LA ENSEÑANZA SECUNDARIA Y SUPERIOR.
Enviado por 19DPR0202R • 16 de Abril de 2015 • 2.306 Palabras (10 Páginas) • 311 Visitas
LA ENSEÑANZA SECUNDARIA Y SUPERIOR.
El río se ha dividido en corrientes, unas de las cuales se han secado mientras que otras han ocupado bruscamente un lugar esencial. Así puede decirse de la enseñanza superior a partir del siglo XVII en la Europa occidental y central. Las universidades pierden poco a poco su prestigio y su clientela; por lo contrario, "las instituciones de investigación paralelas se multiplican en todos los dominios, salvo la teología, a través de toda la Europa que sigue siendo católica". "La enseñanza, correspondiente a nuestra enseñanza secundaria y superior, se daba, en un principio, en los colegios de las universidades". Pero, como lo observa Roland Mousnier, aunque los futuros políticos y administradores frecuentan los colegios universitarios o, antes bien, los colegios de jesuitas, fundados en el siglo XVI y prósperos hasta la expulsión de la Compañía (en 1762, en Francia), los colegios de los oratorianos o los de los doctrinarios, la estructura de la enseñanza es casi la misma.
El alumno, de la sexta a la tercera, sigue las clases de gramática, hace sus "humanidades" en segunda. Entra después en "retórica" las dos últimas clases son las de filosofía: lógica, moral, después física y metafísica, después de las cuales se adquiere la maestría en artes. Tal es la "manera parisiense" en la que aún se inspiran los establecimientos secundarios del siglo XIX francés.
Cualquiera que sea la institución a la que es confiado el niño, depende directa o indirectamente de la Iglesia.
El papel de la religión no es menor en los países protestantes en cambio, la adaptación de las universidades al mundo que las rodeaba se ha logrado mejor en los países de fe protestante y mercantil, como Inglaterra y las Provincias Unidas que en las comarcas católicas. Las necesidades del viaje, del comercio, los menesteres de la clientela burguesa, fundadora de escuelas, cambian, la naturaleza de la estructura de una parte de la enseñanza, con la introducción de la cartografía, de la geografía, de las lenguas vivas. No existe, en las instituciones universitarias y escolares legadas por el siglo XVI, con qué formar los ingenieros, los oficiales de los ejércitos de sabios, los dirigentes de la economía. Las universidades se contentan con dispensar diplomas a "estudiantes" que a menudo no siguen ningún curso. Ante tales lagunas se desarrollan iniciativas e instituciones.
En Inglaterra, donde dormitan Oxford y Cambridge, aparecen las Jnns of Court en que se aprenden el derecho, las lenguas y las bellas artes, academias de tipos diversos que se convierten en verdaderos focos de la vida intelectual a partir del siglo XVII. El viaje es, a menudo, una necesidad para el estudiante. Así, jóvenes nobles acuden a instituciones privadas que tuvieron una gran reputación en Francia: las academias. Inicialmente escuelas de esgrima y de equitación donde se acudía a aprender lo que no enseñaba el colegio, los estudiantes van a seguir cursos privados que suplementan la notoria insuficiencia de la enseñanza universitaria: así ocurre a los futuros médicos que, en vísperas de la Revolución, abandonan la escuela de medicina para seguir los cursos de tal cirujano campesino o los cursos de anatomía del Jardín du Roí. Un fenómeno nuevo se manifiesta poco después de 1760. Coincide con la expulsión de los jesuitas que han dado precisamente a los colegios su forma, su régimen y su contenido de estudio. El debate sobre la educación se vuelve entonces general. En Francia el debate principal opone, a menudo con pasión, la enseñanza de los jesuitas a la de los oratorianos.
En la Europa central, la congregación que mejor se enfrenta a la de los jesuitas es la de los piaristas, sin llegar, sin embargo, a poner en peligro el aplastante predominio de los colegios jesuitas. La enseñanza de los oratorianos habría sido más conforme al espíritu "moderno" que la de los jesuitas y habría estado menos exclusivamente consagrada a las lenguas antiguas y a la retórica. Pero la importancia de las transformaciones posibles fue reducida por la debilidad del reclutamiento entre los oratorianos, agravada por una demanda creciente de parte de los padres y de las autoridades locales. Prueba de ello es que la expulsión de los jesuitas y su reemplazo por otras congregaciones o por curas seculares no entrañan un trastorno sensible en las estructuras educativas. Desde el siglo XVII, ciertos colegios dan cursos de hidrografía.
Colbert provoca la creación de cátedras de hidrografía que confía a jesuitas y que se encuentran en el origen de la Academia Real de Marina Bajo el reinado de Luis XV, se inauguran escuelas militares especiales para el cuerpo de ingenieros y la artillería. Como en la Escuela Real Militar (1751), la enseñanza es ante todo práctica, dirigida a la aplicación, aunque de alto nivel. En 1778, se crea la Escuela de Minas; la administración tiene el deseo de disponer de funcionarios y oficiales "uniformes" (F. Aries) se trata, pues, del espíritu del tiempo. Las universidades han dejado de ser el foco principal de la vida científica. Sus verdaderos rivales son sociedades informales del tipo de los Lincei. En París, en Londres, en Berlín, se constituyen Academias.
Destino de la enseñanza secundaria. Según los países, la enseñanza secundaria ha sufrido tanto como en Francia mutaciones brutales a comienzos del siglo, ligadas a la vez al esfuerzo de renovación anterior a la Revolución y a la Revolución misma, o reformas seguidas de retrocesos parciales, por razones políticas, como en Alemania. Se ha podido asistir a una lenta transformación de instituciones venerables y ya anquilosadas: tal es el caso de las public schools en Inglaterra. El siglo XVIII francés había sentido la necesidad de una enseñanza "moderna", en oposición a la enseñanza de las humanidades y del discurso corno las que se prodigaba en los colegios de jesuitas. Los colegios mismos se habían abierto a nuevas disciplinas. La escolaridad comprendía cada vez más la práctica del internado. La noción de clase desaparece para dejar lugar a cursos autónomos y facultativos, para cada uno de los cuales el alumno toma una inscripción diferente según su nivel. Sobre todo, no son ya las humanidades las que constituyen la base de la formación, sino las ciencias matemáticas y físicas, y también las ciencias morales.
Pero es difícil improvisar un nuevo cuerpo docente: muchos profesores de las Escuelas centrales eran ex profesores de colegios, sacerdotes o laicos, que retomaban sus funciones en otra estructura, pero con una disposición de espíritu que no necesariamente ponía en duda su práctica anterior. Por lo demás, la institución
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