El Lbro Científico, La Mejor Teoría. Relato De Dos Experiencias Docentes.

EL LIBRO CIENTÍFICO, LA MEJOR TEORÍA

RELATO DE DOS EXPERIENCIAS DOCENTES

Experiencia 1.

A veces mi alumnado se sorprende de que doy la clase sin apuntes, sin power point, les envío artículos a través del campus virtual universitario para que los comenten o simplemente los lean antes de llegar a clase. Allí les pregunto, discutimos, añadimos nuestra propia experiencia y no siempre acabamos pensando todos lo mismo, ni siquiera lo mismo que el autor al que hemos leído.

Ese mismo alumnado incluso se llega a quejar de que no les doy teoría, y acostumbrados como están a recibirla en todas las asignaturas, piensan que sin teoría no podrán justificar las actividades que les propongo y que realizan en clase o en casa.

Cuando comencé a trabajar en la Universidad de Extremadura hace ya ocho años, tuve que leer el libro de Lowenfeld y Lambert sobre el desarrollo de la capacidad intelectual y creadora. Me dijeron que lo explicara al alumnado y que más tarde les preguntara en un examen escrito si lo habían aprendido. Lo habitual. Pero no pude.

Es un libro demasiado interesante.

Es un libro vivo, lleno de historias, me sentí incapaz de resumirlo y transmitirlo reducido, digerido, mutilado. Al contrario, me sugería tantas otras historias, que en lugar de resumirlo lo habría ampliado. Y se me ocurrió que a mi alumnado le podría pasar lo mismo.

Así que les propuse que lo leyeran. Y que se dejaran llevar por sus recuerdos de la infancia, y recrearan sus propias historias sobre la escuela, la educación artística, los maestros, las familias, los dibujos, los intereses artísticos de sus compañeros, las reacciones de los adultos… Todo eso que cuenta el libro a modo de investigación sobre el dibujo de los niños y niñas de hace cincuenta años, tan diferentes y a la vez tan parecidos a los actuales.

Y por supuesto descarté el examen escrito como forma de averiguar si lo habían entendido. En lugar de eso, les propuse hacer teatro. Ya que inventarían historias, qué mejor manera de representarlas que el teatro. Y qué decir del teatro como medio de comunicación de historias que no sepamos ya.

Así fue como en grupos, leyeron el libro, compartieron sus recuerdos y sus ideas sobre la educación artística que habían recibido a lo largo de tantos años de escolarización, reflexionaron sobre sus inclinaciones artísticas o sus rechazos o temores, y se imaginaron impartiendo una asignatura que no siempre se sabe cómo impartir.

Se imaginaron y después dramatizaron metiéndose en la piel de los escolares en la clase de plástica, dibujaron garabatos, las maestras los animaron a perfeccionar el trazo, los motivaron con música, crecieron y pasaron a dibujar la línea de tierra, y los adultos comprendieron que habían alcanzado el pensamiento lógico, y siguieron creciendo y evolucionando, y representaron su vida mediante líneas, colores, dibujos de su familia…

Hubo grupos que eligieron las marionetas para esconder un poco su vergüenza, pero sus voces delataban que la historia les entusiasmaba. Otros nos hicieron reír con sus parodias en las que ridiculizaban el recuerdo de algún maestro que no comprendió que los dibujos de los niños hablan mejor que cualquier cosa sobre la vida de los niños.

Un grupo de los que en aquellos años se especializaban en Educación Física nos sorprendió con su conexión entre el garabato y la danza o gimnasia rítmica con cintas, pasando al baile libre en solitario como en la etapa egocéntrica del niño, y bailando poco a poco con sus iguales a medida que el niño socializa y ve el mundo lleno de gente. Tan interesante fue esa interpretación que la llevamos a un congreso sobre expresión corporal y educación.

Otro grupo no se conformó con contar una historia de alumnado de educación infantil, y la inició

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