pero de una ,guerra que tendiese a la total exterminación del adversario. Por esta razón, la palabra «ganancia», aplicada a un conflicto, no tiene un significado estrictamente competitivo; no significa ganancia en relación a un adversario, sino ganancia en relación al propio sistema de valores. Y esto puede conseguirse por la negociación, mediante concesiones mutuas, o evitando una conducta mutuamente perjudicial. Si la guerra se hiciese, en último término, inevitable sólo quedaría el conflicto puro; pero mientras exista la posibilidad de evitar una guerra mutuamente perjudicial, o de sostener una actividad bélica que produzca un mínimo de daños, Q de coaccionar al adversario amenazándole con la guerra en vez de desencadenarla, la posibilidad de un arreglo es tan importante y dramática

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