Metodología Six Sigma
Enviado por alexsrcu • 30 de Noviembre de 2013 • 4.049 Palabras (17 Páginas) • 294 Visitas
Metodología Six Sigma
Indice
I. Introducción.
II. Las siete metamorfosis
III. ¿Qué es Six Sigma?
IV. Inicio de Six Sigma
V. Los seis principios de Six Sigma
VI. ¿Como se determina el nivel de Sigma?
VII. Método de Resolución de Problemas
VIII. Herramientas de Mejora de Procesos Six Sigma
IX. Equipo de Mejora Six Sigma
X. Cinturones y Líderes
XI. Establecimiento de técnicas que eviten errores
XII. Diseño consistente
XIII. Estrategia de implantación de Six Sigma
XIV. Diferencias entre sistemas de Calidad Tradicional y Six Sigma
XV. Experiencias con Six Sigma
XVI. Conclusiones
XVII. Infografía
XVIII. Preguntas de desarrollo
I. Introducción.
La elaboración de los productos en el área industrial involucra principalmente tres etapas: la entrada (personal, material, equipo, políticas, procedimientos, métodos y el medio ambiente), realización del producto o servicio (proceso) y la salida (brindar un servicio y/o elaboración de un producto). En dichas etapas se comenten errores que afectan la calidad del producto y/o servicio. Todos los días un defecto es creado durante un proceso (etapa), esto toma un tiempo adicional para la prueba, análisis y reparación. Estas actividades no-adicionales requieren espacio, equipo, materiales y gente. Existen metodologías que ayudan a la
prevención de errores en los procesos industriales, siendo una de ellas la Six-Sigma
En la década del ochenta Philip Crosby popularizó el concepto de Cero Defecto como orientación para el control de calidad. Este enfoque establece la meta de resultados que carezcan de errores al 100 por ciento. Crosby sostiene que si se establece un nivel “aceptable” de defectos, ello tiende a provocar que dicho nivel (o uno más alto) se conviertan en una profecía que se cumple; si los empleados saben que está “bien” trabajar dentro de un nivel determinado de errores, llegarán a considerar que ese nivel es la “norma”. Es evidente que dicha “norma” está por debajo de lo óptimo. Crosby sostiene que a las personas se le establecían estándares de desempeño mucho más holgados en sus trabajos que lo que regían sus vidas personales. “Ellos esperaban hacer las cosas bien, cuando se trataba de sostener a un bebé, de pagar las facturas o de regresar temprano a la casa correcta. En cambio, en los negocios se les fijaban “niveles aceptables de calidad”, márgenes de variación y desviaciones.
La idea de un “porcentaje de error aceptable” (a veces denominado un “nivel de calidad aceptable”) es un curioso remanente de la era del “control” de calidad. En aquellos tiempos, se podían encontrar maneras de justificar estadísticamente las naturales fallas humanas, sosteniendo que nadie podía ser posiblemente perfecto. De modo que si el 100% es inalcanzable, ¿por qué no conformarse con el 99%, e incluso con el 95%? Entonces, si se alcanzase el 96,642%, se podría dar una fiesta y celebrar el hecho de haber superado los objetivos. La cuestión es que el 96,642% significa que de 100.000 transacciones efectuadas por un servicio, 3.358 resultarían desfavorables. Como las fallas de uno entre mil paracaidistas. Los clientes insatisfechos, aquellos que habrían estado fuera del porcentaje de transacciones perfectas, no regresarían jamás.
Ahora bien, Tom Parker, señala que: “cada día 67.000 norteamericanos pasan por un quirófano. Un porcentaje de éxitos quirúrgicos del 99% significaría que 66.330 personas saldrían de la anestesia sin otra dificultad que tratar de operar el control remoto del aparato de televisión del hospital. Pero ¿qué sucedería con los pocos desafortunados que no entraran dentro de la categoría del “error
aceptable”? Cada día, 670 amigos, vecinos, parientes y seres queridos experimentarían complicaciones, o morirían, como resultado de los fracasos quirúrgicos aceptables” Así pues un rendimiento del 99% sería un alto promedio, pero no muy admirable como porcentaje de éxitos quirúrgicos.
¿Qué pasaría si se apartara de esa norma de calidad y se estableciera una ambiciosa meta del 99,9%? ¿Sería aceptable? En un informe especial sobre calidad, publicado en 1991 en la revista Training, Natalie Gabel aplicó esa norma a una serie de actividades. Las cifras que obtuvo fueron sorprendentes. Si el 99,9% fuera la verdadera norma de rendimiento alcanzada en algunas actividades corrientes: (datos correspondientes a USA)
• Las guarderías de hospitales entregarían 12 bebés por día a padres que no corresponden.
• Las instituciones financieras descontarían 22.000 cheques de cuentas bancarias equivocadas cada 60 minutos.
• Los servicios de telecomunicaciones transmitirían 1.314 llamadas erróneas cada 60 minutos.
• Los productores cinematográficos utilizarían 811.000 rollos de películas defectuosos para filmar escenas.
En los siguientes 12 meses:
• Se fabricarían 268.500 neumáticos defectuosos
• 5.517.200 cajones de gaseosas contendrían bebidas sin efervescencia.
• Se emitirían 20.000 recetas medicinales incorrectas.
• Se gastarían 761.900 dólares en cintas magnetofónicas y discos compactos que no se podrían reproducir.
Por suerte las cosas funcionan mejor de lo previsto, así los informes reales muestran que de los 67.000 pacientes quirúrgicos diarios, antes citados, solamente 25 no lograrían salir del trance en la actualidad. Esto significa un 0,000037, o sea, un 0,037%, lo que equivale a un promedio de éxito del 99,963% (15 veces mejor que la norma del 99,9%). En el caso de las aerolíneas, si se consideran los accidentes como defectos, su nivel actual sería de 6,5 Sigma. Pero en el manejo del equipaje, el nivel es apenas del 3,5 Sigma.
Han hecho falta dramas patentes y una triple presión externa para convencer al management acerca de la necesidad de adoptar nuevos paradigmas en la gestión de las empresas para hacer posible su continuidad y crecimiento. Cuando Hewlett-Packard examinó 300.000 semiconductores de tres empresas de Estados Unidos y de tres de Japón, descubrió que el porcentaje de fallas de los chips norteamericanos era superior al 0,1%, en tanto que las fallas de los chips japoneses en el mismo período fueron cero.
Al igual que en la industria de los semiconductores, otras como la textil, la siderúrgica, las máquinas herramientas, la electrónica, la automotriz entre otras tantas han visto perder competitividad, mercado y utilidades día a día por haber estado ancladas a paradigmas que ya no eran válidos dentro del nuevo esquema mundial.
Entre las tres presiones externas a las cuales se ha hecho referencia anteriormente, la primera y
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