TRABAJO DECENTE.
Enviado por martinvazquez • 2 de Diciembre de 2013 • Tesis • 2.222 Palabras (9 Páginas) • 714 Visitas
TRABAJO DECENTE.
El concepto de trabajo decente surgió en la Conferencia n º 87 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en 1999.
Para la OIT, el trabajo decente debería constituir la esencia de las estrategias
globales, nacionales y locales para lograr el progreso económico y social. Es
indispensable para reducir la pobreza, y como medio para alcanzar un desarrollo
equitativo, global y sostenible.
A partir de ese enfoque, el concepto de TRABAJO DECENTE fue adoptado por la
comunidad internacional como base de una estrategia destinada a conseguir un desarrollo
sostenible y centrado en las personas. Para eso, se basa en la creación de empleo, en los
derechos de los trabajadores, en la igualdad entre hombres y mujeres, en el acceso a la
protección social y en el diálogo social.
El trabajo decente implica, además, oportunidades de trabajo productivo y con un
ingreso justo; brindar seguridad en el lugar de trabajo y protección social para los
trabajadores/as y sus familias. El trabajo decente supone mejores perspectivas para el
desarrollo personal y favorecer la integración social; da a las personas libertad de
expresar sus opiniones, organizarse y participar en la toma de decisiones que inciden en
sus vidas y garantiza la igualdad de oportunidades y de trato para todos y todas.
El Trabajo Decente es un concepto desarrollado por la Organiza-ción Internacional del Trabajo para establecer las característicasque debe reunir una relación laboral acorde con los estándares in-ternacionales, de manera que el trabajo se realice en condicionesde libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. Esta idea uepropuesta por Juan Somavía en su primer inorme como DirectorGeneral de la Ocina Internacional del Trabajo
en 1999, y luegoue adoptada por los mandantes de la Organización –gobiernos,trabajadores y empleadores– durante la Conerencia Internacio-nal del Trabajo de 1999.El concepto de Trabajo Decente se basa en el reconocimiento deque el trabajo es uente de dignidad personal, estabilidad ami-liar, paz social, democracias que actúan en benecio de todosy crecimiento económico, además de aumentar las oportunida-des de trabajo productivo y el desarrollo sostenible de las empre-sas. El trabajo decente refeja las prioridades de la agenda social,económica y política de los países y del sistema internacional. Enun lapso relativamente breve, este concepto ha logrado consensomundial entre los gobiernos, empleadores, trabajadores, la so-ciedad civil y la comunidad internacional sobre el hecho de queel empleo productivo y el trabajo decente son elementos unda-mentales para alcanzar una globalización justa, reducir la pobrezay promover un desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible
Los niveles de desarrollo humano
Resulta bastante extraño que en la actual discusión sobre el presupuesto de ingresos, y sobre todo de egresos, en los cuales se busca, según se ha repetido en innumerables ocasiones, el crecimiento y el desarrollo del país, no esté presente en ningún lado la categoría conceptual dedesarrollo humano o calidad de vida, que aparecen hoy mundialmente como las nociones más puntuales, no sólo paramedir los niveles de desarrollo sino en definitiva los modos o formas de vidaimperantes en las diversas sociedades.
En esta perspectiva, debemos aceptar, el avance mexicano no resulta sobresaliente, sino más bien modesto y hasta lamentable, dirían algunos. Por supuesto, se han efectuado ensayos de reflexión sobre la categoría calidad de vida o desarrollo humano, pero digamos que uno de los más aceptados es el elaborado en la ONU, y se mide esencialmente a través de la esperanza de vida, la educación en todos sus niveles, la salud y, desde luego, los ingresos que permiten a la población adquirir satisfactores indispensables para una vida aceptable en su bienestar. Se trata, como es claro, de categorías conceptuales complejas, pero que precisamente por ello vale la pena incorporar en los análisis sobre el estado de nuestra sociedad, para fincar nuestras aspiraciones sobre sólidas bases.
En un análisis reciente del PNUD sobre la calidad de vida en el mundo (2013), que lleva el subtítulo El ascenso del sur: progreso humano en un mundo diverso, se subraya la sorprendente transformación de gran cantidad de países en desarrollo en economías principales dinámicas con creciente influencia política, (que) está logrando un impacto significativo en el progreso del desarrollo humano. Además, que ningún país, por los datos disponibles, tuvo un valor inferior en su desarrollo humano al de 2012, lo cual confirmaría que, pese a las enormes desigualdades entre países y regiones de la Tierra, de todos modos se evoluciona en conjunto con un mínimo de prosperidad.
Según proyecciones del mismo informe, en 2020 la producción económica combinada sólo de tres de los principales países en desarrollo (Brasil, China e India) superará la producción total de Canadá, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y Estados Unidos.
Gran parte de esta expansión estaría impulsada por nuevas asociaciones de comercio y tecnología dentro del mismo sur, como dice también el informe. Sin embargo, una reflexión clave incluida en el reporte es que el crecimiento económico por sí solo no se traduce automáticamente en el progreso del desarrollo humano. Esto es, se nos dice que sólo mediante políticas decididas en favor de los más necesitados e inversiones significativas en las capacidades de las personas (mediante su enfoque subrayado en educación, cultura, nutrición, salud y habilidades de empleo) pueden expandir el acceso al trabajo digno, disminuir la desocupación y brindar un progreso sostenido.
Llegamos a un punto en que parece muy difícil, si no imposible, hacer coincidir este enfoque y análisis con ciertas realidades escandalosas que ocurren en el país, por ejemplo, la corrupción galopante en tantas esferas de la actividad económica y política en México, para corregir lo cual no parecen tomarse decisiones realmente relevantes y eficaces.
Por eso parece haber una contradicción flagrante entre ciertas prácticas que se asumen en México y la aspiración a un elevado índice de desarrollo humano.
Una de estas contradicciones o incoherencias graves se concreta ahora en la disminución del presupuesto federal para 2014 en materia cultural, siendo precisamente el desarrollo social en materia de cultura, según las perspectivas que se discuten, uno de los componentes fundamentales del desarrollo humano. Esta disminución, hasta donde ha trascendido, se debe a una acción combinada del Ejecutivo
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