Los Intelectuales

El autor hace una distinción de los movimientos que pretendían imponer su estilo en la enseñanza superior. Por un lado los intelectuales universitarios y por otro, los mendicantes, que eran un grupo de orden religiosa católica caracterizada por vivir de la limosna de los demás, quienes eran apoyados por la Santa Sede. Por un lado, los mendicantes en sus fundamentos, destruían la posibilidad de una clase nueva de trabajadores intelectuales; para ellos, el hombre solo puede vivir del fruto de su trabajo, motivo por el cual, esta corriente es repudiada por todos los trabajadores de la época, así pues, el mensaje de austeridad de San Francisco de Asís se vio anulado, ya que era difícil admitir como ideal un estado muy semejante a la miseria.

Mientras que los intelectuales defendían la posibilidad de una clase trabajadora intelectual, con un optimismo humanista y naturalista de la mayoría de los universitarios, que chocaba con el ideal franciscano de pobreza.

Para ilustrar mejor lo anterior, el autor hace una cita muy oportuna de las palabras del cardenal Benito Gaetani, el futuro papa Bonifacio VIII, de las cuales se extraen las siguientes citas y que dejan ver muy claramente la postura de la Santa Sede en esa época, año 1290, respecto a la ciencia y la enseñanza universitaria:

“… Todos esos maestros (los maestros universitarios de París) se imaginan que gozan entre nosotros de inmensa reputación de sabios; pero nosotros, por el contrario, los juzgamos tontos entre los tontos, pues han infectado con el veneno de su doctrina sus propias personas y el mundo entero…”

“… Pero nosotros estimamos vuestra gloria solo como necedad y humo… So pena de incurrir en la privación de los oficios y de los beneficios, prohibimos en virtud de la obediencia a todos los maestros que discutan en adelante o determinen, en público o en privado, sobre el privilegio de los religiosos… La corte de Roma, antes de revocar el privilegio, destruirá la universidad de París.”

Con lo anterior, se deja clara la intención del autor de distinguir entre las diferentes corrientes, inclinándose a favor de la corriente intelectual universitaria, como lo hace saber al comentar que el futuro papa sabía crearse enemistades por proclamar a la iglesia como los únicos salvadores de almas, menospreciando la función de los maestros.

Otro tema de conflicto en el siglo XVIII fueron los ataques antiaristotélicos, que fue motivo de otra de tantas crisis universitarias; ejemplo de ello es la prohibición (renovada dos veces por la Santa Sede) en la universidad de París de impartir los cursos de Física y Metafísica. Por su parte, los Averroístas enseñan la eternidad del mundo, negando la creación, niegan a Dios como la causa de todas las cosas, algunos afirman la unidad del intelecto agente, negando la existencia del alma individual. Por lo anterior, los averroístas fueron duramente atacados por santo Tomás y la iglesia de París.

Del universitario al humanista

En este último apartado, Le Goff describe la desaparición del intelectual para la aparición de un nuevo personaje al que llama humanista; nos dice cómo dicha transición no obedece a una muerte o suplantación de unos por otros, sino a una metamorfosis en la cual los universitarios de la época se preparan durante los siglos XIV y XV para su regeneración.

Mientras los maestros solo los únicos trabajadores intelectuales hasta el siglo XV integrándose a los grupos privilegiados, los universitarios se entregan a actividades especulativas y se hacen usureros, sobre todo prestando con interés a los estudiantes,

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