Practica docente.
Enviado por Alejandro Palafox • 1 de Abril de 2016 • Ensayo • 2.417 Palabras (10 Páginas) • 239 Visitas
INTRODUCCIÓN
El siguiente trabajo es un ensayo, el cual fue elaborado para el seminario Dimensiones del Desarrollo Humano del Docente, de la Maestría en Desarrollo Humano con Orientación Pedagógica. Este se divide en dos partes, la primera se titula “cambio de paradigma: de lo tradicional a lo humanismo en la docencia”, siendo la lectura principal de análisis la de Ada Abraham, de su obra “el enseñante es también una persona”, siendo solo el primer capítulo el que se cita. La segunda se titula “Dimensiones del crecimiento humano como antesala del ser docente”, siendo la lectura de análisis principal el ensayo de José María Barrio Maestre, titulado “Dimensiones del crecimiento humano”.
Entre otros teóricos en los cuales me apoye para elaborar el ensayo fueron Delval, Durkheim, Fullan y Goleman, además de citar el Plan de Estudios 2011 de la educación básica y el Programa de Estudios 2011 de Preescolar.
La intensión, además de ser requisito para acreditar el seminario, es incluir dicho ensayo en mi trabajo de investigación, debido a la importancia que es el prestar atención al paradigma humanista; con mayor razón sí los programas de educación básica en México tienen el enfoque humanista, sistémico y holístico, del que tanto se habla en dicho paradigma; además que los principios pedagógicos que sustentan el Plan de Estudios 2011 reafirman la intencionalidad y el enfoque de dichos programas.
DESARROLLO
Cambio de paradigma: de lo tradicional a lo humanista.
Cualquier docente que cuestiona su práctica profesional puede percibir que las condiciones de facilitación del maestro y los rendimientos escolares de los alumnos están correlacionados. El estudio realizado por Aspy comprueba lo que muchos sabemos que se da en el aula.
La conclusión obtenida de la investigación me intrigó en cierta manera, la cual decía:
“que los alumnos cuyos profesores tenían un elevado nivel en cuanto a comprensión; autenticidad y respeto por el alumno, revelaban asimismo estructuras más desarrolladas, eran más espontáneos, se interesaban más por la clase y expresaban más lo que sentían y pensaban” (Abraham, 2000, 18).
¿Qué acaso no es eso lo que se espera de la educación básica?, al ser esto comprobado es necesario que el docente cambie su forma de enseñar, dejar el tradicionalismo, cambiar de actitud, quitarse la máscara y descubrirse ante sus alumnos, el docente debe dejar ese estado de confort y tranquilidad, mostrarse real ante sus alumnos, debe “enfrentar al alumno como persona auténtica, humana, persona que experimenta sentimientos, que piensa, que manifiesta defectos, pero también cualidades” (Abraham, 2000, 20), sin dejar de lado la etapa cognitiva en la que se encuentran, Según Delval (1986, 16) para que se brinde una buena educación está “tiene que vincularse con el desarrollo intelectual del alumno y contribuir a él”, los alumnos difícilmente entenderán los conceptos transmitidos en la educación básica, no se tiene en cuenta su desarrollo intelectual, se les enseña igual que a los adultos, sin tener en cuenta que son individuos que no han madurado cognitivamente y que tiene que hacerlo al mismo tiempo que están formando los conocimientos.
Pero ese cambio de paradigma es difícil de dar, Fullan (1993, pág. 37) dice que “para que los cambios sean productivos, se requieren aptitudes, capacidad, compromiso, motivación, creencias, perspicacia y juicio discrecional en cada momento”. Señalando que una de las reglas primordiales es no obligar a la gente a cambiar, se le tiene que persuadir, es difícil obligar a la gente que piense de una manera distinta, pero ¿Cómo dar ese cambio sin que sea de esa forma, obligado?
Si bien la escuela está fracasando en el plano emocional, hay que agregar que no solo es responsabilidad de ella, no hay que deslindar al gobierno y sus políticas educativas y sobre todo a la familia de donde proviene el alumno, que es el principal factor de influencia y trasmisión de valores, porque “lo que un niño recibe de sus padres son aptitudes muy generales: una determinada fuerza de atención, cierta dosis de perseverancia, un juicio sano, imaginación, etc.” (Durkheim, 1996, 62), así como valores que le permitirán guiar las decisiones que marquen su vida, definiéndolo como la persona que será. Sin olvidar que:
“Al ingresar a la escuela, las niñas y los niños tienen conocimientos, creencias y suposiciones sobre el mundo que los rodea, las relaciones entre las personas y el comportamiento que se espera de ellos, y han desarrollado, con diferente grado de avance, competencias que serán esenciales para su desenvolvimiento en la vida escolar.” (SEP, 2011b, 20).
Abraham (2000, 41) comenta que en el enfoque tradicionalista y el humanista, existen:
“ciertos elementos que continúan siendo idénticos, y otros cambian en virtud de la situación del maestro en la clase: ahora ya no hay más escenario, un espectáculo ordenado casi litúrgicamente en torno a la palabra del maestro, puesto que este se encuentra en medio de los alumnos, entre ellos, y porque el espacio está organizado como un conjunto de talleres”.
Me queda claro que el docente nunca deja de ser una figura de autoridad, esté debe ser el que guíe, que oriente y que propicie el aprendizaje en los niños, todo con orden y disciplina, aunque no en un sentido estricto como se considera o se hace, de tal forma que los niños y jóvenes logren tener sus propios espacios de libertad, discusión y asociación, concordando con Abraham (2000, 41-42) “Siempre necesaria, la relación de autoridad ya no es sin embargo preminente y se le experimenta como un contrato cuyos términos siempre pueden negociarse”. Algo relevante que debemos rescatar como diferencia entre ambos enfoques el cual es convencer definitivamente al docente que “enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades de su producción o de su construcción” (Freire, 2004, 12), y que en este proceso de enseñanza también debe haber uno de aprendizaje, conjugándolos para lograr la práctica docente, la cual debe ser crítica, donde sea necesario el hacer y pensar sobre ese hacer.
Dimensiones del crecimiento humano como antesala del ser docente.
Como hemos visto el enfoque humanista centra la atención en el alumno pero ha dejado de lado, en cierta medida, al docente; no hay que olvidar que éste es un factor importante para que se desarrolle emocionalmente a los alumnos. Retomando aquellas palabras de Freire (2004, 43) “Me muevo como educador porque, primero, me muevo como persona”, es que me atrevo a anteponer primeramente al humano que al docente, por lo tanto para crecer como docentes primeramente debemos ser más humanos, y es Barrio (2007) que nos habla de las dimensiones del crecimiento humano, las cuales son cinco: 1) El crecimiento intelectual; 2) El crecimiento moral; 3) Dimensión cívica o social de desarrollo de la persona; 4) Dimensión estético-afectiva del desarrollo humano; y, 5) Dimensión religiosa y la cuestión por el sentido.
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