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FOBIA DE UN NIÑO DE CINCO AÑOS (CASO "JUANITO")

makabe210 de Abril de 2015

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ENSAYO XL

ANÁLISIS DE LA FOBIA DE UN NIÑO DE CINCO AÑOS

(CASO "JUANITO")

Sigmund Freud

1909

I

INTRODUCCIÓN

La presente historia clínica de un paciente infantil no constituye en rigor una observación

directa mía. Dirigí, desde luego, en conjunto, el plan del tratamiento e incluso intervine una vez en él, personalmente, manteniendo una conversación con el infantil sujeto. Pero quien llevó adelante el tratamiento fue el padre del enfermo, al que debo expresar aquí mi agradecimiento por haber puesto a mi disposición su anotaciones, autorizándome a publicarlas. Y no fue éste su único merecimiento. Ninguna otra persona hubiera logrado del pequeño sujeto las confidencias que luego veremos, ni hubiera poseído tampoco el conocimiento de causa que permitió al padre interpretar las manifestaciones de su hijo -niño de cinco años- y vencer así las dificultades de una psicoanálisis en edad tan tierna. Únicamente la unión de la autoridad paterna y la autoridad médica en una sola persona y la coincidencia del interés familiar con el interés científico, hicieron posible dar al método analítico un empleo para el cual hubiera sido inadecuado en otras condiciones.

Pero el valor singular de esta observación estriba en lo siguiente: en su labor de ir descubriendo

por capas sucesivas los productos psíquicos, el médico que trata psicoanalíticamente a un nervioso adulto llega finalmente a ciertas hipótesis sobre la sexualidad infantil, en cuyos componentes cree haber hallado las energías impulsoras de todos los síntomas neuróticos de la vida ulterior. En mis "Tres ensayos sobre una teoría sexual", publicados en 1905, hube ya de exponer tales hipótesis, tan singulares para el profano como irrebatibles para el psicoanalista. Pero también el psicoanalista puede confesarse su deseo de hallar una prueba más directa y próxima de aquellos principios fundamentales y preguntarse si no sería posible descubrir en el niño, en toda su fresca vitalidad, aquellos impulsos y deseos sexuales que con tanto trabajo logramos extraer a la luz en los adultos y de los que afirmamos, además, que son acervo constitucional común a todos los hombres y sólo intensificados en el neurótico.

Con tal propósito vengo excitando hace ya tiempo a mis amigos y discípulos a reunir

observaciones sobre la vida sexual infantil. Entre el material que así ha ido llegando a mi poder, adquirieron pronto importancia preponderante las observaciones relativas a Juanito. Sus padres, identificados con mis teorías, habían convenido educar a su primer hijo con el mínimum de coerción estrictamente preciso para mantener las buenas costumbres, y como el niño fue haciéndose así una criatura despierta, alegre y juiciosa, la tentativa de dejarle formarse y manifestarse sin intimidarle pudo ser continuada sin temores. En lo que sigue reproduciré a la letra las anotaciones del padre, absteniéndome, naturalmente, de toda tentativa de velar, por motivos convencionales, la ingenuidad y la sinceridad del infantil sujeto.

Las primeras observaciones sobre Juanito datan de la época en que no había cumplido aún los

tres años. Manifestaba por entonces, con diversas ocurrencias y preguntas, vivo interés por una cierta parte de su cuerpo a la que llamaba "la cosita de hacer pipí". Así, una vez dirigió a su madre

la pregunta siguiente:Juanito: -Oye, mamá, ¿tienes tú también una cosita de hacer pipí?

Mamá: -Naturalmente. ¿Por qué me lo preguntas?

Juanito: -No sé. Por este mismo tiempo entró una vez en un establo en ocasión en que estaban

ordeñando a una vaca, y observó: "Mira, mamá. De la cosita de la vaca sale leche".

Ya estas primeras observaciones justifican la esperanza de que gran parte de lo que Juanito nos

descubría demostrara ser típico del desarrollo sexual infantil. Ya indicamos en otra ocasión que no había por qué espantarse al encontrar en una sujeto la representación de la satisfacción sexual "per os". Esta representación repulsiva tiene un origen inocente, pues se deriva del acto de mamar del seno materno, derivación en la cual actúa como elemento intermedio de transición la imagen de la

ubre de la vaca, la cual es, por su naturaleza, una mama, y por su forma y situación, un pene. El

descubrimiento de Juanito confirma la última parte de mi hipótesis.

El interés de Juanito por la cosita de hacer pipí no es exclusivamente teórico. Como era de

esperar, le incitaba también a tocamientos del miembro. Teniendo tres años y medio le sorprendió su madre con la mano en el pene, le amenazó: "Si haces eso llamaré al doctor A para que te corte

la cosita, y entonces, ¿con qué vas a hacer pipí?"

Juanito: -Con el "popó"

.Juanito responde aún sin consciencia de culpabilidad, pero adquiere en esta ocasión el

"complejo de castración", cuya existencia nos vemos forzados a deducir en tantos análisis de sujetos neuróticos, a pesar de la tenaz resistencia que los enfermos oponen a reconocerla. Sobre la importancia de este elemento de la historia infantil habría mucho que decir. El "complejo de castración" ha dejado en el mito (y no sólo en el griego) huellas evidentes. Ya en mi "Interpretación de los sueños" y en otros varios trabajos he tratado más o menos detenidamente este tema.

Aproximadamente en la misma época (a los tres años y medio), llevado un día ante la jaula de

los leones, en Schönbrunn, Juanito exclama alborozado: "¡Les he visto la cosita a los leones!"Los animales deben gran parte de la significación que han alcanzado en fábulas y mitos a la naturalidad con la que muestran a las criaturas humanas, penetradas de ávida curiosidad, sus órganos genitales y sus funciones sexuales. La indudable curiosidad sexual de Juanito hace de él un pequeño investigador permitiéndole descubrimientos conceptuales exactos.

Un día, a los tres años y nueve meses, ve desaguar la caldera de una locomotora y dice: "Mira,

la locomotora está haciendo pipí. ¿Dónde tiene la cosita?"Y después de una pausa, añade pensativo: "Un perro y un caballo tienen una cosita; una mesa y un sillón, no". Ha descubierto, pues, una característica esencial para la distinción entre lo animado y lo inanimado.El ansia de saber y la curiosidad sexual parecen ser inseparables. La curiosidad de Juanito recae especialmente sobre sus padres.

Juanito (a los tres años y nueve meses). -Papá, ¿tienes tú también una cosita?

Padre: -¡Naturalmente!

Juanito: -Pues no te la he visto nunca al desnudarte.Otra vez contempla interesado cómo se

desnuda su madre al acostarse. La madre le pregunta:-¿Qué me miras?

Juanito: -Para ver si también tú tienes una cosita de hacer pipí.-¡Naturalmente! ¿No lo sabías? Juanito: -No. Pensaba que como eres tan mayor tendrías una cosita como un caballo. Retendremos esta idea de Juanito, que adquiere luego extrema importancia.

Pero el magno acontecimiento en la vida de Juanito es el nacimiento de su hermanita Hanna,

teniendo él exactamente tres años y medio (octubre de 1906). Su conducta en esta ocasión fue inmediatamente anotada por el padre: A las cinco de la mañana siente mi mujer los primeros dolores y Juanito es trasladado en su camita a una habitación contigua. A las siete despierta, oye los quejidos y pregunta: "¿Por qué tose mamá?" y después de una pausa: "Hoy viene seguramente la cigüeña".

En los últimos días le habíamos dicho que la cigüeña nos iba a traer pronto un niño o una niña y

Juanito enlaza exactamente los quejidos inhabituales con la venida de la cigüeña. Más tarde se lo llevan a la cocina. Al pasar por la antesala ve el "trousseau" del médico y pregunta: "¿Qué es eso?" Le responden: "Un maletín". Y vuelve a asegurar convencido: "Hoy viene la cigüeña". Después del parto, la comadrona va a la cocina y encarga que hagan una taza de té. Juanito lo oye y dice: "Mamá tose y por eso le dan té". Le llevan luego a la alcoba, pero en lugar de mirar a su madre

contempla una palangana medio llena aún de agua sanguinolenta y dice extrañado: "Yo no echo

sangre por la cosita".

"Todas las palabras demuestran que relaciona con la cigüeña aquella situación inhabitual. Lo

observa todo con aire desconfiado. Indudablemente, se ha afirmado en él la primera desconfianza contra la historia de la cigüeña". Juanito se muestra luego muy celoso de la nueva hermanita y cuando alguien la alaba en su presencia, objeta en el acto con acento de burla: "Pero no tiene dientes". Cuando la vio por primera vez, le sorprendió mucho que no pudiese hablar y se figuró que era porque no tenía dientes. Durante los primeros días pasó, naturalmente, muy a segundo término. De pronto, cayó enfermo de anginas. En la fiebre se le oía decir: "No quiero ninguna hermanita".

"Al cabo de medio año desaparecieron ya, dominados, sus celos, y se convirtió en un hermano

tan cariñoso como consciente de su superioridad".Cuando la recién nacida tenía ya unos ocho días, Juanito presenció cómo la bañaban. Observó: "¡Qué pequeña tiene la cosita!" Y añadió luego a guisa de consuelo: "¡Ya le crecerá cuando sea mayor!"A la misma edad, tres años y nueve meses,

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