Walter Benjamin

Inicia el texto con una cita de Paul Valery, “En un tiempo muy distinto del nuestro, y por hombres cuyo poder de acción sobre las cosas era insignificante comparado con el que nosotros poseemos, fueron instituidas nuestras Bellas Artes y fijados sus tipos y usos. Pero el acrecentamiento sorprendente de nuestros medios, la flexibilidad y la precisión que estos alcanzan, las ideas y costumbres que introducen, nos aseguran respecto de cambios próximos y profundos en la antigua industria de lo Bello. En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta modificar de una manera maravillosa la noción misma de arte.” Paul Valery, Pièces sur l’art (“La conquête de l’ubiquité”).

Ese vinculo entre el arte y las condiciones materiales e históricas en que éste se desarrolla es abarcada por Benjamín desde una mirada marxista. Estableciendo la tipica relación condicionante entre estructura y superestructura. Donde la estructura es el modo de producción y la superestructura son aquellas instancias constructuras de sentido, de normas, de deberes y derechos, de modelos institucionales, culturales y sociales. “La transformación de la superestructura, que ocurre mucho más lentamente que la de la infraestructura, ha necesitado más de medio siglo para hacer vigentes en todos los campos de la cultura el cambio de las condiciones de la producción.”

Es interesante esta cita de Benjamin porque deja en claro que los cambios materiales que dan cuenta, por ejemplo, de los cambios tecnológicos, de los modos de producción, son vertiginosos mientras los cambios en el campo de la cultura (la superestructura más abstraca y compleja) son más lentos. Es en ese campo donde el arte encuentra su ethos y, si bien está condicionada por la estructura económica y política posee su propio ritmo de desarrollo, de procesos de cambios.

Uno de los fenómenos industriales en que Benjamín fijará su atención son aquellas tecnologías que permiten la reproducción serial de la obra de arte. Fenómeno que no es nuevo, aquel de la reproducción, pero que en el marco de la era de las revoluciones industriales adquieren una dimensión diferente. “La obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo que los hombres habían hecho, podía ser imitado por los hombres.” Y más adelante señala “Hacia 1900 la reproducción técnica había alcanzado un standard en el que no sólo comenzaba a convertir en tema propio la totalidad de las obras de arte heredadas (sometiendo además su función a modificaciones hondísimas), sino que también conquistaba un puesto específico entre los procedimientos artísticos.”

Es en ese punto donde Benjamín hace un alto para reflexionar sobre la esencia del arte y aborda el concepto del aura. No sólo reconoce la reproductibilidad de la obra de arte, sino que establece una distinción entre lo que reproduce la técnica y lo que es la obra en sí. Es

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