WALTER BENJAMIN EL AUTOR COMO PRODUCTOR
Enviado por maxi1234567 • 7 de Marzo de 2014 • 6.990 Palabras (28 Páginas) • 256 Visitas
Traducción: Bolívar Echeverría
“Se trata de ganar a los intelectuales para la causa obrera, haciéndoles tomar conciencia de la identidad que hay entre su quehacer espiritual y su condición de productores ”. Ramón Fernández.
Ustedes recuerdan cómo procede Platón con los poetas en el proyecto de su
Estado. Les prohíbe permanecer en él, en interés de la comunidad. Platón
tenía un concepto elevado del poder de la poesía. Pero la consideraba
dañina, superflua: en una comunidad perfecta, se entiende. Desde entonces,
la cuestión acerca del derecho de existencia del poeta 1
no ha sido planteada
frecuentemente con igual énfasis. Ahora vuelve a plantearse, aunque sólo
rara vez en esa forma. Y a todos nos es más o menos conocida como
cuestión acerca de la autonomía del poeta: de su libertad para escribir lo
que quiera. Ustedes no se sienten inclinados a reconocerle esta autonomía;
piensan que la situación social presente le fuerza a decidir al servicio de
quien quiere poner su actividad. El escritor burgués de literatura para el
entretenimiento no reconoce esta alternativa. Ustedes le comprueban que,
aunque no lo acepte, trabaja al servicio de determinados intereses de clase.
Un tipo más avanzado de escritor reconoce esta alternativa. Al ponerse de
parte de proletariado, toma su decisión con base en la lucha de clases. Y se
acaba entonces su autonomía. Su actividad se orienta por aquello que es útil
1
Dichter. Significa, en general: “creador literario”al proletariado en la lucha de clases. Como suele decirse, se vuelve un
escritor de tendencia.
He aquí la frase en torno a la cual giró desde hace algún tiempo un debate
que a ustedes les es familiar y del que saben, precisamente porque les es
familiar, que ha resultado estéril. En efecto, no ha podido liberarse del
aburrido “por un lado..., pero por otro...” Por un lado, del rendimiento del
poeta debe exigirse que presente la tendencia correcta; por otro lado, se
está en el derecho de esperar que tal rendimiento sea de calidad. Como es
evidente, se trata de una fórmula que seguirá siendo insuficiente mientras
no se comprenda cuál es la relación que existe entre los dos factores:
tendencia y calidad. Por supuesto, la relación puede ser establecida por
decreto. Puede declararse: una obra que presente la tendencia correcta no
necesita poseer ninguna otra calidad. Puede también decretarse: una obra
que presente la tendencia correcta debe necesariamente poseer toda otra
calidad.
Esta segunda formulación no deja de ser interesante; aún más, es correcta.
La suscribo como propia. Pero, al hacerlo, me niego a decretarla. Es una
afirmación que debe ser demostrada. Si ocupo la atención de ustedes, es
para intentar comprobarla. Ustedes objetarán tal vez: se trata de un temor
por demás especial, incluso ajeno. ¿Con esa demostración quiere usted
impulsar el estudio del fascismo?”.
Efectivamente, esa es mi intención. Pues espero poderles mostrar que el
concepto de tendencia, en la forma sumaria en que se encuentra
generalmente en el debate mencionado, es un instrumento completamente
inadecuado para la crítica política de la literatura. Quisiera mostrarles que
la tendencia de una obra sólo puede ser acertada cuando es también
literariamente acertada. Es decir, que la tendencia política correcta incluye
una tendencia literaria. Y, para completarlo de una vez: que es esta
tendencia literaria –contenida implícita o explícitamente en toda tendencia
política correcta--, y no otra cosa, lo que da calidad a la obra. La tendencia política correcta implica la calidad literaria de una obra porque incluye su
tendencia literaria.
Permítanme prometerles que esta afirmación se aclarará más adelante. Por
el momento quisiera intercalar lo siguiente: mis consideraciones pueden
tener un punto de partida diferente. Partí del debate estéril acerca de la
relación en que están la tendencia y la calidad de la creación literaria. Pero
pude haber partido de un debate más antiguo, aunque menos estéril: el que
trata de la relación en que están el contenido y la forma, en especial en la
literatura política. Es una problemática que se encuentra desacreditada, y
con razón. Se la toma como ejemplo escolar para ilustrar el intento no
dialéctico de abordar los problemas literarios sirviéndose de clichés. Está
bien. ¿Pero qué decir del tratamiento dialéctico de esa misma cuestión?
El tratamiento dialéctico de esta cuestión –y con esto entro propiamente en
asunto-- no puede detenerse de ninguna manera en la cosa estática aislada
(obra, novela, libro). Necesita conectarla con el conjunto vivo de las
relaciones sociales. Ustedes dirán con razón que esto se ha hecho una y mil
veces en el círculo de nuestros amigos. Así es. . . Pero, al hacerlo, muchas
veces se ha pasado inmediatamente a términos mayores, y con ello
necesariamente al campo de la vaguedad. Como sabemos, las relaciones
sociales están condicionadas por las relaciones de producción. Así, al
abordar una obra, ha sido usual que la crítica materialista pregunte por la
posición que mantiene con respecto a las relaciones sociales de producción
de la época. Se trata de una pregunta importante. Pero también muy difícil.
No siempre es posible responderla categóricamente. Por ello, quisiera
proponerles una pregunta más inmediata. Una pregunta más modesta, de
menor alcance pero que, en mi opinión, tiene más probabilidades de obtener
una respuesta. Así, en lugar de preguntar: ¿Cuál es la posición que mantiene
una obra con respecto a las relaciones sociales de producción de la época?
¿Está de acuerdo con ellas, es reaccionaria, o tiende a su superación, es
revolucionaria?; en lugar de esta pregunta, o por lo menos antes de ella,
quisiera proponerles otra. Antes de la pregunta: ¿cuál es la posición de una obra con respecto a las relaciones de producción de la época? quisiera
preguntar: ¿cuál es su posición dentro de ellas? Esta pregunta apunta
directamente hacia la función que tiene la obra dentro de las relaciones de
producción literarias de una época. Con otras palabras, apunta directamente
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