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El Vínculo Pedagógico y la Planificación Escolar


Enviado por   •  21 de Junio de 2016  •  Trabajo  •  2.452 Palabras (10 Páginas)  •  229 Visitas

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[pic 1]Instituto Provincial de Educación Superior “Florentino Ameghino”[pic 2]

Departamento de Capacitación y Extensión Docente

Certificación Docente para Técnicos y Profesionales

El Vínculo Pedagógico

 y

la Planificación Escolar

Materia: Trayecto de la Práctica I

Docente: Prof. Soledad Cruz

Alumna: Lic. Jeréz Marcela Noemí

Correo electrónico:  jerezm@gmail.com


Introducción

La reflexión sobre la práctica docente invade los pensamientos del maestro con historias y vivencias  del día a día, de la vida dentro del aula, del aprendizaje continuo. Aprendizaje que ocurre con cada experiencia vivida.

Las clases que desarrollamos muchas veces dejan un sabor amargo, una sensación de insatisfacción porque no tuvo el éxito que esperábamos, éxito en la motivación, en la participación, en el propio proceso de aprendizaje de nuestros alumnos. Generalmente estas situaciones son las que nos provocan la necesidad de cambiar, de modificar la tarea, de probar nuevas estrategias de enseñanza. Y es por ello que hoy me encuentro escribiendo este texto, con el que quiero llegar a ustedes para que podamos transitar el camino que elegimos en compañía de nuestros pares, que tienen nuestras mismas inquietudes. En la tarea educativa debemos modificar la manera de trabajo, que históricamente realizamos, evitando convertirnos en seres aislados y solitarios. Es necesario aprender a trabajar en equipo, para enriquecernos y para enriquecer a nuestro colega. Esto también es un aprendizaje que debemos realizar, que no resulta sencillo y que requiere de tiempo y voluntad.

El profesor de matemática carga con el rechazo, por parte de los alumnos, instalado desde nuestros antepasados. “La matemática es difícil”, “a los problemas de matemática no los entiendo”, “siempre me llevé matemática”, son expresiones que todos sabemos oír.

Ignacio Zalduendo[1] dice: La matemática, cuando se enseña bien, deja hábitos y habilidades intelectuales básica, esenciales para cualquier persona y de indudable valor social. La matemática es formativa por su estructura lógica y porque fomenta la creatividad, obliga a la honestidad, enseña paciencia, tenacidad y aceptación de los tiempos humanos nos hace humildes, todos encontramos nuestros límites de fuerza y habilidad.

Las sociedades democráticas necesitan ciudadanos reflexivos que puedan plantearse los grandes temas que en ellas se suscitan (las migraciones, la multiculturalidad, el gran avance tecnológico, las fuertes desigualdades, etc.); ciudadanos que sepan construir su propia opinión y que participen activamente en las decisiones sociales. Sujetos que sean miembros conscientes y activos en una sociedad democrática, que conozcan sus derechos individuales y sus deberes públicos. Ante esta demanda, la educación matemática contribuye a esa formación, asumiendo que las matemáticas juegan un papel esencial en la formación de un ciudadano responsable.[2]

La tarea en el aula es un desafío al que se enfrenta todos los días el profesor de matemática. Este desafío dispone de diferentes soportes, entre los cuales podemos mencionar dos que considero indispensables. El primero atiende la situación social: establecer un vínculo. El segundo lo constituye una herramienta organizadora: la planificación.

Un profesor de matemática vinculante

La realidad que hoy nos toca en el aula, nos platea una situación diferente a la que vivimos cuando éramos alumnos. Los estudiantes de hoy conviven en un mundo en el que el acceso a la información de cualquier índole es inmediato. Las nuevas tecnologías de información y comunicación nos han provisto de instrumentos que nos permiten encontrar respuestas en milésimas de segundos. Este es el mundo que conocen nuestros adolescentes. Un mundo que no sabe esperar, en el que “hacer zapping” es una costumbre en todo ámbito y situación. El adolescente dedica su tiempo y escucha lo que considera que le puede servir para salvar algún interés personal. Los adultos, en este contexto, no ocupamos el mejor lugar ya que muy pocas veces resultan interesantes nuestras palabras para los “veinticuatro” pequeños sentados frente a nosotros.

El primer desafío que debemos sortear es el de establecer un vínculo entre los alumnos y el profesor, que permita el reconocimiento en ambos sentidos. La escuela debe generar un marco referencial de identidad, en el que los niños y adolescentes se forman, no solo en conocimientos, sino también como personas. En este espacio es donde se trabaja el desarrollo de las capacidades y habilidades personales, de los sentimientos y de las emociones que darán un nivel de crecimiento y aprendizaje en la parte afectiva y emocional. Cada alumno es una persona única e irrepetible que necesita para crecer y desarrollarse el acompañamiento y el afecto de los que formamos parte de su entorno. La escuela es un dador de identidad. Todos tenemos huellas que ha dejado la escuela, por la presencia de un docente,  por el grupo de pertenencia, por la propia experiencia.

El docente debe transmitir con entusiasmo provocando una relación de empatía entre el docente y el alumno. Generar esta relación no siempre resulta espontanea según la personalidad de cada uno, a veces existe un refuerzo ideológico y teórico que inclina al educador ir en esa dirección. Cada integrante de la comunidad educativa debe ser una pequeña luz que intenta en el día a día, iluminar el camino de los jóvenes que llegan a las aulas.

Para Guillermina Tiramonti[3], "no hay aprendizaje posible si no se construye un vínculo con el alumno de respeto y generosidad para enseñar. Hay chicos difíciles, pero también hay muchos más que esperan aprender y hay un docente con voluntad de enseñarles".

El segundo desafío es lograr que los alumnos construyan su propio saber a partir de lo que ocurre en el transcurso de la clase.

La especialista Graciela Chemello[4] plantea una postura que se centra en que el alumno construya el conocimiento, como una propia búsqueda, a partir del estímulo que recibe. De esta manera se aprende matemática de una forma muy distinta, porque esta matemática tiene sentido, se sabe para qué sirve. La enseñanza tradicional, ha demostrado que lo que aprendimos, no siempre se puede aplicar en la vida cotidiana, son conocimientos encapsulados, difíciles de relacionar y de aplicar. Pocas veces se sabe para que existen.

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