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CARITAS EN VERITATE


Enviado por   •  24 de Enero de 2012  •  9.637 Palabras (39 Páginas)  •  623 Visitas

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CARTA ENCÍCLICA

CARITAS IN VERITATE

DEL SUMO PONTÍFICE

BENEDICTO XVI

A LOS OBISPOS

A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS

A LAS PERSONAS CONSAGRADAS

A TODOS LOS FIELES LAICOS

Y A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD

SOBRE EL DESARROLLO

HUMANO INTEGRAL

EN LA CARIDAD Y EN LA VERDAD

INTRODUCCIÓN

1. La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y,

sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico

desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor -«caritas»- es una fuerza

extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en

el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor

eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que

Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su

verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,22). Por tanto, defender la verdad,

proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e

insustituibles de caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hombres

perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los

abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y

en la mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones

humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de

amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la

caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a

nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn

14,6).

2. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las

responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que,

según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40). Ella da

verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el

principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo,

sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y

políticas. Para la Iglesia -aleccionada por el Evangelio-, la caridad es todo porque, como

enseña San Juan (cf. 1 Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica

«Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere

forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a

los hombres, es su promesa y nuestra esperanza.

Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la

caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida y, en

cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural,

político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma

fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De

aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por San

Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y

complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad

en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la

caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad,

iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su

capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Y esto no es algo

de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la

verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.

3. Por esta estrecha relación con la verdad, se puede reconocer a la caridad como

expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las

relaciones humanas, también las de carácter público. Sólo en la verdad resplandece la

caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es luz que da sentido y valor a la

caridad. Esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, por medio de la cual la

inteligencia llega a la verdad natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su

significado de entrega, acogida y comunión. Sin verdad, la caridad cae en mero

sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena

arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil

de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se

abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la

caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y

sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal. En la

verdad, la caridad refleja la dimensión personal y al mismo tiempo pública de la fe en el

Dios bíblico, que es a la vez «Agapé» y «Lógos»: Caridad y Verdad, Amor y Palabra.

4. Puesto que está llena de verdad, la caridad puede ser comprendida por el hombre en

toda su riqueza de valores, compartida y comunicada. En efecto, la verdad es «lógos»

que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión. La verdad, rescatando a los

hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de

las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas.

La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el lógos del amor: éste es el

anuncio y el testimonio cristiano de la caridad. En el contexto social y cultural actual, en el

que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad

lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento

útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero

desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir

fácilmente

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