Los vínculos de apego en niños institucionalizados - Psicología del Desarrollo

 ־ ACTIVIDAD 1 ־

Los vínculos de apego en niños institucionalizados

Psicología del Desarrollo

Alumna: Ruth R.G.

El/la bebé para su supervivencia necesita de unos cuidados, atenciones y protección, normalmente proporcionados por sus progenitores, que hacen que se establezca un vínculo afectivo entre ambos: el apego. Este vínculo se establece en los primeros momentos de vida y responde a la necesidad del/a bebe de sentirse seguro, protegido y próximo a la figura de apego, lo cual influirá en el futuro desarrollo del niño/a. El psicoanalista John Bowlby, destacado por su interés en el desarrollo infantil, afirma que el niño/a ya está apegado a sus figuras de referencia entre el primer y segundo año de vida (no solo los progenitores sino también abuelos, cuidadores, etc), siendo éste un apego flexible y adaptativo capaz de acomodarse diferentes situaciones.

Pero desafortunadamente, hay casos en los que los progenitores no pueden brindar los cuidados necesarios al/a menor y la Comunidad Autónoma correspondiente asume su tutela, derivándolo a un centro institucionalizado hasta que se encuentre una solución para su situación (ya sea volver con su familia biológica o ser acogido o adoptado por otra). ¿Qué ocurre pues con este vínculo afectivo en niños/as que están institucionalizados?

En este aspecto, vamos a centrarnos en dos entrevistas realizadas a los psicólogos Concepción Moraleda y Oscar Olmedo, ambos educadores de un centro de protección de menores de primera infancia en Madrid, que acoge menores de entre 0 y 3 años.

Los motivos por los que un/a menor accede a uno de estos centros van desde una situación de desamparo y/o de riesgo social, hasta la negligencia en los cuidados por parte de los progenitores o la imposibilidad de éstos de hacerse cargo del/a menor. Este un recurso transitorio en la vida del niño/a, donde el periodo de estancia es de año y medio, principalmente por dos motivos: porque el apego establecido entre el/la menor y el educador/a es un apego transitorio (temporal hasta que se solucione la situación del menor/a) y porque los/as niños/as necesitan una familia que les aporte estabilidad. 

Desde estos centros se intenta que el/la niño/a mantenga un desarrollo evolutivo lo más normal posible, tanto a nivel de maduración motora, como cognitiva y afectiva. El trabajo se organiza en secciones, y cada educador/ se encarga de cinco niños/as. Los/as educadores/as acompañan a los/as menores/as en su vida cotidiana y cuidados básicos: higiene, alimentación, pautas de sueño, juego, etc. El/la educador/a es por tanto, su principal figura de apego gracias, entre otras cosas, a su cercanía y disponibilidad. Sus acciones están dirigidas a establecer un apego seguro en los/as menores.

Bowlby, en su teoría sobre la formación del vínculo de apego (1958) donde pudo trabajar entre otros con niños/as institucionalizados, afirmó que el/la bebé nace con una serie de conductas que utiliza para establecer un vínculo con su madre y que carecer de un fuerte apego con ésta en los primeros momentos de su infancia, puede causarle dificultades para formar y mantener relaciones cercanas. En este sentido, las investigaciones de la psicoanalista austriaca Anna Freud, concluyen que el potencial de apego está siempre presente en el niño, de manera que, si un niño sentía la carencia de una figura de apego, se fijaba automáticamente en otra.

Para favorecer estas relaciones de apego, se procura mantener la estabilidad de cada educador/a con su grupo de niños/as, además de cuidar los espacios y personalizar los objetos (cada niño/a tiene objetos personales). Los momentos a solas que el/la educador/a pasa con el/la menor tienen que ser de calidad, es necesario el contacto visual, la cercanía corporal y adaptarse a los ritmos del niño/a, relación que le aportará estabilidad y seguridad. Gracias a ello, el/la menor va diferenciando progresivamente a sus educadores/as de los que no lo son.

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