La Vida Emocional
Enviado por elyoyed • 19 de Junio de 2013 • 2.488 Palabras (10 Páginas) • 365 Visitas
LA VIDA EMOCIONAL
Uno de los puntos neurálgicos de todo enfermo alcohólico
es su descontrol emocional. En la vida emocional está el
epicentro de su mal, porque, incluso, si no existiera esa
incapacidad para dominar la obsesión mental por la
bebida, el problema orgánico de susceptibilidad hacia la
primera copa quedaría manifestado.
De ahí porque el programa de A. A. a través de su plan
de recuperación, carga insistentemente con instrumentos
terapéuticos para que nosotros, conforme consideremos
conveniente, los utilicemos y poco a poco conozcamos lo
que es estar libre de influencias poderosamente
negativas que, como una bomba nuclear, llevamos
dentro de nosotros mismos y que con el menor descuido,
amenaza hacernos estallar.
En el carácter del hombre existen tres componentes: la
inteligencia, la vida afectiva y la voluntad.
Para que haya éxito el carácter de la persona conserva la
armonía entre dichos factores. De los tres componentes
el factor preponderante es la vida afectiva, es decir, las
emociones. Para ilustrar lo expresado, nos detendremos
en un ejemplo:
Un individuo “x” está poseído por la ira. En ese momento
puede tomar medidas absurdas, incluso hasta matar a su
mejor amigo. Más tarde, puede recapacitar, pero el daño
ya está hecho. En este caso la inteligencia no pudo
actuar porque fue ofuscada por la emoción, y la voluntad
fue servidora incondicional del estado emotivo. Así como
este caso, suceden muchos en la vida, pueden ser menos
La vida
emocional
Padre Pfau
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graves y tener rectificaciones, pero no por eso dejan de
ser problemas.
Los tres componentes fundamentales de la vida afectiva
son: el miedo, la ira y el amor, y los tres son poderosos,
tan es así que un conocido psiquiatra español los llama
“gigantes del alma”.
El primer gigante que asoma a la penumbra del alma es
el miedo. Y el primer miedo lo sentimos al nacer, al
enfrentarnos a un mundo desconocido. El recién nacido
reacciona con el llanto, al sentirse desposeído de la
seguridad del vientre materno y tener que enfrentarse a
algo nuevo. Nadie puede decir que no ha sentido miedo
alguna vez.
Cuando el gigante negro se apodera de nuestra
personalidad, nos tornamos tímidos, cobardes,
escrupulosos, escépticos, aburridos, vanidosos, hipócritas
o mentirosos. Estos son los defectos de carácter
producidos por el dominio de nuestro gigante negro.
El miedo que llevamos dentro nos empuja a no tener el
suficiente valor para afrontar los problemas de la vida. El
miedo se alía al instinto de conservación y nos hace
inseguros hasta de nuestra propia vida. Tomemos por
ejemplo al vanidoso. En el fondo sabe que no vale nada o
vale muy poco y ante los demás se siente inseguro.
Necesita aparentar que vale más y trata de convencerse
de que es así, y hace ostentación de virtudes de las
cuales carece.
Se da gran importancia vistiendo bien, hace obsequios,
se hace propaganda por medio de sus amigos y agota
cuanto recurso tiene a su alcance, para encubrir el miedo
de saber que su capacidad es falsa, simple oropel sus
méritos imaginarios, y su riqueza simple ambición.
Tenemos también el caso del altanero, que taconea,
golpea la mesa, grita, insulta para demostrar que no
tiene miedo cuando en realidad lo hace para encubrirlo.
El miedo, debido a los innumerables fracasos que sufre el
enfermo alcohólico, se apodera de su alma y llega tan
hondo que puede convertirse en fobia (miedo patológico).
Y es así como tropieza con muchos obstáculos, incluso
imaginarios, que no lo dejan desenvolverse y que restan
energías a sus propósitos de luchar por la vida. Se carga
de los defectos de carácter inherentes al miedo y se
torna en un esclavo de esta emoción central.
Desde lo más profundo de nuestra biología, nace el
gigante rojo, es decir, la ira. La ira gusta de aliarse con
otros gigantes. Cuando lo hace con el amor produce los
celos. Cuando lo hace con el deber de lo que creemos
correcto según nuestro “ego” nos da la intolerancia. Si lo
hace con el miedo nos da el pánico y los peores
resultados, incluso la muerte.
La ira es un estado mental que se caracteriza por la
agresividad en cualquier forma, ya sea física (golpeando,
matando), verbal (insultando), moral (despreciando,
rebajando al prójimo, etc.). De todas maneras, si
queremos causar daño a otro, estamos siendo manejados
por el gigante rojo.
El estado de ira produce un emponzoñamiento en nuestra
alma que no nos permite vivir tranquilos y mucho menos
disfrutar de salud mental. La persona que odia se
destruye a sí misma porque no puede destruir a los
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demás. El odio es un veneno que va aniquilando el alma
de quien lo posee. El odio es la ira en conserva, algo que
no se pudo descargar a golpes y que se lleva
alimentando constantemente: la venganza.
Desde luego, esa venganza a veces nunca llega a
consumarse y el daño mental esta hecho en la persona
vengativa. Y como sustitución al hecho no consumado
aparece ahora dueño de los siguientes de defectos de
carácter: sed de justicia (se torna líder deshacedor de
entuertos), se hace criticón, usa frases irónicas y
murmura, su humorismo es burlón y se posesiona de él
la soberbia.
El soberbio es aquel individuo que se ha visto privado de
muchas gratificaciones. Se siente frustrado y por ello
trata de demostrar a los demás, con actitudes hostiles,
su “gran importancia”. Probablemente nunca triunfó en lo
que él quiso, fue despreciado en el amor y ahora es
desdeñoso, fue relegado a cargos de otra categoría a los
que aspiraba tener, la sociedad a la cual pertenece no le
ha dado la importancia que él cree poseer, etc., estas
chispas avivan la llama del gigante rojo y desencadenan
la conducta soberbia de proceder.
El individuo irónico es cobarde, porque no se atreve a
atacar físicamente a su adversario. Y mediante un
entrenamiento especial, ataca en forma de humorismo.
Trata de poner en ridículo al adversario,
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