Cuentos Tradicionales
Enviado por yameliza15 • 29 de Octubre de 2012 • 7.308 Palabras (30 Páginas) • 923 Visitas
1
PRÁCTICAS DEL LENGUAJE1
Proyecto: Seguir un personaje
EL MUNDO DE LAS BRUJAS (1er y 2do año)
ANEXO 1: Los cuentos tradicionales infantiles
Material para el docente
Versión mayo 2009
“Actualmente, se puede acceder a distintas ediciones de cuentos tradicionales, de relatos
populares latinoamericanos o de leyendas, mitos y fábulas. En ellas es posible reconocer
semejanzas en la secuencia narrativa o en los personajes y también variantes, por ser
versiones, porque en muchos casos remiten a diferentes tradiciones de origen oral de
distintas culturas y épocas. Las variaciones, lejos de resultar un obstáculo, permiten
reflexionar sobre las intenciones del autor, del recopilador, o sobre las características del
género o subgénero”.1
En este anexo se hace referencia a las características del género relativas a
los textos literarios empleados en el marco del proyecto El mundo de las
brujas. En primer lugar se describe el origen y transformación de los
cuentos tradicionales infantiles seguido de las características estructurales
de aquellos cuyo personaje prototípico son las brujas. Luego se analizan los
rasgos descriptivos del personaje tanto en los cuentos tradicionales como
en las narraciones contemporáneas.
El cuento tradicional infantil: algo más que un “cuentito”
Los cuentos tradicionales infantiles derivan de relatos populares, anónimos
y orales -cuyo origen es muy difícil precisar- que circulaban entre el
campesinado desde tiempos inmemoriales. No eran considerados entonces
relatos exclusivamente infantiles, pues sus destinatarios eran tanto los
niños como los adultos. Algunos estudios históricos señalan que estos
1
Equipo Prácticas del Lenguaje de la Dirección Provincial de Educación Primaria, año 2009. Mirta
Castedo (coordinadora) Primer ciclo: Alejandra Paione (responsable de ciclo), Gabriela Hoz, Irene Laxalt,
Gloria Seibert, Yamila Wallace. Segundo ciclo: Mónica Rubalcaba (responsable de ciclo), Mara Bannon,
Verónica Lichtmann, Aldana López, Pablo Ortiz.
2
relatos adoptan formas similares en diferentes sociedades y culturas, de
modo tal que detrás de las particularidades locales de cada caso pueden
apreciarse constantes universales.
Para la cultura occidental, la literatura infantil nace cuando los relatos
orales del folklore medieval europeo son fijados por la escritura, a partir del
siglo XVI, en recopilaciones tales como las de Basile y Straparola. A fines
del XVII Charles Perrault publica Los Cuentos de Mamá Oca, que incluyen
varios de los clásicos más conocidos, tales como “La bella durmiente del
bosque”, “Cenicienta” y “Caperucita Roja”. Igualmente importantes fueron
los Cuentos de niños y del hogar de los hermanos Grimm, las recopilaciones
de cuentos rusos de Afanasiev y los cuentos de Andersen.
Si examinamos la trama de la mayoría de estos relatos, es difícil
determinar cuánto ha sido aportado por el material folklórico originario y
cuánto por la inventiva de sus autores. Algunos de ellos, como Afanasiev
muestran un apego más filológico a los originales, otros como Perrault y los
hermanos Grimm recrean más o menos libremente los relatos de tradición
oral y, por último, autores como Andersen tienden a tomar el folklore como
fuente de ideas y temas para crear nuevos cuentos.
En este devenir, el género sufrió algunas transformaciones. Las
primeras versiones –inclusive las de Perrault- conservan la crudeza que era
propia de los textos folklóricos orales. En ellas abundan los abandonos y
maltratos de niños, los asesinatos, inclusive las violaciones y el canibalismo.
En la versión original de “La Bella durmiente”, por ejemplo, la princesa es
violada , abandonada y da a luz hijos ilegítimos que están en peligro de ser
devorados por una ogresa. Que los niños escucharan estas historias no
constituía problema alguno en una época en que eran vistos como adultos
pequeños y por tanto, hacían cosas tales como trabajar duramente y
concurrir a las ejecuciones públicas en las plazas. Este apego a la
morbosidad que tanto impacta a la sensibilidad contemporánea resulta muy
entendible al indagar el contexto social del que emergieron estos relatos.
Para hacerlo, es valioso remitirse al análisis histórico que de ellos efectúa
Robert Darnton2. El autor explica que la situación del campesinado medieval
era paupérrima. La gente vivía hacinada, cundían las guerras y las
epidemias, la población en general moría muy joven, de modo tal que
proliferaban las madrastras y los huérfanos. Los niños –que eran testigos y
víctimas de esta situación- no recibían tratamiento privilegiado alguno.
Durante el siglo XIX comienza a gestarse un concepto de infancia
más similar al actual. Por ese entonces, la infancia es delimitada como una
3
etapa diferente y específica de la vida, con características y necesidades
propias. En este contexto, los cuentos tradicionales infantiles pasan a ser
considerados como literatura dirigida especialmente a los niños. Claro que
para ello sufren una serie de adaptaciones: los contenidos violentos y las
referencias sexuales que arrastraban de su pasado medieval, rural y adulto
son cercenados o morigerados. De esta manera, las historias quedaron
aptas para educar a los niños en los valores de esta nueva sociedad. Se
introdujeron entonces por doquier cazadores bondadosos, princesas
bellísimas y hadas encantadoras, dando lugar a un mundo más seguro y
predecible. También se instaura el final feliz como regla de oro en los
cuentos infantiles tradicionales. En líneas generales, las versiones que
conocemos proceden de este último período.
Tanto las primigenias versiones descarnadas como las posteriores
más optimistas y suavizadas conllevan un sentido didáctico. En ambos, la
enseñanza moral se realiza apelando a arquetipos universales positivos y
negativos, es decir, a personajes que obran conforme a rasgos esenciales,
definidos, inalterables y unidimensionales y a través de los cuales el lector
puede rápidamente construir, por identificación o rechazo, modelos de
acción propia. Pero el sentido didáctico adquiere distinto signo,
consecuentemente con el
...