SER DOCENTE
Enviado por SaanDiiLeon • 13 de Noviembre de 2014 • 4.405 Palabras (18 Páginas) • 161 Visitas
1. ¿Qué es ser maestro hoy?
No nos preguntamos aquí por el sentido del maestro en abstracto, sino en el aquí
y ahora de nuestro contexto mexicano. Nadie como ustedes, maestras y maestros
aquí presentes, tiene las respuestas a esta pregunta, y seguramente son
respuestas complejas pues la profesión tiene, como la luna, dos caras: la luminosa
y la oscura.
En este México empobrecido, donde la sobrevivencia ha llegado a ser la preocupación
fundamental de la mayoría de los habitantes, país de intenso trabajo y
escasos salarios, de mermadas oportunidades y sombríos augurios, la profesión
de maestro tiene muchos rasgos oscuros:
• El sueldo escaso y lo que ese sueldo significa de bajo reconocimiento social.
• Las condiciones laborales poco estimulantes, tanto en el medio rural como
en el urbano marginado: instalaciones y muebles deteriorados, carencia de
apoyos didácticos, presión de muchas obligaciones burocráticas y, a veces,
una gran soledad.
• La pobreza de los alumnos que les dificulta aprender, y con frecuencia la indisciplina, rebeldía o altanería de algunos muchachos en el aula.
• La ignorancia o indiferencia, a veces, de los padres de familia que no los
corrigen ni estimulan.
• La competencia descorazonadora a que se enfrenta el docente para conquistar
el interés de los alumnos, al rivalizar con la “tele”, los videos y las
bandas de rock, en batallas perdidas de antemano.
Al lado oscuro de la profesión habría que añadir la corrupción en el medio
magisterial, pues hay reglas de juego poco edificantes, simulaciones a las que
hay que resignarse, abusos que callar aunque molesten y poderes nada éticos
con los que hay que transigir.
Ser maestro hoy tiene afortunadamente otros rasgos que se inscriben en su
lado luminoso y se descubren cuando logramos trascender las pequeñas miserias
de la cotidianidad y recuperar lo esencial, lo que alguna vez nos atrajo como
“vocación”: el amor a los niños y a los jóvenes, el deseo de ayudarles, de abrir
sus inteligencias, de acompañarlos en su proceso para llegar a ser hombres y
mujeres de bien.
RASGOS LUMINOSOS DE SU PROFESIÓN.
• “ver aprender”. comprobación de que “no era tan difícil” y extraña sensación de descubrir que el pensamiento está escondido en los garabatos del papel.
• formación del carácter de mis alumnos adolescentes.
• El contacto cotidiano con los alumnos me mantenía joven, ser maestro es seguir creciendo.
2. ¿Por qué estamos hoy insatisfechos con la formación
y la actualización del magisterio?
Hay muchos maestros y son innumerables sus perfiles y sus experiencias de formación.
Pero es inevitable generalizar, a sabiendas de que carecemos de suficientes
evidencias para demostrar que la “imagen promedio” que presentamos es
justa y acertada.
Visto estructuralmente, el sistema de formación y actualización del país es
complejo y heterogéneo: intervienen en él instituciones muy diferentes: escuelas
normales de diversos tipos, universidades pedagógicas con variados programas,
instituciones universitarias, centros de maestros, centros de actualización
del magisterio, sistemas a distancia, dependencias federales y estatales, instituciones
privadas.
El carácter de enseñanza superior que se dio a la formación magisterial desde
1984 está muy lejos de haber tenido un efecto real en sus concepciones curriculares
y sobre todo en los procedimientos académicos internos que debieran asemejar
esta formación a las demás carreras universitarias. En respuesta a las
demandas del magisterio, el Acuerdo Nacional para la Modernización de la EduPablo
Latapí Sarre
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cación Básica y Normal (ANMEB) incorporó en 1992 como uno de sus componentes
fundamentales la renovación de la formación docente, y desde hace cinco
años se puso en marcha el Programa para la Transformación y el Fortalecimiento
Académicos de las Escuelas Normales, así como el Programa Nacional para la
Actualización Permanente de los Maestros de Educación Básica en Servicio
(Pronap), ambos con objetivos y alcances bastante limitados.
Reconociendo el gran esfuerzo financiero y tecnológico que ha significado la
creación de los Centros de Maestros, muchos docentes cuestionan sus supuestos
y estrategias. La utilización de sus espacios y equipamientos es mínima, sobre
todo por la falta de tiempo de los docentes; las capacidades de sus coordinadores
y asesores se quedan con frecuencia cortas respecto a lo que de ellos se espera.
Y el Pronap, con sus laudables innovaciones de “cursos nacionales” con evaluación
independiente, adolece, bajo la presión de dinámicas sociales, burocráticas
y gremiales, de inducir a un credencialismo que limita grandemente su eficacia y
lo aparta de la práctica docente.
Se cuestiona también la concepción de los programas, cursos y talleres, su
enfoque al maestro individual, su desvinculación con la vida escolar que hace
difícil que el docente aplique después lo que aprende (aunque hay también signos
prometedores en los esfuerzos que realizan varios estados).
El sistema de actualización no logra contrarrestar los efectos de lo que una
autora (Rosas, 1999: 9) llama la “dinámica de desprofesionalización” que genera
la cotidianidad escolar. La escuela privilegia lo no sustantivo –los festejos y
desfiles, concursos, campañas, innumerables comisiones, obligaciones sindicales,
llenado de informes y formularios, reuniones, etcétera– que consume el tiempo
del docente y le impone como principal meta “cubrir el programa” a toda costa,
sin poderse permitir el lujo de pretender elevar la calidad del aprendizaje de sus
alumnos o de atenderlos individualmente cuando lo requieren. En este cuadro,
se desarrolla necesariamente en muchos docentes, en pocos años, un sentido de
frustración profesional que los lleva a refugiarse en rutinas conocidas y seguras y
a comportarse como los describen algunos estudios antropológicos: un profesio13
¿Cómo aprenden los maestros?
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nal devaluado, no reconocido socialmente, no actualizado, aprisionado en
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