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A LA ESCUCHA DE LA PALABRA


Enviado por   •  22 de Julio de 2012  •  2.421 Palabras (10 Páginas)  •  773 Visitas

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A LA ESCUCHA DE LA PALABRA

Escuchar la Palabra es saber prepararle el terreno. Es el lugar donde cae la semilla [Mt. 13, 1-9] el factor que determina su rendimiento o no.

Cuando oremos, no vayamos directamente a la Palabra, Solemos estar tremendamente dispersos. Hemos de volver a conquistar vista, oído, cuerpo, imaginación…

Escuchar la Palabra es reconocer que emite en una onda que sólo con la ayuda del Espíritu seremos capaces de captar. Antes de leer la Palabra pidamos su Luz, para no leerla ni escucharla al estilo de otras lecturas, Para no acercarnos a ella con sentidos críticos, de sabios… Para intentar descubrir en ella la voluntad del Señor sobre nosotros. Antes de leerla, pues, "¡Ven, Espíritu de Dios, sobre mí!"

Escuchar la Palabra es saber dónde se encuentra escrita. No basta con que sepamos que está en la Escritura. Debemos saber localizarla, escogerla de acuerdo con nuestras circunstancias. Dios habló a los hombres en circunstancias concretas. Y hoy también lo hace. Cuanto mejor conozcamos la Palabra, mejor oraremos y ayudaremos a orar.

Escuchar lo Palabra es saber leerla. Cada lector debe darse cuenta de que es una especie de sembrador, Y cada semilla hay que depositarla en la tierra de la forma yen la cantidad precisa. Por eso, al leer, debemos cuidar de hacerlo despacio y ajustándonos en el tono de voz al tipo de texto que leemos.

Escuchar la Palabra es saber acogerla. La Palabra, como la simiente, es como un niño que precisa todos los cuidados para que se arraigue en la vida y crezca, Propongo un método sencillo:

◊ Una vez escuchada, repitamos trozos de esa palabra en nuestro interior.

◊ Pasémosla después a nuestro corazón) intentando sintonizar con los sentimientos que tuvo, por ejemplo, Cristo, en el momento de pronunciarla.

◊ Deja que esa Palabra recorra todos los rincones de tu vivir, sobre todo los más resecos.

◊ Esa misma Palabra que Dios nos ha dicho, devolvámosela a El. Entablemos conversación amistosa con El a propósito de ella.

◊ Hasta llegar, si es posible, a un momento de contemplación en que tan sólo le miremos nos sintamos mirados, en que nos quedemos amándole.

Un libro de Oración

Ningún libro como la Biblia ha recogido la sonoridad de la voz de Dios. Decía San Ambrosio: "Cuando oramos, hablamos con Dios; y cuando leemos las palabras divinas, le escuchamos. En la historia de Israel, Dios nos viene hablando de muchas maneras, hasta que pronuncia la Palabra definitiva: Cristo. Él nos lo dice, por fin, todo".

Su primer gran mensaje es que Dios es un ser tratable. Y nos da luego una noticia: Dios se nos aparece no en visiones extraordinarias, sino en los diversos acontecimientos de nuestras vidas. Por fin nos demuestra que orar es posible: Nos presenta a Dios como Creador [Sal. 8], Padre [Lc. 11, 1; Rm. 8, 14]; compañero de nuestro caminar [Rm. 8, 28]. Nos revela lo que somos: creaturas e hijos suyos, colaboradores, hermanos entre nosotros [Mt, 23,80]. Nos da la certeza de la ayuda del Espíritu para poder orar [Rm. 8,26; Gal 4,6]. Nos garantiza la intercesión de Cristo [Hb. 7, 25] que ha prometido estar en medio de nosotros reunidos en su nombre [Mt. 18, 20] y sobre todo nos descubre al propio Dios en nuestra interioridad [Jn. 14, 23].

La Biblia nos ha transmitido preciosas oraciones, que no son simples fórmulas del pasado, son también nuestras porque:

◊ Son Palabra de Dios viva y eficaz [Is. 56, 8-9; Hb 4, 12].

◊ Brotaron de una vida de fe que es también la nuestra; todas las realidades, grandes o pequeñas, de la vida, han quedado en la Biblia para enseñarnos a orar también a nosotros desde las nuestras propias.

Por otra parte, para que cada pasaje de la Escritura que nos impacte, podemos fácilmente convertirlo también en oración, siguiendo, por ejemplo, las pistas dadas anteriormente: convirtiéndolo en una frase que repitamos hasta interiorizarla, y saltando desde su contenido a la súplica, el agradecimiento o la alabanza.

La Biblia es también un desfile de grandes orantes. Hombres de carne hueso como nosotros que alcanzaron el adjetivo de creyentes: Abraham, Moisés, David, Elías, Isaías, Jeremías, Juan Bautista, María, los Apóstoles, Pablo,… En otras ocasiones no son las personas, es el pueblo mismo quien muestra toda su capacidad de fe. Y tanto al pueblo como a las personas, los vemos compartir esa fe en o oración.

Lo importante es que adoptemos una actitud bíblica al orar:

◊ Reconocemos siempre yen todo lugar a Dios como el ser en quien vivimos, nos movemos, existimos.

◊ Buscamos su voluntad en todos los acontecimientos.

◊ Contemplamos a Cristo en todos los hombres, próximos o extraños.

◊ Interpretamos todo lo temporal a la luz del fin último del hombre.

El argumento del Libro

La Biblia nos habla de la Alianza entre Dios y el Hombre. Es el relato de una experiencia histórica que un pueblo, formado de personas concretas -Jesús es el núcleo central- han hecho de Dios. Este es, pues, el mensaje central: la relación entre Dios y los hombres.

Nos habla, por tanto, de qué representa el hombre, del valor que tiene esta pequeña criatura a los ojos de Dios; pero también de lo que representa. Dios, cómo es invocado, encontrado y traicionado por el hombre. Todo esto se expresa con una palabra: Alianza.

Podemos decir que capta el mensaje central quien en la Biblia sabe responder a estas preguntas: ¿Qué rasgo de Dios surge en este texto? ¿Qué rasgo de pueblo, de persona? ¿Qué aspecto de la relación entre ambos se pone de manifiesto?

La Biblia nos comunica ciertas constantes que definen el comportamiento de Dios y del hombre:

◊ Dios es Aquel que ha tomado siempre la iniciativa.

◊ El hombre es quien acoge y responde, disponiéndose por medio de la fe a escuchar confiadamente a Dios.

◊ El hombre rechaza a Dios con frecuencia: peca y es castigado.

◊ Dios nos acepta el rechazo del hombre: da el castigo.

◊ El hombre grita a Dios. Es la conversión.

◊ Dios perdona al hombre, rehace su alianza, es misericordioso y fiel.

En esta historia que se presenta como un círculo fatal, hay uno de entre nosotros, Jesucristo, que ha logrado mantenerse siempre fiel a Dios, y ha establecido así una Alianza nueva entre Dios y el mundo, y aunque se de la posibilidad de volver a romper la alianza, Jesús nos exhorta

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