CARITAS EN VERITATE
Enviado por MANUELROSE • 24 de Enero de 2012 • 9.637 Palabras (39 Páginas) • 626 Visitas
CARTA ENCÍCLICA
CARITAS IN VERITATE
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
A TODOS LOS FIELES LAICOS
Y A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD
SOBRE EL DESARROLLO
HUMANO INTEGRAL
EN LA CARIDAD Y EN LA VERDAD
INTRODUCCIÓN
1. La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y,
sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico
desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor -«caritas»- es una fuerza
extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en
el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor
eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que
Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su
verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,22). Por tanto, defender la verdad,
proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e
insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres
perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los
abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y
en la mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones
humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de
amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la
caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a
nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn
14,6).
2. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las
responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que,
según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). Ella da
verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el
principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo,
sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y
políticas. Para la Iglesia -aleccionada por el Evangelio-, la caridad es todo porque, como
enseña San Juan (cf. 1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica
«Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere
forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a
los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.
Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la
caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida y, en
cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural,
político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma
fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De
aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San
Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y
complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad
en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la
caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad,
iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su
capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Y esto no es algo
de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la
verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.
3. Por esta estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la caridad como
expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las
relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad resplandece la
caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la
caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la
inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su
significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero
sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena
arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil
de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se
abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la
caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y
sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal. En la
verdad, la caridad refleja la dimensión personal y al mismo tiempo pública de la fe en el
Dios bíblico, que es a la vez «Agapé» y «Lógos»: Caridad y Verdad, Amor y Palabra.
4. Puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en
toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos»
que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión. La verdad, rescatando a los
hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de
las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas.
La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el
anuncio y el testimonio cristiano de la caridad. En el contexto social y cultural actual, en el
que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad
lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento
útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero
desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir
fácilmente
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