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PSICOLOGÍA EVOLUTIVA ADOLESCENCIA


Enviado por   •  23 de Octubre de 2022  •  Monografía  •  1.529 Palabras (7 Páginas)  •  67 Visitas

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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

PSICOLOGÍA EVOLUTIVA ADOLESCENCIA

CÁTEDRA 56

2do PARCIAL- DOMICILIARIO INTEGRADOR

  • Docente a cargo de trabajos práctico: Lic. Liñares, Federico
  • Docente a cargo de teóricos: Lic. Otero, María E.
  • Comisión: Nº8
  • Alumna: Sevillano, Rocío Belén
  • Libreta N° 404792870
  • Mail: rociosevillano.9@gmail.com
  • Fecha de entrega: 02/11/2019

INTRODUCCIÓN

En base a la siguiente consigna: “En el crecer adolescente atravesado por desvíos, bordes y desbordes, articule los trabajos del duelo historizante con los otros del entretiempo de la sexuación. Palabras claves: trauma puberal – acontecimiento adolescente – cuerpo sexuado vincular – proyecto identificatorio – historización – trasmisión.”, propongo como objetivo identificar cómo este trabajo es experimentado  por el individuo y cómo este evoluciona a partir de él.

Para ello tomo como principales referencias teóricas a los autores Córdova, N. -Grassi, A. - Moreno, J. - Nasio, D. - Puget, J.

 La redacción comienza con la introducción las primeras vivencias del sujeto durante la infancia, cómo se inscriben en él las huellas de un primer objeto de amor (sus padres) y una primera forma de vincularse.  A continuación se desarrollan las fluctuaciones que sufren esas primeras experiencias con el advenimiento del entretiempo de sexuación, qué dificultades se presentan y cómo deben ser sorteadas, para finalizar con la conformación de un joven adulto maduro.


DESARROLLO

 “Para dejar atrás definitivamente el territorio de la infancia y lanzarse a la conquista del futuro, el adolescente debe ponerlo en pasado, historizarlo y duelarlo.” (Córdova, N.,2019 ,p.7)[1]

 Durante sus primeros años de vida, el infans experimenta sensaciones y excitaciones que despiertan la sexualidad infantil mediante el contacto con un otro. “La sexualidad y el deseo que ese otro trae consigo, resultan siempre económicamente excesivos y desbordan los recursos de representación y significación del infans” (Córdova, N., 2019). Las manifestaciones del bebé son, en un primer momento, biológicas, pero luego son interpretadas y significadas por el otro mediante la percepción; es decir, se les otorga un sentido entrelazando lo histórico (proveniente de la historia precedente a la existencia del niño) y lo biológico (las manifestaciones corporales propias del niño), estableciéndolas como señales en la comunicación madre/padre-bebé. Posteriormente, con la adquisición del lenguaje, el niño establece identificaciones con sus figuras parentales y con otros del entorno familiar. La historia familiar (la genealogía) es trasmitida al niño de manera inconsciente por su entorno familiar (principalmente por sus padres), así el niño se ve rodeado por una influencia que comprende sus propias experiencias y las vividas por sus antecesores.

En el transcurso de la adolescencia, las vivencias de seducción  de la infancia son activadas e interpretadas, junto con una desbordante sensualidad perteneciente al nuevo tiempo lógico, dando como resultado el trauma puberal. Con el advenimiento de la pubertad la estructura infantil es perturbada por las verdades puberales (aquello ajeno que insiste en ser incluido en lo ya establecido) desencadenando en un cambio radical que excede a los antecedentes, denominado acontecimiento adolescente.  El adolescente experimenta su cuerpo con extrañeza, como exiliado de su propio cuerpo, de la misma manera experimenta su vinculación con los otros, ya que debe abandonar las identificaciones inconscientes que sostenía con las figuras parentales para advenir él mismo como sujeto; el adolescente deberá, mediante una producción subjetiva, dar un nuevo sentido a las cosas, un sentido personal. No obstante, es un proceso que se haya enlazado con el propio cuerpo, con la historia, con la genealogía y la cultura, es en este contexto que se produce el advenimiento en sujeto; en palabras de Grassi, A. “Sujeto es autoafirmación, auto organización, autonomía, pero en red” (2010, p.21)[2]. Así mismo, deberá realizar un trabajo de duelo historizante, mediante el cual lo infantil debe elaborarse como pasado, esto solo es posible mediante una muerte simbólica de las figuras parentales de la infancia, y del niño ideal que solía ser, así como también de los deseos irrealizados, las prohibiciones e inhibiciones propias de sus padres. Es un trabajo que atraviesa los tres momentos del entretiempo de la sexuación: Lo puberal, lo adolescente y la juventud. Se da de manera concomitante, es decir que es un trabajo de ir y venir entre los distintos momentos, no hay una edad preestablecida para su inicio o para su finalización. Cuando acontece lo puberal, que es una tendencia anti-separadora, el sujeto se halla habitado por un exceso de sensualidad que inunda cuerpo y psiquis, que pulsa por retornar a los modelos narcisistas autoeróticos (es decir, que tiene como objeto el propio cuerpo), así como también al yo ideal. Contrariamente, con el advenimiento de lo adolescente, que es una fuerza separadora, se desexualiza el exceso de sensualidad que predominaba en lo puberal, enterneciendo esas excitaciones, se desencadena entonces la búsqueda de un nuevo objeto (por alteridad) que contemple la confluencia de la ternura y la sensualidad.

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